Aprender a escuchar
Enseñanzas maya-tojolabales
Carlos Lenkersdorf
PLAZA Y VALDES
□□□
Primera edición: 2008
© Carlos Lenkersdorf
© Plaza y Valdés, S. A. de C. V.
r
Indice
PRIMERA PARTE
Derechos exclusivos de edición reservados
para Plaza y Valdcs, S. A. de C. V. Prohibida
la reproducción total y parcial por cualquier
medio sin la autorización escrita de los editores.
Plaza y Valdés, S. A. de C. V.
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ISBN: 978-607-402-032-8
Impreso en México / Printed in México
Aprender a escuchar
El escuchar. H
Nuestra perspectiva. 20
La alternativa frente al escuchar. 26
Oímos y no escuchamos. 30
Las lenguas escuchadas. 39
Escuchar al corazón y el diálogo interior. 46
El riesgo del escuchar, 1. 49
La ley y el riesgo de escuchar, 2. 54
El tojolabal. 56
Frases correspondientes: tojolabal, 1. 62
Tojolabal, 2 y lo opuesto. 70
La asamblea de los escuchadorcs. 73
Escuchar, el oído de la democracia. 81
El escuchar al individuo y al nosotros. 87
La democracia del escuchar. 90
El escuchar y el hacer. 93
Primera hipótesis del escuchar al hacer. 93
Segunda hipótesis del escuchar al hacer. 95
Carlos Lenkersdorf
La perversión del escuchar.
El. poder y el gobierno.
Obstáculos para escuchar.
¿Por qué no sabemos escuchar bien?..
¿Por qué no queremos escuchar?.
Se rechaza el escuchar.
' Impedir el escuchar.
SEGUNDA PARTE
Elescuchar en el contexto tojolabal
Conceptos clave.
* LEI escuchar.
2. El nosotros.
2 A. Anatomía.
3. Todo vive - ja ‘altsili.
4. La complcmcntaricdad.
Escuchar a los tojolabales.
Escuchara la tierra.
Un ejemplo del escuchar en su contexto
Conclusión.
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Apéndices
Negar la guerra.
La Otra Palabra y las tergiversaciones
stibre Acteal.
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158
PRIMERA PARTE
Bibliografía
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Aprender a escuchar
El escuchar
• ~T^or qué escribimos sobre el escuchar? Conocemos
J I—^la palabra, la empleamos y la necesitamos cons-
-L tantemente. Radio y televisión la presuponen. No
podemos prescindir del escuchar en el contexto en el cual vi¬
vimos. ¿Por qué, pues, un trabajo sobre lo que es conocido y
cotidiano? Pero, ¿escuchamos de veras lo que se quiere que es¬
cuchemos? Oímos palabras, muchas palabras, las oímos pero
no las escuchamos, es decir, no nos esforzamos a fijamos en lo
que podríamos escuchar. Se están multiplicando las palabras
hacia lo infinito. Los medios, los educadores, los políticos, los
artistas y tantos especialistas más están inundando el mundo
con palabras innumerables que no podemos escuchar. Si lo hi¬
ciésemos, nos volveríamos locos. Nos limita la capacidad de
recibir todo lo cscuchable. Transformamos, pues, las palabras
en ruidos que oímos y el oírlos nos defiende para que no tenga¬
mos que escuchar todo lo que se acerca a nuestras orejas, a fin
de que no nos enloquezcamos. El escuchar es, pues, más pro¬
blemático de lo imaginado. Por eso existen mecanismos orgá¬
nicos que frenan la corriente ininterrumpida. Palabras y ruidos
II
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
pasan por las orejas y no nos fijamos, no los percibimos. Ya
estamos acostumbrados a tanta bulla, ya no prestamos aten¬
ción a tantos sonidos que nos rodean. El escuchar, pues, no
es igual al oír. Éste, en cambio, nos hace perder mensajes que
convendrían que los escuchemos. Dicho de otro modo, el es¬
cuchar se problematiza, porque es difícil escuchar cuando nos
toque hacerlo. El oír es un filtro no muy afinado. Deja pasar lo
que sería importante que lo escuchemos. Por tanto, conocemos
el escuchar pero no somos buenos escuchadores. Fácilmente se
confirma nuestra afirmación.
Las lenguas se componen de palabras que se hablan y que se
escuchan. Si no se habla no escuchamos nada. Y si, en cambio,
se habla y no escuchamos, las palabras se dirigen al aire. Por
eso, las lenguas se componen de dos realidades, el hablar y el
escuchar. Ambas se complementan y se requieren mutuamente.
Surge, sin embargo, un problema que se inicia desde el termino
de lengua. Es el órgano con el cual articulamos las palabras, por
supuesto las habladas. De ahí que el estudio de la lengua es la
investigación de las lenguas habladas. La lingüística las estu¬
dia. Por eso, ya es el término que determina la concepción del
fenómeno de la lengua. Esta noción tiene una larga historia en
Occidente. Tanto en el griego antiguo como en latín, la lengua
es el órgano lengua, en griego glossay en latín lingua. Es decir,
lengua es lo que se produce al hablar. El escuchar ni se mencio¬
na. Las lenguas europeas contemporáneas mantienen la misma
idea. El alemán es más claro aún, la lengua es la sprache, sus¬
tantivo derivado del sprechen, que quiere decir hablar. Dado el
predominio del hablar, ¿dónde queda la otra mitad de la lengua,
el escuchar? Poco se estudia, poco se investiga, poco se enseña,
poco se menciona, poco se conoce y se practica. 1
1 Véase WolfSchneídcr, “die vergessene Hiíl Re” (la mitad olvidada) (2000),
p. 81 ss. Gemina Corradi Fiumara, The olhersideoflangiiage (2005).
Aquí, en este contexto, entra el tojolabal. Es una de las
lenguas mayas que se habla en el sureste de México, en el
estado de Chiapas, la región que se extiende, más o menos,
desde Comitán y Altamirano hasta la frontera de Guatemala.
Estudiamos la lengua para poder hablarla y escribirla y nos
llamó la atención una terminología particular. En este idioma
para el término de lengua o palabra hay dos conceptos: ‘ab 'al
y k 'urnal. El primero corresponde a la lengua o palabra escu¬
chada y el segundo se refiere a la lengua o palabra hablada.
Se enfoca, pues, el fenómeno lengua desde dos aspectos, el
hablar y el escuchar. Desde la perspectiva de los hablantes de
lenguas europeas se hace una distinción a la cual no estamos
acostumbrados.
Los tojolabales tienen, pues, una concepción particular
de las lenguas porque las entienden compuestas de dos ele¬
mentos, el escuchar y el hablar. Son de igual importancia los
dos. Si no se habla, no se escucha ninguna palabra, y si no se
escucha se habla al aire. Por eso, ya desde los términos del
tojolabal, las lenguas son diádicas, por no decir, dialógicas.
Fijémonos en el ejemplo siguiente. En lugar de decir yo te
dije , dicen, yo dije, tú escuchaste. Este ejemplo, de giros muy
frecuentes, enfatiza la diferencia entre la lengua originaria y
el español. Más adelante lo explicaremos con más detalle. Por el
momento subrayamos el énfasis tanto en el escuchar como en
el hablar por parte de los tojolabales al referirse a su lengua.
Sin esta particularidad no habríamos escogido este tema.
Lo aprendimos porque vivimos y trabajamos largos años con los
maya-tojolabales, nuestros contemporáneos de Chiapas, que
nos enseñaron su lengua y cultura. Las aprendimos por una
razón que nos parece importante explicar. Habíamos estudia¬
do y enseñado en varios países de Europa y de este continente.
Tuvimos maestros muy buenos que nos enseñaron mucho y a
quienes respetamos hasta el día de hoy. Pero no se nos enseñó
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13
Carlos Lenkersdore
Aprender a escuchar
nada de los pueblos originarios en todas estas universidades.
Empezamos a estudiar libros sobre los indígenas. Los visita¬
mos por viajes en el sur del continente. Pero libros y turismo,
por fascinantes que sean nos acercaron a estos pueblos sólo
de manera indirecta. Otros también nos hablaron de ellos en
sus libros y, al visitarlos, pasamos un tiempo breve sin poder
convivir y hablar con ellos. Por eso, buscamos la oportunidad
de convivir y trabajar con un pueblo indígena para aprender lo
que no nos enseñaron en las universidades que conocimos. Por
amigos conocimos al obispo Samuel Ruiz, de Chiapas, defen¬
sor y conocedor profundo de la cultura Maya. Le hablamos de
nuestra inquietud y nos invito a visitar Chiapas. El contacto
con los indígenas presentó la realización de la convivencia con
los indios. Al solicitarlo se nos invitó y así llegamos con los
tojolabales después de haber abandonado la enseñanza univer¬
sitaria.
Los tojolabales nos aceptaron y nos iniciaron en su lengua
y cultura por tres semanas. Lo hicieron sin libros, sin maestros
preparados, porque no hubo ni los unos ni los otros. En efecto
nuestros maestros fueron analfabetos. No pudieron escribir su
lengua porque se les dijo que no se puede escribir puesto que
tiene sonidos para los cuales no hay letras. Por esta razón la
enseñanza se hizo exclusivamente por la lengua escuchada.
Tratamos de entender a nuestros maestros y de escribir lo que
escuchamos según los sonidos que oímos.
Nuestros maestros vieron nuestros esfuerzo al aprender su
lengua y de escribir su idioma, cosa que jamás habían visto:
su idioma escrito. Por eso nos hicieron dos comentarios al
respecto:
Ustedes son los primeros que vienen con nosotros para apren¬
der de nosotros. Aquí todos los que vengan quieren enseñarnos
como si no supiéramos nada. Son maestros, médicos, funciona¬
rios, políticos, extensionistas. Todos nos quieren enseñar.
Ésta fue la primera observación que, por boca de ellos nos
enseñó una realidad desconocida. Los tojolabales como otros
pueblos indígenas no se aprecian por parte de la sociedad do¬
minante. He aquí la actitud: “de ‘indios’ no se aprende nada”.
La primera enseñanza critica que no escuchamos antes. Sí,
hay indios, pero no se aprende nada de ellos. Viven al margen
de la sociedad dominante.
Agregaron otro comentario. Notaron que tratamos de anotar
lo que escuchamos de ellos. Vieron lo que jamás percibieron:
su lengua escrita. Esta observación refutó lo que les dijeron: “su
‘dialecto’ no se puede escribir por falta de letras”. Ambas ob¬
servaciones subrayaron la relación desequilibrada entre la so¬
ciedad dominante y los pueblos originarios, en este caso, los
tojolabales. Los indios se mantuvieron ágrafos y poco respe¬
tados, porque de ellos no se puede aprender nada. Los dos co¬
mentarios modificaron nuestro curso. Los tojolabales fueron,
para nosotros, maestros y nada de indios ignorantes. Nos ense¬
ñaron lo que sabían y lo que nosotros no conocimos. Las clases,
además, se hicieron dialógicas, nosotros aprendimos su lengua
y ellos aprendieron a escribirla. La relación acostumbrada entre
representantes de la sociedad dominante, es decir nosotros, y
los indígenas se cambió. Los tojolabales se transformaron en
educadores y nosotros en educandos gracias a ellos. Un cam¬
bio que no se produjo por 500 años a excepción de contados
ejemplos.
En cuanto a la incapacidad de escribir su lengua agregamos
que en el tiempo de la invasión. Conquista e inicio de la Co¬
lonia, los mayas sabían escribir con sus glifos, y escribieron
muchos libros que, sin embargo, fueron quemados. Contados
códices sobrevivieron a la ideología religiosa y destructora de
los frailes. 2
2 Fernando Báez (2004), pp 130-133.
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Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
Regresemos al binomio de lengua hablada y lengua escu¬
chada, una diada a la cual Cab’al / k'umal) los hablantes de
lenguas occidentales no estamos acostumbrados. Entendemos
la diferencia de los dos términos, pero ¿cómo se puede estu¬
diar e investigar el ‘ab’al? Los músicos y cantores de coros
deben aprender el escuchar, por eso tienen maestros de quie¬
nes aprenden a escuchar el cantar y el tocar los instrumen¬
tos, saben escuchar muy bien cómo afinar estos últimos. Pero
como lingüistas, filólogos, estudiosos de las lenguas ¿cómo
podemos enfocar el escuchar? No nos referimos a la fonolo¬
gía que estudia los sonidos de las lenguas. Queremos estudiar
a los hablantes como los escuchamos. Es decir, estudiar c in¬
vestigar las lenguas escuchadas, como las hablan los mismos
indígenas. Esto es, escuchar sus idiomas como las hablan y
como las entienden. Tal vez será necesario afinar la concep¬
ción de lengua, tanto la hablada como la escuchada. Dijimos
que conocemos el escuchar, pero ¿lo conocemos de veras?
Un ejemplo explica la dificultad del escuchar. Lo experi¬
mentamos con una lingüista. Habló la lengua de la otra cul¬
tura. Oyó bien que para el pueblo que estudió todas las cosas
tienen su trasero. Lo tradujo “culo”, y se rió. 5 Ella, pues, sí
pudo oír la otra lengua y entenderla a su modo. Pero la enten¬
dió de una manera vulgar y desde la perspectiva de su idioma
nativo. Debemos saber que la parte trasera de cualquier cosa
no es necesariamente su “culo”, en tojolabal se dice lop que no
suele traducirse por “culo”, porque si la casa, el carro, la olla y
tantas cosas más tienen su lop, es obvio que se trata de la parte
trasera de las cosas. La palabra culo, en cambio, no forma
parte del bien hablado, muy importante entre los tojolabalcs
y otros pueblos originarios. Por tanto, el escuchar otra lengua
5 La lingüista hablaba inglés y tradujo ass.
quiere decir entenderla desde la perspectiva de los hablantes
y, a la vez, respetarla en su particularidad. Es, pues, un reto
para los estudiosos de otra lengua. A base de lo dicho, el es¬
cuchar no sólo entiende las palabras desde la perspectiva de
la otra cultura, sino que exige que la entendamos con empa¬
tia, la respetemos y también la queramos. Al entenderla así,
la lengua escuchada nos muestra su idiosincrasia gracias a la
cosmoaudición. He aquí una peculiaridad del ‘ab ‘al, en par¬
ticular del tojolabal. Pero poco escuchan la otra lengua, más
fácil es oírla. Por eso nuestra duda con respecto al escuchar
las otras lenguas.
Poco cuenta el ‘ ab'al en Occidente; tenemos bibliotecas,
clases, maestros que enseñan idiomas mediante las palabras
habladas y escritas (que son las palabras habladas transfor¬
madas en señales o símbolos en tinta sobre papel), pero los
‘ab 'al perdieron su voz. Por supuesto, sabemos de algunos
frailes como Sahagún y otros que aprendieron ‘ab ’al y k ‘urna!
de pueblos indígenas, pero justamente el hecho de saber esto de
algunos personajes conocidos, nos indica que son muy pocos
los que aprendieron de los indígenas.
Si no los escuchamos, si no los podemos escuchar, tampoco
descubriremos qué es el ‘ab ’al, que nos revela otra manera de
percibir, entender y vivir el mundo. He aquí la importancia
del 'ab ai, si no sabemos escucharlo y entenderlo, tampoco
entendemos la cultura del pueblo que es otra. Hasta la fecha
no se entiende, no se enseña y poco se estudia por los especialis¬
tas. Aun cuando hoy en día se habla mucho de interculturali-
dad, generalmente, como dice Miguel León Portilla, lo que se
hace es un cuento.
Nos acercamos a la razón de esta obra. La escribimos para
que aprendamos a escuchar el 'ab ’al. Así se nos abrieron y se
abrirán perspectivas desconocidas y no soñadas que, además,
nos hacen falta y que nos ayudarán a salir del provincialismo
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Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
cerrado que caracteriza al país y a su cultura europeizante, por
no decir eurocéntrica. Escuchamos la lengua de un pueblo de
una cultura milenaria, en la cual sigue presente una historia
sin enemigos, sin pobres y ricos y cuyo concepto fundamen¬
tal es el nosotros y no el yo de ganadores, campeones, jefes,
líderes, presidentes y mandones.
Antes de continuar, queremos tocar otra vez la pregunta
¿por qué no se nos enseña el escuchar si tantas cosas nos en¬
señaron desde el nacimiento? Nos enseñaron a dar señales
para expresar nuestras necesidades, nos hicieron aprender el
caminar, el hablar, el comer, tomar, jugar, cuidamos y tantas
cosas más. En todas estas enseñanzas estamos haciendo algo,
también podríamos decir, estamos produciendo algo. Pero, si
no nos equivocamos, al escuchar no estamos produciendo
nada. Somos receptores y no actores. Y allí parece yacer el
problema. Aprendimos a ser actores, personas que actúan. Se
nos enseñó ser buenos activistas, ¿pero aprendimos a recibir?
¿Sabemos qué quiere decir recibir? Es decir, un tipo de recibir
por el cual no se paga, ni se suele decir gracias. Se recibe para
poder dar y no para enriquecemos ni para acapararlo, tampo¬
co para amontonarlo. El recibir escuchando nos transforma
sin que lo esperásemos. Nos afecta de modo inimaginable.
Entenderlo es la tarea que quisiéramos enfocar en este trabajo.
El recibir encierra un secreto: es el otro, son los otros cu¬
yas palabras no las hacemos, no son producto de nuestro ac¬
tuar, sino que vienen de fuera y nos sacan del centro donde
nuestro yo prefiere estar para mandar, dirigir y estar arriba.
Al sacamos del centro no nos margina ni nos empuja hacia la
periferia, sino que se integra nuestro yo en el nosotros. For¬
mamos una comunidad dialógica. He aquí la obra secreta del
recibir. Al escuchar las palabras de los que nos hablen entra¬
mos en una realidad hasta ahora escondida. ¿Pero quiénes y
cuáles son estos interlocutores?
He aquí otro aspecto del escuchar que se agrega gracias
a los tojolabales. No sólo escuchan al nivel social, sino que
escuchan a las plantas, los animales y toda la naturaleza. A
nivel social escuchan atentamente a los demás. En el contex¬
to occidental se escucha poco al nivel social y natural. Si se
escuchara, no nos encontráramos en la crisis climática que
vivimos. La naturaleza nos habla: los glaciares polares y otros
se derriten; la temperatura está en aumento; los huracanes se
multiplican y crecen en fuerza destructiva; los suelos, el agua
y el aire están contaminados; se promueve el turismo lucra¬
tivo y divertido, pero las zonas rurales se están despoblando.
Todo esto no se “escucha”, porque lo que interesa son los ne¬
gocios, la competitividad, la macroeconomía. Se vive así por
no escuchar nada, sobre todo al nivel de la naturaleza. El no-
escuchar lo encontramos en la política, la economía, la cultura
y la sociedad. Es preocupante e inquietante lo que nos motiva
a escribir sobre el escuchar.
Queremos agregar una historia, porque nos aclara que el
escuchar revela realidades jamás percibidas y nos traslada del
yo hacia el nosotros. Nos transforma de modos ni soñados.
Esta es la historia de Edicson Ruiz. Nació en los tugurios de
Caracas, Venezuela, pobre entre pobres. Su padre desapareció
al nacer su hijo y su madre tuvo que criarlo siempre en medio
del hambre y la pobreza. Un día Edicson fue llevado a la or¬
questa de la juventud, un proyecto social del gobierno. Oyó
instrumentos, por primera vez en su vida, entre ellos un con¬
trabajo, y desde el primer tono percibió lo que nunca escuchó
en su vida, le despertó a lo que jamás se imaginó, le atrajo a
un mundo de sueños no soñados aún. El niño se enamoró del
contrabajo. Este y Edicson entraron en una comunidad nosó-
trica y amorosa de por vida. Ingresó a la orquesta a la edad de
diez años sin saber nada de música, nada de tocar instrumen¬
tos, sólo enamorado por escuchar los tonos del contrabajo.
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Carlos Lenkersdorf
Practicó sin cesar y a la edad de 18 años se hizo contrabajista
de la orquesta filarmónica de Berlín. Es la historia de un joven
que supo escuchar y sigue escuchando. Es decir, se entregó
en cuerpo y alma a lo que escuchó, los tonos de su amante, el
contrabajo. El escuchar lo metamorfoseó al hacerse productor
de tonos que lo enamoraron y lo trasladaron a otro mundo. Sa¬
lió Edicson de su mundo egocéntrico. Sabemos de él gracias
a un libro extraordinario, publicado en alemán por Gerta Ste-
cher que sabe observar y escuchar Latinoamérica como pocos
lo pueden hacer. 4 El escuchar puede ser la transformación de
nuestra vida en medio de un contexto de sordos.
Nuestra perspectiva
El énfasis en el escuchar es uno de los elementos instructivos
y particulares de la cosmovisión tojolabal. Por eso, quere¬
mos presentar otros aspectos de la misma cosmovisión, cu¬
yas raíces no las encontramos en la antigüedad de Grecia y
Roma, tampoco en las lenguas dominantes hoy en día. Los
maya-tojolabales y sus antecesores han vivido en sus tierras
por milenios. Para presentar y explicar su cultura no nos sir¬
ven las enseñanzas de las culturas europeas, por elaboradas,
reflexionadas y “científicas” que sean. No son guías idóneas
para conducimos hacia otras culturas. Se desarrollaron en
otros contextos que poco tienen en común con la cosmovi¬
sión tojolabal. Para poder entenderla hay que considerar otros
requisitos.
Si queremos acercamos a una cultura diferente no hay
otra posibilidad que hacerlo desde la perspectiva de ella. No
4 Gerta Steeher (2004).
20
Aprender a escuchar
nos sirve que hagamos un viaje turístico a la región tojolabal
en Chiapas como representantes de una cultura distinta de la
nuestra. Expliquemos la razón de nuestra negación, allí po¬
dríamos ver y fotografiar a las comunidades, a la gente, los
trabajos que hacen y muchas cosas más que se pueden ver. Si
el ver no se complementa con el escuchar, percibimos a me¬
dias. Porque la vista, las fotografías son insuficientes, porque
vemos con ojos occidentales, así también el objetivo de la
cámara, ve con ojos occidentales de sus productores, aunque
un tojolabal apriete el botón. Las cámaras son productos occi¬
dentales y ven como ven sus productores y usuarios.
Pero hay otros obstáculos. Se exige un viaje nada fácil no
sólo por la escasez de carreteras pavimentadas, medios de
transporte, incomodidades de alojamiento, retenes y cosas
por el estilo. Y aun cuando estos obstáculos se pueden superar
con buena voluntad, si queremos visitar las comunidades de
veras y contamos con una invitación. Pero si nos invitan y las
dificultades no nos impiden, sí hace falta poder hablar con los
tojolabales y escucharlos en su lengua. Claro, podemos usar el
español, pero no es la lengua materna de la gente; no la conocen
bien y, por tanto, no se pueden explicar bien. No escucharemos
lo que dice su corazón. Así nos quedamos algo marginados,
por no poder entrar en la vida diaria de ellos, en la cosmovi¬
sión tojolabal, mejor dicho, la cosmoaudición tojolabal que
nos traslada a otra realidad, como sucedió con Edicson Ruiz
y el contrabajo.
El ver, por fascinante que sea, nos hace recoger sobre todo
impresiones visibles, a menudo turísticas y fotográficas, y
probablemente algunas palabras de lo que nos dijeron en es¬
pañol. Pero el ver a fondo requiere al perito estudiado que a
menudo no está seguro de sus observaciones. Las impresiones
visibles muestran tantas cosas que nos aturden y que no se
nos explican. Por eso, el muchacho que vio por primera vez
21
Carlos Lenkersdorf
el mar, le dijo a su padre: “Papá, ayúdame a mirar”. El ver y
mirar implican tanto de lo cual no nos podemos dar cuenta,
porque la vista abarca una plenitud que no podemos “recibir y
entender” al verla. En lo que vemos se aglomera demasiado.
Por eso, el muchacho pide ayuda que difícilmente le resuelve
el problema. Porque, como dice Herder:
la vista nos presenta todo a la vez y de este modo asusta al apren¬
diz por la tabla inmensa de lo contiguo. Por el oído, fíjense, la
maestra-lengua nos cuida. Nos proporciona tono tras tono [...]
realiza, pues, la maestría del método: enseña, pues, de modo
progresivo. 5
Por supuesto, podemos consultar algunos libros, pero no
son muchos los que enfocan el tema de los tojolabalcs. Ade¬
más, los autores de las publicaciones son occidentales y, a
menudo, no explican la otra cultura desde la perspectiva de
ella. Pero los tojolabales viven, y para conocer bien a los que
viven hay que encontrarse con ellos cara a cara, mejor dicho,
oído a oído. Así el escuchar la lengua de la otra cultura no
tiene sustituto. Pero exige el escuchar mismo que escuche¬
mos críticamente para poder discernir lo real y lo inventado.
Así es que el escuchar se acerca a la crítica de fuentes, de
documentos, de tiempos determinados. Dicho de otro modo,
el escuchar desde la perspectiva de la otra cultura presupone
que hablemos y entendamos bien su lengua.
Podemos agregar en paréntesis que los arqueólogos, epigra¬
fistas y otros, dedicados a la investigación de culturas del pasa¬
do, están comprometidos en descifrar los testimonios antiguos.
¿Qué nos dicen las piedras, la cerámica, el arte, la escritura y
5 Johann Gottfried Herder (1966 [1772): 1, 3), p. 59 s. Debo la referen¬
cia a Wolf Schneider (2000), p. 190.
22
Aprender a escuchar
demás creaciones producidas por culturas antiguas? Hay publi¬
caciones fascinantes con fotografías y presentaciones gráficas.
Pero dentro de poco tiempo se encuentran otros testimonios,
y se modifican y cambian las interpretaciones anteriores. Los
epigrafistas, en cambio, están comprometidos con la interpreta¬
ción de los testimonios escritos pero hechos con glifos que son
de escrituras desconocidas. Tienen delante de sí un desafío ex¬
traordinario y están avanzando de modo impresionante, pero
todavía tienen delante de sí un largo camino. Si, en cambio,
podemos “escuchar” las palabras y lenguas habladas y escri¬
tas, obtendremos conocimientos más seguros. Las lenguas
pues, tanto las habladas, escritas y escuchadas nos dan acceso
a otras culturas con más seguridad. De ahi el reto de aprender a
escuchar, en particular a otras culturas. Y aún con todo esto,
no llegamos al fondo del escuchar. Edicson Ruiz nos podría
dar testimonios sorprendentes, si los tonos se pudieran trans¬
formar en palabras.
Para poder conocer otra cultura, otra cosmovisión, insis¬
timos nuevamente que debemos aprender a percibirla des¬
de la-perspectiva de ella; de su cultura y cosmovisión. Una
ayuda son los dibujos y los lienzos; mapas hechos a mano y
conocidos desde tiempos prehispánicos, pero no pueden sus¬
tituir la lengua escuchada. Por eso, nos encontramos frente
al reto de poder escuchar a los tojolabalcs. Hace falta una
cosmocnidición. palabra que ya usamos y permítanos el neo¬
logismo, porque no se trata solamente de la cosmo visión .
Estamos enfatizando la habilidad de hablar y escuchar su
lengua, porque así de veras vamos a comunicarnos a fondo
con los tojolabales. Escuchamos lo que no nace de nuestra
mente, de nuestra cabeza. Tal vez, podemos hablar su lcn-
gua, ¿pero sabemos escucharla? La podemos oír, ¿pero el
oír implica el escuchar? Ya lo sabemos, los dos verbos no se
refieren a la misma realidad.
23
Carlos Lenkersdorf
Otras culturas, pues, requieren otras maneras de percibir¬
las si queremos entenderlas e interpretarlas. Por esto insisti¬
mos que debemos aprender a percibirlas desde la perspectiva
de ellas. Cada percepción tiene su particularidad. El escuchar,
sin embargo, hace surgir un problema adicional: la poca aten¬
ción que recibe en el contexto occidental. Porque el oír nos
hace percibir su lengua, pero no nos permite entenderla a fon¬
do. El problema es que las palabras, y así las lenguas, no se
“entienden” de la misma manera. Al oír y hablar otra lengua
podemos entenderla desde la perspectiva de nuestra cultura.
Por ejemplo, el término nosotros es el pronombre personal de
la primera persona del plural. Así se nos enseñó en la escuela
cuando aprendimos nuestra lengua. Pero en otras culturas, por
ejemplo el tojolabal, el nosotros / ke ’ntik , aparte de ser el pro¬
nombre mencionado y una palabra muy, muy frecuente, es el
concepto clave que explica la organización socio-política del
pueblo y su cultura. Para entenderla de esta forma va a pasar
bastante tiempo, porque al percibirla la explicamos y oímos
desde la perspectiva de nuestra lengua y cultura. Dicho de
otro modo, hay niveles del entender. El oír no nos hace entrar
en la cultura ajena y desconocida. El escuchar, en cambio, sí
lo hace, mejor dicho, lo puede hacer, pero a la vez nos puede
producir problemas con colegas de nuestro gremio. Nos dicen
que estamos idealizando o mistificando a la otra cultura.
El ejemplo de la lingüista anglosajona que habló la len¬
gua originaria del pueblo estudiado, la entendió, sin embargo,
desde la perspectiva del oír y no del escuchar. Por eso se rió de
que los indígenas siempre hablaron del “culo” como ella lo
entendió sin darse cuenta que la referencia fue a la parte trase¬
ra de muchas cosas. Otro ejemplo parecido aunque diferente
es el siguiente. Para los tojolabales tienen ojos las casas, los
árboles, el cielo, el maíz y tantas cosas más. Muchos explican
estos giros desde la perspectiva occidental. Por eso, los ojos
24
Aprender a escuchar
de la casa son la fachada, de los árboles las frutas, del maíz los
granos, etcétera. Se dice que los tojolabales antropomorfizan
la realidad. Pero al hablar con los tojolabales enfatizan que sí
las cosas tienen ojos que ven y así nos ven también a nosotros.
Tienen pues, ojos, así como tienen corazón que los hace vivir
porque todo vive y tiene corazón.
El escuchar, pues, nos abre las puertas para entrar en otra
cultura. Al hablar con la gente, nos pueden abrir su corazón,
explicar sus problemas y alegrías y hacemos participar en el
mundo que viven. A la vez nos pueden cuestionar e interpelar
si aceptamos sus preguntas.
Así es que el escuchar nos está preparando para percibir a
fondo otra cultura, mejor dicho, para inculturamos en la otra
cultura, para entenderla c interpretarla y, de alguna manera, par¬
ticipar en ella si y sólo si estamos dispuestos a escuchar desde el
punto de partida de aquéllos que escuchamos.
Acabamos de encontrar una particularidad del escuchar, de
la cual, no estuvimos conscientes, y que nos da otra razón por la
cual escogemos el tema del escuchar. Por un lado, existe poco
conocimiento de otras culturas por parte de las sociedades occi¬
dentales; poco se enseña y poco se aprende de otras culturas.
El ambiente cultural de Occidente está tan lleno de actividades,
que poco se pregunta por otras manifestaciones culturales, con
excepción de lo que es percibido como exótico, resaltado como
tal, y por ello, poco apreciado a fondo. La misma pluralidad de
manifestaciones culturales explica la soberbia y arrogancia de las
culturas y ciencias occidentales frente al mundo de otras cos-
movisiones y cosmoaudicioncs. Porque la pluralidad nos hace
jerarquizar las percepciones culturales y las obras conocidas de
Occidente suelen estar entre las más apreciadas. Basta que vea¬
mos las programaciones de las orquestas filarmónicas.
Por supuesto, no negamos que hay presentaciones visuales
y musicales de artistas provenientes de las partes más variadas
25
Carlos Lenkersdorf
del mundo, que atraen a los espectadores y oyentes que lle¬
nan los teatros, museos y salas de conciertos. Pero escuchar
y entender lo que dicen es otra cosa. Se ven y oyen obras im¬
presionantes de baile, música, y otras artes admirables, pero
pensamos que, generalmente, en éstas poco entra el escuchar-
entender. Por otro lado, sigue la pregunta si participamos en
las otras culturas. Por eso y en resumen, el recibir otra cos-
moaudición exige que la percibamos desde la perspectiva de
ella, es decir, entenderla a fondo que va más allá de admirarla.
En este sentido, el escuchar la lengua desempeña un aspec¬
to fundamental, porque al escucharla desde la perspectiva de
ellos, no sólo nos interpela y nos cuestiona, sino que proble-
matiza la cultura nuestra. Al hacerlo, inicia un proceso extra¬
ño: empieza a transformamos, mejor dicho, a mctamorfoscar-
nos. Por eso, comenzamos a preguntamos, ¿por qué no nos
hicimos las preguntas que nos hacen desde la otra cultura?
Otras culturas, pues, son interrogatorios para nosotros si nos
abrimos a escuchar sus preguntas.
La alternativa frente al escuchar
Informa el servicio de prensa, Mclcl Xojobal, del 26 de ene¬
ro de 2007 que, según el diario chiapancco Cuarto Poder,
los “Indígenas de Chamula toman congreso del estado”.
Mario Santiz Gómez, vocero de los inconformes, rechaza que
la destitución del presidente municipal Domingo López Santiz
el pasado 19 de noviembre, obedezca a situaciones del intento
de la homologación, pues aclaró, imperó su falta de capacidad
para escuchar al pueblo . 6
6 Letras cursivas nuestras.
26
Aprender a escuchar
Sirve de introducción al tema esta noticia de la prensa.
El pueblo de un municipio de una lengua maya, destituye a
la autoridad elegida porque no sabe escucharlo. Los electo¬
res explican su acción: hay una condición para ser autoridad
elegida, debe saber escuchar. Porque entre las autoridades
políticas y el pueblo debe existir un diálogo que presupone
que las autoridades escuchen al pueblo. El diálogo se hace
inexistente si los políticos no escuchan al pueblo. El diálogo,
además, se caracteriza por una relación necesaria entre elegi¬
dos y electores, deben reconocerse mutuamente como iguales
que se escuchan. Si la autoridad no escucha, el pueblo se siente
autorizado a destituir al presidente municipal. Es importante
reconocer que no son algunos disidentes que destituyeron a la
autoridad, sino que es todo el pueblo.
El gobierno del Estado, en cambio, no aprueba la acción
del pueblo, no le importa si es todo el pueblo o unos cuan¬
tos. No se hace referencia a la incapacidad del escuchar por
parte del presidente municipal. Porque al parecer, la autori¬
dad superior se funda en el hecho de la elección. Ésta defi¬
ne la autoridad a la cual los electores están subordinados por
el tiempo del turno del político en su puesto. Dicho de otro
modo, la autoridad electa se hace intocable. De ahí no se da
la igualdad de dialogantes entre electos y electores. Por eso,
los defensores del diálogo no pueden poner condiciones para
entrar al diálogo. No niega el pueblo de Chamula el hecho de
la elección, pero no acepta la interpretación de la misma por
las autoridades superiores del Estado.
Dicho de otro modo, el escuchar conduce al diálogo por
el cual se emparejan los dialogantes, quiere decir, rigen re¬
laciones de una democracia de iguales y participativa. 7 Si no
7 F.1 término do democracia no se emplea en lojolabal, pero en la práctica
existe. La palabra tojolabal sería oj jlaj jhájiik nos emparejaremos. Es una
27
Carlos Lenkersdorf
se reconoce esta relación, se forma otra clase de democracia
que es jerárquica o simplemente el régimen de una sociedad
estratificada que se puede llamar una “democracia modificada”
desde la perspectiva tojolabal, aunque no usan el término de
democracia sino el de lajub ’al , es decir, emparejado que co¬
rresponde a la democracia participativa. En la democracia
“modificada” de Aristóteles no se da esta clase de democra¬
cia. El pueblo si tiene el derecho de elegir a sus autoridades y
de votar, pero la decisión es por mayoría.
Para aclarar mejor el término del emparejamiento demo¬
crático entre los tojolabales y otros pueblos mayas, insertamos
una explicación. No se trata de una igualdad mecánica desde
el punto de vista económico, cultural, de género o de otra cla¬
se. Lo que quiere decir es que las diferencias mencionadas
siguen existiendo pero no se toman en cuenta. La persona que
tenga más no tiene más peso en el cuerpo socio-político por el
emparejamiento. No importa si es mujer u hombre, maestro o
milpero, obispo o comunero. Es decir, las diferencias citadas
se refieren a la función individual que cada uno representa o
desempeña. Pero dichas funciones no introducen diferencias
con respecto a la posición social. Cada uno tiene voz y voto
sin más o menos importancia. Todos saben escuchar, todos son
escuchadores y el escuchar no lleva títulos ni tiene género.
democracia diferente de lo que dice Aristóteles, Política 127%, 19 según
el cual la democracia es de la multitud, es decir, de los pobres o del pueblo
común y no de los acomodados que representan la oligarquía, si de ellos es
el gobierno. Presupone, pues, una sociedad estratificada que conduce a la
democracia de la mayoría. Entre los tojolabales los pocos acomodados no
conducen a tal clase de democracia, tampoco a tal tipo de organización so¬
cial, sino a otra variedad de sociedad y democracia. Es decir, la democracia
del consenso que es participativa. En esta dirección se movió la política de
Solón de Atenas. Aristóteles, Constitución Ateniense vm, 5.
28
Aprender a escuchar
El ejemplo de Chamula muestra que el escuchar un ni
acepta, es decir, el escuchar no forma parte de las obligaciones
y tareas de la autoridad en una democracia de la sociedad do
minante, pero sí lo hace en el contexto de un pueblo mayense
La Real Academia Española define el escuchar como “prcslnt
atención a lo que se oye , 8 pero no menciona que el escuchar
empareja a los dialogantes, como lo presupone y exige el pue¬
blo de Chamula. El escuchar desde la perspectiva Chamula es
incluyente, es decir, empareja a todos y no hace excepciones
para los que manden. Notamos nuevamente la particularidad
del escuchar a diferencia del oír. Sin problema se puede pres¬
tar atención a lo que se oye, pero se requiere, además, que se
reconozca a la persona que se escucha y a lo que dice. Dicho
de otro modo, el escuchar va más allá del prestar atención a
lo que se oye. El escuchar empareja a los dialogantes o se en¬
camina a emparejarlos en el contexto de pueblos mayas como
veremos más adelante. La autoridad, sin embargo, no acepta
tal condición. Y, además, el escuchar implica que se dialogue
con los otros que quieren ser escuchados.
El ejemplo de los indígenas de Chamula, Chiapas, seña¬
la que el escuchar representa un elemento fundamental de la
democracia maya, en este caso, de maya-tzotziles. Podemos
concluir que los mayas representan una concepción distinta
que, para la sociedad occidental, es una innovación. Así, pues,
es la concepción de la democracia por parte de la sociedad
dominante, para la cual la democracia real existente mantiene
una relación estática c incambiable para los elegidos. Para el
pueblo, las autoridades no se encuentran en una posición su¬
perior en cuyas manos está la toma de decisiones. Para el go¬
bierno, en cambio, la autoridad es superior por el hecho de la
6 Real Academia Española (1996), p. 622.
29
Carlos Lenkersdorf
elección y por ser autoridad elegida. En fin, observarnos que el
escuchar, si se acepta, exige que se emparejen los que hablen
y los que escuchen. Si no se hace, no hay diálogo, tampoco se
acepta el escuchar. La alternativa depende de cuál perspectiva
política, cultural y social se entiende y se explica.
Se puede presentar la alternativa en contextos diferentes,
por ejemplo, en relaciones laborales, académicas, comercia¬
les y otras donde existen los de abajo y los de arriba. Surgen,
además, situaciones que señalan actitudes diferentes frente a
lo que se escucha fuera de las relaciones indicadas en un con¬
texto político. El ejemplo presentado de los chamulas no es
singular, sino que se repite en otras partes dentro y fuera del
país. Lo mencionamos por una razón fundamental. El escu¬
char y ser escuchados exige condiciones políticas que exclu¬
yen la particularidad de una sociedad estratificada entre los de
arriba y los de abajo. Donde esta existe, el escuchar encuentra
obstáculos.
Por eso, subrayamos que el escuchar tiene implicaciones
profundas más allá de la percepción auditiva. Asi se explica
que la exposición siguiente nos hará regresar a esas implica¬
ciones. Es sorprendente la poca atención que recibe el escu¬
char, pero existen posiciones que explican la razón por la cual
a menudo el escuchar no se toma en consideración por no
decir que se rechaza.
Oímos y no escuchamos
Estuve en una comunidad en la montaña de Chiapas, muy
apartada de otros poblados. No hubo luz eléctrica, ninguna
carretera, ninguna escuela y tampoco agua entubada. Me in¬
vitaron para alfabetizar; en la mañana a los niños, en la tarde a
los jóvenes y en la noche a la luz de velas a los adultos.
30
Aprender a escuchar
Una mañana, antes del desayuno, doy un paseo por las inil -
pas cercanas alrededor del ejido. Al regresar me encuclilla una
niña, tal vez de siete u ocho años, una alumna de las clases de
alfabetización. Nos hablamos en tojolabal y así al saludarnos me
pregunta: ¿A dónde fuiste?” Le di je que hice un pequeño paseo.
Otra vez me dice la niña: “¿A solas fuiste?, estás muy triste". Con
estás palabras se despidió y entró en el sitio que rodea su casa.
La niña respondió a lo que escuchó de mis palabras, y que
yo no escuché como ella lo hizo. Me pregunté, ¿estoy muy
triste? ¿Percibió la niña algo más profundo en mis palabras de
lo cual no me di cuenta? Me di je que así nos escucha otra cul¬
tura. Parece que profundiza a niveles a donde no llegamos, no
sabemos llegar. Nos quedamos en la superficie. El escuchar a
fondo percibe realidades para nosotros escondidas. Asi estuve
dialogando conmigo mismo, pero no estuve seguro. De todos
modos, la niña escuchó lo que yo no percibí a pesar de que
nos comunicamos en la misma lengua.
La experiencia se distingue del ejemplo anterior de Cha-
mula. No existió la relación entre superior c inferior. La niña
me habló como igual a igual y así la escuché. Aquí, al parecer,
fue la diferencia entre dos culturas con cosmovisiones distin¬
tas lo que hizo surgir el problema de la interculturalidad. Po¬
demos hablar la misma lengua pero, por el condicionamiento
cultural, no escuchamos lo mismo aunque sí lo oímos. De todos
modos, nos cuestiona la diferencia señalada.
Por eso, al salir la niña empecé a preguntarme; "¿Qué me
dijo la niña, estoy muy triste?” No me había dado cuenta de
mi tristeza. ¿Me la escondí? ¿De veras, estuve triste? ¿La niña
me di jo algo que no supe? ¿Ella tuvo razón? ¿Por qué lo dijo?
Sus palabras brotan de su cultura desconocida, mejor dicho,
no tomada en serio por parte mía a pesar de que vivo y traba¬
jo en la misma comunidad, y hablo la lengua de ellos que ya
considero la mía.
31
Carlos Lenkersdorf
En la sociedad dominante no solemos sentir tristeza si es¬
tamos solos. A menudo buscamos la soledad. Hasta que, de
repente, nos agarra y sacude la soledad y no tenemos a nadie
que nos acompañe y en quien nos podemos apoyar. En el con¬
texto tojolabal, en cambio, los que están solos están stuch ’il ,
es decir, desarraigados. 9 Viven como abandonados. Pero no¬
sotros, en la sociedad dominante, vivimos sin damos cuenta
de nuestra situación. Para los tojolabales, si estamos solos
nuestro corazón está triste y no contento.
La experiencia con la niña nos enseña una realidad poco
investigada según sabemos. Por supuesto, me acuerdo de la
respuesta que le di a la muchacha. Oí lo que dije, pero no
escuché a fondo las palabras habladas por parte mía. Tal vez
ni siquiera oí bien, o solamente oí. La niña sí se dio cuenta,
me lo dijo y así me interpeló, me cuestionó. Expliqué las pa¬
labras de ella como surgidas de otra cultura. Así es, pero sólo
en parte.
Enfoquemos otra experiencia ya referida en una publica¬
ción previa. 10 Se trata de un congreso de lingüistas de lenguas
mayas en Guatemala, al cual asistieron algunos mayas de la
región. Los especialistas analizaron verbos transitivos de las
lenguas mayenses. Usaban repetidas veces como ejemplo el
verbo “pegar” o “golpear”. Por ejemplo, el hombre pega a su
mujer, la madre pega a sus hijos, etcétera. También se emplea
el mismo verbo frecuentemente en publicaciones lingüísticas
para explicar los verbos transitivos. 11 Se molestaron los ma¬
yas que asistieron al congreso y pidieron que no se siguiera
9 El stuch ’il es un derivado del verbo tucli ’u, desarraigar.
10 Nos referiremos a Carlos Lenkersdorf (2006), pp. 8-12, que citamos
en la página siguiente.
11 Véanse, por ejemplo, Louanna Furbee-I osee (1976), pp. 200-262 y
Jon P. Dayley (1990), pp. 345-350.
32
Aprender a escuchar
usando este ejemplo, porque ellos no son golpeadores, tam¬
poco tienen la costumbre de pegar a sus familiares. Los con¬
gresistas respetaron la solicitud, pero en publicaciones sigue
empleándose el mismo ejemplo.
¿Qué nos dice la queja? Los lingüistas usaron este verbo y
otros ejemplos sin importarles el contenido semántico de las
palabras. Les importaron exclusivamente las relaciones forma¬
les de los verbos en el contexto sintáctico. Es decir, tuvieron
un esquema y un método no derivados de lenguas mayas, sino
de criterios occidentales, mejor dicho, de criterios de lenguas
europeas o, simplemente, de la lingüística en uso.
Los mayas, hablantes de lenguas mayas, en cambio, no per¬
cibieron sólo el aspecto formal de los enunciados. Escucharon
también lo que las palabras les dijeron. No les importaron sola¬
mente los criterios lingüísticos no mayas, sino que escucharon
las palabras como mayas, como de lenguas que hablan. El gol¬
pear/pegar, pues, no sólo son verbos transitivos cualesquiera,
sino que significan golpear/pegar a alguien y se refieren a
los que están pegando a otros. Son los mayas que golpean
porque así los lingüistas emplean las lenguas mayas. Se que-
jaron no como ponentes sino como hablantes de determinadas
lenguas mayas. De ahí se entiende la protesta. El empleo de
la palabra “ofensiva” por los lingüistas lo entendieron como
semánticamente representativo de la lengua que hablaron y de
sus hablantes. Los lingüistas, en cambio, no lo vieron de este
modo. Para ellos fueron ejemplos paradigmáticos de formas
lingüísticas, lejos de toda referencia a la realidad. El conte¬
nido semántico de las palabras no entró en su consideración.
Pero exactamente esta lejanía les causó molestias a los mayas,
hablantes de las lenguas explicadas por los lingüistas. Para los
mayas las lenguas formaron y siguen formando parte integral
de la realidad que viven. Si les quitamos esta relación, las
despojamos de aspectos vitales que equivalen a una amputación.
33
Carlos Lenkersdori
Las lenguas no sólo señalan relaciones sintácticas sino, a la
vez, relaciones con la realidad a la cual las palabras se refie¬
ren.
El ejemplo es instructivo no sólo por la queja, sino por
otra razón. Mayas y lingüistas “escucharon” la misma pala¬
bra, pero no la escucharon de la misma manera. Se repite la
situación referida en el ejemplo con la niña. Los mayas hablan¬
tes perciben una palabra en su lengua con toda la carga de su
significado. Siendo mayas con una historia determinada, el
pegar y el ser pegado les hace recordar una historia sufrida,
dura y triste de quinientos años. De ahí se explica la queja
en su profundidad. El uso frecuente del término no sólo re¬
frescó una memoria amarga, sino que, a la vez, les mostró
la indiferencia de los lingüistas respecto a la realidad de los
mayas y su historia a partir de la invasión, la Conquista y el
Colonialismo. En este ejemplo, el no escuchar lo mismo que
el oír la misma palabra, muestra con mayor profundidad las
diferencias de cosmovisioncs y cosmoaudicioncs.
Los lingüistas tuvieron y siguen teniendo criterios consi¬
derados netamente científicos, que separan la realidad de las
lenguas de lo que las palabras comunican sobre la misma
realidad.
Los dos enfoques señalan que escuchar no equivale a es¬
cuchar. Percibimos de modos marcadamente diferentes. Cada
escuchador puede presentar las razones por las cuales posee
una manera determinada de escuchar. El hablante interpela
al lingüista sobre las razones que lo llevan a despojar a la
lengua de los lazos con la realidad. Se le puede responder que
se justifica por la ciencia. La referencia a la realidad funciona
como estorbo para la investigación científica de las lenguas.
Los hablantes, en cambio, sostienen, que el alejamiento de
las lenguas de la realidad produce una concepción truncada
de éstas.
34
Aprender a escuchar
Hay que ver la lingüística científica desde una perspectiva
adicional. La referencia a la realidad se considera como estor¬
bo para la investigación científica. Los mayas hablantes, en
cambio, no lo ven así, sino que ven el enfoque de los lingüis¬
tas como una realidad truncada de sus lenguas. Porque se im¬
pone una estructura “científica” sobre las lenguas que hablen
los mayas. Eliminan de las lenguas una función fundamen¬
tal de los idiomas que se hablan y escuchan. De esta manera
están forzando las lenguas en un esquema que las separa de
su función originaria. Se puede decir, que las ciencias sue¬
len insertarse en las realidades que investigan al reducirlas
al objeto que les interesa. Por ejemplo, la investigación de
los cuerpos en anatomía no quiere la vida presente, sería un
estorbo. El estudio de la mosca drosófila se interesa sólo en
partes’ de ella y no en su realidad de viviente. Es un objeto
por investigar y así dependiente de lo que decide hacer con
ella el científico. Por eso, la ciencia investigadora separa de
su contexto vital los objetos que investiga. De esta manera
reduce la realidad, puede investigar y encontrar fenómenos
fascinantes que pueden desarrollarse más allá de todo lo es¬
perado. Otto Hahn, por ejemplo, descubrió la fisión nuclear,
un logro extraordinario. Pero al informarse que gracias a su
descubrimiento se tiraron bombas atómicas sobre Hiroshima
y Nagasaki, ciudades indefensas, se asustó profundamente. El
descubrimiento de un científico se volvió la arma más mortí¬
fera. El descubrimiento rigurosamente científico se transfor¬
mó en instrumento bélico, altamente destructivo. El científico
no se dio cuenta de las consecuencias posibles al realizar su
investigación. Dicho de otro modo, la pura ciencia apartada
de la realidad presente y posible conduce a consecuencias no
consideradas. Los lingüistas se olvidaron de la realidad de las
lenguas que investigaron. El biólogo, al investigar una mosca,
la destruye sin preocuparse. La ciencia pura, pues, no es tan
35
Carlos Lenkersdorf
pura como pretende ser. Al estudiar aspectos de la realidad nos
hacemos corresponsables de nuestra investigación y sus re¬
sultados. Esta advertencia toca a físicos, biólogos, lingüistas
y otros científicos, aunque no se den cuenta. La pura ciencia
es una defensa no muy fuerte, sino que a menudo nos engaña
sin que nos demos cuenta.
Regresemos al contexto tojolabal. Dijimos que, tanto la
niña como los mayas presentes en un congreso de lingüistas,
hablan como pertenecientes a otra cultura. Por eso, el caminar
a solas provoca el cucstionamiento y la crítica de la niña. Su
cultura se caracteriza por el nosotros y no por el yo que fue
la respuesta a la pregunta de la niña. Es decir, que sofito salí
de la comunidad para caminar, lo que provocó dicho cues-
tionamiento. Este comportamiento, para la niña, señala una
actitud de la cual no me di cuenta. Desde la perspectiva de
los tojolabales, el estar solo quiere decir que nuestro corazón
está triste y no contento. No nos damos cuenta de este estado
de nosotros, sino todo lo contrario, a menudo buscamos la
soledad y nos separamos de la comunidad y no la apreciamos.
Pero la niña nos dice que, en el fondo, estamos tristes. Los
occidentales, pues, son individualistas; los mayas, en cambio,
nosótricos. Esta diferencia de cosmovisiones y cosmovivcn-
cias explica a la vez, las críticas y las concepciones diferentes
de las lenguas. Lo científico, para los mayas, está fuera de la
realidad.
De la misma perspectiva hablan los mayas en el congre¬
so. Critican que los lingüistas hablan de lenguas mayas sin
entender su contexto cultural del nosotros. Es decir, explican
dichas lenguas desde la perspectiva occidental. Los ejemplos
que dan no corresponden a las lenguas de los mayas hablan¬
tes. He aquí el fondo de su queja. El hablar de otras culturas,
también de sus lenguas, exige que las interpretemos desde la
perspectiva de ellas y no de las nuestras. En la lingüística y
36
Aprender a escuchar
en muchas ciencias estamos acostumbrados a pensar que las
ciencias buscan y establecen universalidades que, sin embar¬
go, no se confirman si partimos de culturas y lenguas dife¬
rentes, es decir, culturalmente profundamente separadas. No
hablamos, pues, de las diferencias entre lenguas europeas
dominantes, sino entre lenguas cuyas raíces no encontramos en
la Grecia antigua. Al conocerlas, hablarlas y entenderlas nos
podemos dar cuenta que, en lugar de universalidades hay di¬
ferencias profundas y, por tanto, pluralidad de criterios.
Para el tojolabal el nosotros es un concepto clave, mien¬
tras que para el español y otras lenguas europeas no lo es. En
éstas domina el yo. Por eso, el concepto de nosotros no lo
encontramos como entrada en los diccionarios de filosofía,
politología, sociología, etcétera. Pero desde las olimpiadas
de Grecia se enfatiza a los ganadores individuales, como se
hace hoy día en la política, la educación, el comercio, la cul¬
tura y la sociedad. Por eso, el anuncio de una casa comercial
anuncia soy totalmente yo con un joven de buena familia que
representa ese yo.
Los ejemplos de los chamulas, la niña y los mayas del
congreso nos hacen observar que ellos parten de la realidad
del nosotros. Las autoridades no respetaron el nosotros de los
chamulas, los lingüistas tampoco lo hicieron y no lo hicimos
nosotros al hablar con la niña. Por eso, no se establecieron
diálogos de mutuo entendimiento. Por la misma razón, las pu¬
blicaciones científicas, políticas y culturales sobre otras cultu¬
ras, pueden tener juicios muy académicos sobre ellas, pueden
ser juicios muy eruditos pero, a menudo, no tocan el meollo
de las otras culturas. Dichas publicaciones interesan a turistas
o a los buscadores de asuntos universales o exóticos, también
pueden interesar a especialistas que buscan correspondencias
con las lenguas europeas o sus particularidades, pero no lle¬
gan al fondo de sus cosmovisiones y cosmoaudiciones, como
37
Carlos Lenkersdorf
ya lo dijimos respecto a la finalidad del estudio de otras
lenguas.
Las palabras de la niña y del congreso de lingüistas, final¬
mente, señalan también la diferencia de dos conceptos, el oír
y el escuchar. Recordamos que la Real Academia Española
explica estos términos de la manera siguiente: el oír es “el
percibir con el oído los sonidos”; el escuchar, en cambio, es
“prestar atención a lo que se oye”. 12 ¿Pero qué nos dicen los
sonidos que oímos y a los cuales prestamos atención? Las pala¬
bras oídas y escuchadas implican toda la historia de una cultu¬
ra. La expresan tanto la niña como los mayas en el congreso.
Las explicaciones o definiciones de la Real Academia por su
generalidad, en cambio, se ubican en el contexto del español
u otros idiomas dominantes europeos. Pero se diferencian por
las cosmovisiones dentro de las cuales se realizan. Tanto los
sonidos como lo escuchado se particularizan por la cosmovi-
sión dentro de la cual los oímos y escuchamos.
Subrayamos esta peculiaridad. Es el distintivo del con¬
cepto del nosotros lo que modifica el escuchar y sus implica¬
ciones. Desde la perspectiva de los chamulas las autoridades
tienen que escuchar al pueblo, es decir, incluir en el nosotros
el gobernar. Los mayas en el congreso lingüístico incluyen
la realidad socio-histórica en su interpretación de la lengua.
Otra vez es también una forma del nosotros de mayas de Gua¬
temala. La niña, finalmente, nos cuestiona por el pascamos
solos. Implícitamente pregunta por qué no vamos con el no-
sotivs de la comunidad. Son estos ejemplos que caracterizan
el escuchar por la cosmovisión de los tojolabales, tzotzilcs e
indígenas guatemaltecos, siempre pueblos mayas. Los inter¬
locutores oyen las palabras de los mayas, a veces las pueden
aceptar, pero otra es su concepción del escucharlas.
,J Rea! Academia Española (1996), pp 1041 y 622.
38
Aprender a escuchar
Las lenguas escuchadas
Ya lo dijimos que al hablar de las lenguas solemos pasar por
alto la mitad. Porque nos referimos a las lenguas habladas
y omitimos las escuchadas. Es decir, enfatizamos las len¬
guas que se enseñan, que llenan los medios de información,
llamados de comunicación, lenguas que se producen en los
discursos públicos, académicos y otros que llenan las biblio¬
tecas. Pero todas estas palabras se las lleva el viento si no
hay cscuchadores. Hay que agregar, además, que la palabra
lengua viene del latín lingua que es el “órgano humano para
[...] pronunciar”. 13 Es decir, ya por el término, la referencia es
a las lenguas habladas.
Veamos, por ejemplo, la entrada del escuchar en el Peque¬
ño Larousse de 1976 y comparemos las entradas del hahlar y
decir en la misma obra. Notamos el papel reducido de la en¬
trada del escuchar en comparación con las de hablar y decir.
Así llegamos a la primera conclusión hipotética: en las len¬
guas europeas desempeña el escuchar un papel subordinado
y secundario. Se enfatiza el hablar y el decir a costa del escu¬
char. Vivimos, pues, en un contexto social, cultural y político
del hablar, de discursos y anuncios que nos inundan.
Muchas son las consecuencias de enfatizar el hablar y de ol¬
vidarse del escuchar. Vamos a mencionar algunos que señalan
la importancia del olvido. Hay cursos especiales que preparan
a los alumnos para que sepan presentar discursos eficientes, es
decir, enganchar al público para persuadirlo, para que compre
y compre más. Se quieren vender cosas y más cosas, pero tam¬
bién se venden personas y cultura: políticos, artistas, películas,
cuadros, libros, terrenos, casas; de hecho, cualquier objeto que
13 Joan Coraminas (1973), p. 357.
39
Carlos Lenkersdorf
se puede convertir en mercancía vendible. La sociedad dominan¬
te trata de comercializar todo lo que pueda alcanzar. Por ejemplo,
se comercializan, es decir, privatizan, las cárceles y las guerras.
Mercenarios se venden y cobran salarios extraordinarios. Todo
esto se hace mediante la lengua hablada y visualizada en los
anuncios. Así actualiza y personifica al rey Midas que transformó
en oro lo que tocara, pero por eso murió de hambre. El hambre de
ganancias se manifiesta en nuestros tiempos de la crisis climática.
Se habla de la necesidad de reducir drásticamente la producción
de óxido de carbono. Pero en Albcrta, Canadá, se talan bosques
boreales del tamaño de Florida para elevar la producción de pe¬
tróleo y así aumentar de modo extraordinario la generación de
gases de efecto invernadero. 14 Por eso EU y Canadá no suscriben
los acuerdos que reducen la producción de estos gases. Interesa
más el aumento de ganancias y la hegemonía mundial petrolera,
aunque acelera la destrucción del globo terráqueo como hábitat
de la humanidad.
A los discursos hablados se agregan los anuncios comer¬
ciales visuales, cada vez de mayor tamaño. A lo largo de las
calles y avenidas los comerciales ya no nos dejan ver el pai¬
saje, la naturaleza. Al atraer los ojos se disminuye el espacio
para escuchar a excepción de oír a los locutores de radio y
televisión que hablan y hablan sin esperar respuestas de los
oyentes porque estos no están presentes. El móvil que pro¬
mueve estas actividades es precisamente el del rey Midas: au¬
mentar las ganancias hasta cantidades astronómicas. 15
14 Naomi Klein, "Bagdad arde, Calgary prospera", en La Jomada, 7 de
julio de 2007, p. 24.
15 La Jomada , 4 de febrero de 2007, p. 1, "Generan ganancias por 213
mil mdd por año los negocios deportivos en EU”, “Sus rendimientos dupli¬
can a los de la industria automotriz [...] y además comida, licores, ropa y
calzado, parte de la cadena...”
40
Aprender a escuchar
El escuchar en serio, en cambio, exige ante todo que nos
acerquemos a la persona o las personas que queremos escu¬
char y que nos escuchen. Que nos arrimemos a la voz, a la
persona para escucharla y que nos escuche. Así el nosotros
se hace realidad tangible. La cercanía es significativa porque
expresa la importancia que concedemos al otro. Nos hace fal¬
ta encontramos al mismo nivel. Dicho de otro modo, que nos
emparejemos y no dejemos al que hable en la tarima y
nosotros a sus pies. La cercanía no nos deja escapar palabra
alguna que debemos escuchar y entender. El teléfono supe¬
ra las distancias y nos acerca de alguna manera, pero falta que
nos miremos en los ojos, falta la cercanía corpórea, que nos
demos un abrazo. Las palabras escuchadas son de importan¬
cia vital para nosotros. Porque nos conducen al acuerdo que
nos une y nos hace hermanos.
Si, al contrario, nos quedamos distanciados, la lejanía física
subraya el no escuchar bien, el no reconocernos mutuamente.
Hablamos y escuchamos a distancia, es decir, a medias. El
presidente Bush no se acerca a mesas redondas para dialogar
con los afganos, e iraquíes, a no ser con aquéllos que escogió
y que dependen de sus dólares y repiten lo que quiere escuchar.
Es decir, el mismo presidente huye del escuchar. No quiere
de manera alguna emparejarse con aquéllos que pudiera escu¬
char porque no van a confirmarlo. Como vimos al principio de
nuestra exposición, el pueblo de los maya-tzotziles de Cha-
mula esperó que le escuchara su autoridad que, sin embargo,
no tuvo la capacidad de escuchar. Por eso la corrieron de su
puesto, pero las autoridades superiores no lo aceptaron. La
capacidad de escuchar por parte de la autoridad no cuenta.
De la misma manera otro presidente rechazó los acuerdos de
San Andrés, firmados ya por la delegación gubernamental, y
así las autoridades superiores no escuchan porque pretenden
saber mejor.
41
Carlos Lenkersdorf
Si sabemos escuchar y acercamos a nuestros enemigos,
éstos ya no son enemigos nuestros. Pero es difícil ponerlo en
práctica, porque requiere que nos igualemos con el enemigo.
Al escucharlo ya no será nuestro enemigo, porque al escuchar¬
lo nos hemos emparejado como hermanos que dialogamos.
Si escuchamos, ya no afirmamos y tampoco podemos afir¬
mar que ya sabemos lo que les hace falta a los otros. Tampoco
podemos sostener que ya no tienen que hablamos porque ya
lo sabemos lo que nos toca escuchar de ellos. La actitud que
pretende que ya sabemos lo que nos dirían es una manera de
no querer escuchar. No importa de quien se trata, la pretcn¬
sión de ya saber lo que quieren decimos significa el endureci¬
miento de nuestro corazón que no quiere escuchar, no quiere
acercarse al otro y fi jarse en sus palabras. El no querer escu¬
char equivale al rechazo del nosotros.
La cercanía física nos hace ver en los ojos aunque nos
cueste; también hace acercar nuestros oidos, nos hace dar la
mano y dar un abrazo de hermandad. Todo lo hacemos para
escuchar mejor. Otra es la cercanía del torturador a la vícti¬
ma. No se empareja con ella, sino que la convierte en objeto
a la disposición del torturador perverso. Guantánamo y Abu
Ghraib son dos ejemplos entre muchos. La tortura, además,
se ha legalizado para convertir el escuchar en humillar al tor¬
turado. 16
He aquí la importancia de la cercanía entre los que saben
escuchar. Porque es la condición de reconocer y respetar a los
otros, sus palabras, sus argumentos, sus pensamientos, sus ne¬
cesidades y participar en sus alegrías, tristezas, sufrimientos y
conocimientos. El escuchar nos abre el corazón y también el
16 Véase Jan Claude Paye (2007), Military Commissions Act de 2006,
pp. 1-11. Véase también abajo el capítulo “El escuchar perverso”.
42
Aprender a escuchar
de los otros. Tienen la misma importancia que nosotros cuando
los escuchamos. El escuchar es uno de los pilares del diálogo.
Nos acercamos al otro al escucharlo y así nos entendemos. Por
eso, el otro no es solamente el que nos habla, sino que es a la
vez participante necesario del diálogo que nos hace reconocer
la dignidad de cada uno de los dialogantes. La disposición de
escuchar y de dialogar nos dignifica así como a la vez dignifi¬
camos al otro con quien dialogamos y a quien escuchamos.
He aquí otro aspecto del escuchar, el diálogo. Nos acerca¬
mos al otro para escucharlo y, a la vez, se espera que respon¬
damos a quien escuchemos. Es decir, el escuchar es la puerta
al diálogo que, a su vez, es fundamento de la convivencia,
porque al dialogar nos emparejan las palabras escuchadas.
Cada uno de los dialogantes está en el mismo nivel social,
aunque sean de niveles económicos, culturales y políticos
muy diferentes. Ninguno de los que se escuchan y se hablan
es superior al otro. Enfatizamos otra vez que no cuenta la po¬
sición social, política o económica que tenga cada uno de los
dialogantes. Por eso, en el diálogo los dialogantes se nivelan
socialmcntc, sean individuos o grupos. El diálogo es, pues,
una advertencia a los superiores para que no se impongan, que
tampoco consideren mejor la opinión suya y que no empeque¬
ñezcan a los inferiores. Esta advertencia, de hecho, es mutua
en el sentido de respetarse los unos a los otros como iguales.
Por esta razón, podemos afirmar que el diálogo es el mejor
remedio contra el odio y la guerra. Enfatizamos, además, que
el diálogo no se puede si los dialogantes no se escuchan mu¬
tuamente. La afirmación suena bonita, pero no es nada fácil,
porque exige que nos emparejemos con los otros.
De esta manera el camino del dialogar y escuchar supera la
estructura social de los de arriba y los de abajo, de ricos contra
pobres, de sabios contra incultos, de blancos contra negros,
de mestizos contra indios, de cristianos contra musulmanes;
43
Carlos Lenkersdorf
en resumen, supera tanto la división de la sociedad por clases
sociales, económicas, políticas, religiosas y racistas. Pero, a
menudo, le damos la superioridad al hablar sobre el escuchar.
Éste es el caso de las lenguas de Occidente que desconocen
las lenguas de los pueblos originarios, tampoco las aprenden.
Existe toda una disciplina, llamada retórica y, en forma
comercializada, mercadotecnia. Se estudia el hablar en cuanto
tiene un efecto formador y manipulador sobre los escucha-
dores. Sin embargo, poco o nada se estudia cómo se escucha
bien. Lo que interesa es cómo influir a los oyentes. Una de
las tarcas principales del orador o locutor es que ejerza el im¬
pacto buscado y profundo en el auditorio. El locutor puede
esforzarse a modelar o manipular a los escuchadorcs, y en
este sentido se piensa que tiene preeminencia. Pero al concen¬
trarse en los propósitos señalados, se denigra el diálogo y, a la
vez, el escuchar. Y, finalmente, el hablar pierde sentido si no
hay escuchador que dialogue con nosotros.
Nos muestra la historia de la retórica que no fue siempre mer¬
cadotecnia. Depende de la postura ética del orador si se propo¬
ne convencer o manipular a su auditorio. Estamos de acuerdo,
pero sabemos que a menudo y, sobre todo, actualmente, se
confunde el convencer con el manipular, sobre todo si el ora¬
dor pide miles de dólares de honorarios. El dinero no sólo
comercializa las palabras y al orador, sino que comercializa
el escuchar. Pueden escuchar sólo aquéllos que pueden pagar.
¿Qué, pues, vale más, las palabras escuchadas o el dinero que
se cobra? Por supuesto, no todos cobran, pero nos referimos a
una práctica bastante común.
Ya lo sabemos, las palabras y lenguas no sólo son habla¬
das, sino también escuchadas, aunque nos hace falta un térmi¬
no especifico para ellas. Son éstas que tienen su particularidad
muy marcada que las distingue de las habladas. Porque para
empezar, el escuchar nos silencia, nos cierra la boca y frena
44
Aprender a escuchar
también el diálogo interior que habla sin cesar. Son las pala¬
bras de adentro. En efecto, el silenciador se exige, porque si
no nos callamos no podemos fijarnos en los otros o el otro
que nos hable. Necesitamos todos los recursos intelectuales
a nuestra disposición para escuchar, reflexionar y entender lo
que escuchamos, lo que nos dice el otro.
Es decir, el escuchar nos hace recibir las palabras que nos
dicen los otros. Son las palabras de afuera. Sin empatia no
entendemos lo que se nos dice. 17 Desde afuera, pues, no sólo
escuchamos las palabras de los otros, sino que escuchamos, a
la vez, la naturaleza que nos habla, que nos sostiene, que nos
acaricia y, a veces, nos sacude. Nos hace falta escucharla en
todas sus manifestaciones, porque somos parte de ella y, de
ninguna manera, somos dueños de ella para manipularla. De
esto nos toca hablar a fondo más adelante, porque se refiere a
uno de los problemas fundamentales que nos aquejan hoy día.
En resumen, las dos clases de palabras, las habladas y las
escuchadas, constituyen aspectos básicos de la lengua. En
efecto, se complementan, porque ¿qué son las palabras habla¬
das si no hay nadie que las escuche? Si las lenguas se constitu¬
yen por los dos tipos de palabras, surge un problema de fondo.
¿Por qué no se estudian, no se investigan las lenguas escucha¬
das? Se nos ocurre una sola respuesta hipotética. A lo largo de
la historia occidental, a lo menos desde la Grecia clásica, se
enfatiza la lengua hablada y escrita, y poco o nada se enfoca
la escuchada. 18 El hecho que no se estudian las lenguas escu¬
chadas parece tener razones históricas, como lo señalamos ya.
Pero puede existir otra razón en la actualidad a no ser que sean
17 Véase también Cari Rogers, psycotherapeuta (1951), Client-centered
Therapv. Enfatizó congnicncia, empatia y respeto como las tres característi¬
ca del terapeuta que aprende y sabe cómo escuchar a sus pacientes.
“ Gemma Corradi Humara (1990), p. 1-17 y passirn.
45
Carlos Lenkersdorf
las consecuencias de la razón anterior. Dada la inflación de las
palabras habladas, sobre todo en los medios, la política y el
comercio, ni se piensa en las palabras escuchadas. Se quiere
manipular a los escuchadores, mejor dicho a los oyentes, y se
estudia como mejor se hace, pero el escuchar a fondo no entra en
consideración. Al estudiar otros fenómenos más adelante, en el
contexto de lenguas no indoeuropeas, se muestra otra razón
posible que explica la falta de estudiar el escuchar.
En tiempos muy recientes se ha comenzado a investigar las
lenguas escuchadas, pero todavía son casos contados. 19 Éstas
son algunas de las razones por las cuales escogimos este tema.
Es decir, el trato negligente de la investigación de las lenguas
escuchadas. Se añade otra razón, hasta cierto grado personal.
Soy lingüista de lenguas mayas, en particular del tojolabal, una
de las lenguas mayenses que se habla y se escucha en el estado de
Chiapas, en el sureste de México. El tojolabal nos llama la aten¬
ción para mejor entender el escuchar. Pero antes de enfocarla,
nos tocan dos problemas de urgencia: el diálogo interior y el
riesgo de escuchar.
Escuchar al corazón y el diálogo interior
Ya nos referimos a este tema con el cual nos toparemos tam¬
bién más adelante. El diálogo es la prueba de que si sabemos
escuchar, pero qué es lo que escuchamos y a quién escucha¬
mos. Escuchamos sólo a nosotros mismos o es otra voz que
habla y la escuchamos. Sakk’inal Tajaltik 20 dice:
19 Véase Michael Purdy (1991).
20 Coautor del libro Diario de un tojolabal.
46
Aprender a escuchar
oj kal awab ’yex yo diré uds. escucharán 2 '
jas xchi ’jajk ‘ufoli lo que dice mi corazón 22
Dice el autor lo que escucha de su corazón, es decir, hay
una voz interior que percibe el escuchador y no es que se es¬
cucha a si mismo. El diálogo interior es más complejo de lo
imaginado. No escuchamos simplemente a nosotros como en
un soliloquio. Desde la perspectiva tojolabal el corazón no
es sólo el órgano que hace circular la sangre. Es también una
instancia interior que sí percibe lo exterior, lo hace pasar por
un “cedazo ’ critico y lo dice al escuchador. En Sócrates en¬
contramos un fenómeno parecido con la diferencia que no se
refiere a su corazón sino a su “ demonio” 23 pero es “voz de
otro” dentro de Sócrates mismo, así como Sakk’inal Tajaltik
habla de su corazón. De esta manera se establece un diálogo
auténtico y no se trata de un soliloquio interno. Dicho de otro
modo, es un guía que orienta y dirige al que sepa escuchar¬
lo. Seguramente exige la capacidad de percibirlo, pero parece
que a menudo nos falta la práctica y el ejercicio de escuchar al
corazón que, como piensan los tojolabales, nos hace alegres,
contentos o tristes, según la situación en la cual nos encontra¬
mos. Cuando estamos alegres y contentos nos vestimos con
gusto y de este modo manifestamos la alegría del corazón. Lo
podemos percibir en otros si conocemos el lenguaje del cora¬
zón. Si es así, la ropa no son los trapos que nos ponemos, sino
que son señales del habla del corazón. Pensamos que siempre
se da, nos habla, nos llama, pero por el diálogo interior de tipo
soliloquio, no diferenciamos las voces que callan el corazón.
21 En español sería, “yo les diré”.
” Carlos Lenkersdorf (2003), pp. 94-95.
25 Platón, Apología 31" y 40". Véase también Gemina Corradi Fiumara
(2005), p. 127 ss. Es el daimon en el texto griego.
47
Carlos Lenkersdorf
El diálogo interiores un escuchar a nosotros mismos. Parece
que ese monólogo no descansa, sin cesar lo escuchamos, sin
interrupción nos habla o hablamos con nosotros mismos. Es
la reflexión nunca interrumpida de nosotros. Sabemos y que¬
remos escucharla, pero escuchamos a nosotros mismos. Este
diálogo interior nos aísla y nos obstaculiza el escuchar tanto
al corazón como a los demás. A veces el corazón nos sacude
y nos despierta, pero sólo a veces. Es uno de los aspectos más
delicados de nuestra humanidad. A la vez es un bastón en el
cual nos podemos apoyar para encaminarnos hacia lo humano
del cual nos olvidamos con tanta facilidad.
Dicho de otro modo, hay dos voces interiores que nos hablan.
El corazón nos quiere despertar como miembros del nosotros
cósmico y decimos que formamos una humanidad. 24 El diálogo
interior, en cambio, nos confirma en lo que sabemos y queremos.
No nos despierta, sino todo lo contrario. Sin interrupción nos ha¬
bla, es difícil callarlo para escuchar al corazón y a los dialogantes
que nos hablan. Tenemos que aprender cómo silenciarlo para po¬
der escuchar. Su hablar es muy insistente y nos cuesta apagar su
voz. Para poder hacerlo tenemos que aprender también cuál es
la voz de él y cuál es la voz de nuestro corazón. Es un indicador
que nos hace buscar lo humano, la solidaridad con hermanos y
hermanas y la que no nos confirma en el egocentrismo, el etno-
centrismo y la patriotería. Dicho de otro modo, la voz del
corazón es, a menudo, la voz del nosotros y viceversa.
Es difícil acallar el diálogo interior que nos habla sin ce¬
sar, pero es necesario hacerlo para poder escuchar, tanto el
corazón como las voces de los otros. No es fácil acallarlo y re¬
quiere bastante práctica, porque requiere que no escuchemos
a nuestro yo, sino a las voces que nos llegan del no-yo, es de¬
cir, del exterior, del nosotros o del corazón. Una vez acallado
M Carlos Lenkersdorf (ed.) (2003), p. 95.
48
Aprender a escuchar
este diálogo interior, el escuchar tiene un efecto desconocido
e inesperado. Es un liberador de la egolatría y del egocentris¬
mo. Los dos nos bombardean constantemente en el diálogo
interior y con todas las ofertas que la sociedad dominante nos
hace para emborrachamos psíquica, cultural y políticamente.
Nos hace olvidar que el comprar, el mandar, el poder, los par¬
tidos, el yo no son los centros de la vida ni de nuestra vida,
sino que el escuchar nos orienta en otra dirección que nos
libera y nos hace libres para percibir las voces del corazón y
de los otros. Al fijamos en ellas empezamos a ver y escuchar a
hermanos en los despreciados y enemigos. Es un camino ries¬
goso como se explica enseguida, pero aun así es liberador.
La liberación que se realiza no es aquélla que nos libera
de los otros que impiden nuestro individualismo, sino que nos
libera del dominio del yo y así nos hace libres para los otros
que escuchamos. Dicho de otro modo, nos hace entrar en el
mundo del nosottvs, en el cual todo vive, prevalece tanto el diá¬
logo como el emparejamiento. Es, pues, una liberación des¬
conocida en la sociedad dominante en la cual reina la libertad
individual que busca la liberación de lo que limite el yo.
El riesgo deI escuchar, ¡
La lengua nos muestra un aspecto muy común pero olvidado
o poco considerado. Es decir, el escuchar al otro nos traslada
a otra realidad. En primer lugar, no es fácil escuchar a nuestro
corazón y escucharlo como voz de otro, porque puede ser que
lo confundamos con el diálogo interior que no nos despierta
sino que sólo confirma nuestro yo y así nos adormece.
Otro peligro es diferente, si queremos escuchar a alguien
tenemos que desmontar la imagen que a menudo solemos tener
del otro como enemigo. Es la imagen hostil. Para escuchar.
49
Carlos Lenkersdorf
tenemos que acercamos al otro sin prejuicio alguno. Pero nos
cuesta, porque la cercanía puede causar daño. Hay una larga lista
de lo que nos puede hacer. Vamos a enlistar algunos elemen¬
tos que impiden convivir con ellos. Se dice que los enemigos
son destructores; quieren despojamos de nuestros bienes; nos
ensucian; nos contagian con su pensar y su comportamiento;
manchan nuestra posición social; denigran a nuestros hijos si se
hacen amigos de ellos; etcétera. Por eso tenemos que cuidamos
constantemente, para estar preparados en cuanto a las amenazas
destructivas de aquellos que consideramos nuestros “enemigos”.
Son esta clase de pensamientos los que nos distancian de los
otros y moldean nuestro comportamiento y no sólo el de noso¬
tros sino también de naciones que, a menudo, no pueden exis¬
tir sin tener enemigos. Pero tenemos que cuestionar la imagen
que construimos de los otros. ¿Es verdad que nos quieren des¬
truir? ¿Son terroristas o narcos? ¿Tienen los medios para ani¬
quilamos? ¿En serio nos quieren despojar, denigrar, ensuciar,
manchar, contagiar? ¿Tenemos fundamentos que justifican la
imagen que tenemos de ellos? Para defendemos pedimos más
y más policías. Pero el aumento de fuerzas de seguridad multi¬
plica asesinatos, desapariciones y, en general, la inseguridad de
la ciudadanía. Lo confirma la lectura de la prensa diaria.
Una cosa es segura, la imagen hostil condiciona nuestra
conducta. La imagen configura también la visión que tenemos
de otros. No queremos escucharlos porque pensamos que lo
que nos dirán confirmará lo que pensamos de ellos. En pocas
palabras, la imagen configura la relación social, política y cul¬
tural que tenemos de ellos y que vivimos. 25
Por ejemplo, la imagen que Washington construyó de Irak para jus¬
tificar la guerra es típica de la imagen de un enemigo sin fundamento. Fue
una mentira para justificar la guerra.
50
Aprender a escuchar
Nos toca cuestionar a fondo esta imagen. No la podemos
fundamentar ni refutar, a no ser que nos acerquemos y es¬
cuchemos a los “enemigos". Pero la imagen nos frena y nos
cuestiona a nosotros. Nos pregunta, ¿irás al gheto, al tugurio,
a la casa de ladrones, con los mentirosos y enfermos que te
denigrarán y te contagiarán? ¿Irás al país donde gobierna un
dictador y existe un estado policiaco? ¿Nos atreveremos a vi¬
vir en medio de salvajes? El acercamiento exige de nosotros
comportamientos nunca pensados. El contacto pensado con
los “enemigos” nos llena de miedo y de prejuicios. El acer¬
camiento es el primer paso hacia tierras desconocidas y posi¬
blemente nadie nos acompañe, sino que se rían de nosotros.
Es la entrada a la perspectiva de los que ven y viven el mundo
de otro modo. Pero sólo así aprenderemos a ver la realidad
desde la perspectiva de otra cultura. La aproximación, pues,
nos cambia a nosotros mismos y nos muestra aspectos nues¬
tros no imaginados. De esta manera, al ponemos a escuchar
iniciamos un proceso transformador de nosotros: queremos
escuchar para averiguar cómo son ellos y por esta vía averi¬
guamos quiénes somos nosotros. Es un camino que nos meta-
morfosca y, a menudo, nos libera de mentiras que han metido
en nuestra mente.
Antes de continuar, presentamos la experiencia de un
alumno, la cual explícita la exposición anterior.
El otro día iba manejando el carro de mi hermano y me paré a
buscar un documento en un lugar solitario. De pronto apareció
en la ventanilla un joven oliendo a Rcsistol 5000. Me dijo: “Al
chile traigo un fogón”, y me enseñó la cacha de una pistola que
traía en una inochilita. Yo traté de no verlo a la cara, miré hacia
el frente y le dije: “Tú dices cómo le hacemos”. “Tu cartera y
tu celular, me dijo”. Le di mi celular y le dije: “Déjame sacar
mis credenciales ¿no camal?”, y entonces lo miré a la cara. Me
51
Carlos Lenkersdorl
dijo: “Sí, no hay pedo, sácalas, es que no es mala onda pero me
acaban de atracar unos policías”. Me dijo otras cosas en un tono
no-agresivo pero ya no las recuerdo. Se acababa de ir caminando
con mi celular y 200 pesos cuando sentí una extraña familiari¬
dad con él y sin pensarlo lo llamé: ¡“Oye”! Se regresó hasta la
ventanilla del carro y le dije: ¿“Me puse pálido”?, y él me dijo:
“La neta sí camal. Mira, cómete un dulce” y sacó de la misma
mochilita donde traia la pistola una palanqueta de esas grandotas
que hacen en Xochimilco y me la dio. Tuve una sensación extra¬
ñísima (y esto tengo todavía que intentar explicármelo, porque
presiento que es importante, presiento que tiene que ver con la
idea de humanidad), me dio risa y le dije: “Gracias camal” y
hasta nos dimos la inano. He notado que la gente cree que soy
un pobre tonto por haberle dado la mano, o sea por no odiarlo,
pero lo que él se llevó no lo necesitaba yo para comer y él quién
sabe. Y aunque nada lo justifica a él por robar, en vez de ponerse
a trabajar, yo nunca, nunca lo mandaría a él ni a ningún otro
(como se hace regularmente) a pudrirse en un hoyo como son
las cárceles de México por quitarle el pan de la boca a uno que
tiene más de donde sacar. Habría más bien que reeducarlo en una
cultura del trabajo, pero no hay instituciones que se dediquen
a eso aquí en México, por eso las cárceles están convirtiéndose
ya en verdaderos campos de concentración. 26
El escuchar al “enemigo” produce un efecto doble, en el
enemigo y en el que lo escucha. Sorprende al escuchador, le
hace pasar una catarsis. En este proceso estamos aprendiendo
que los indios no son salvajes, ni sucios; los negros no son
feos ni apestosos; los musulmanes no son crueles; los campe¬
sinos no son incultos; y un asaltante es un humano. Los ladro¬
nes son humanos también, se perdieron en una sociedad que
los ha desorientado. El saber escuchar en estos momentos nos
26 Comunicación personal de Sergio Pérez Gatica.
52
Aprender a escuchar
manifiesta la voz del corazón o del “demonio” socrático. Nos
sorprende a nosotros mismos y difícilmente podemos expli¬
cárnoslo. Pero nos muestra un camino hasta ahora no reflexio¬
nado. Es la catarsis que sorprende al joven chofer. Por eso le
da la mano al asaltante y no puede explicárselo a sí mismo. El
encuentro con el otro lo hace verlo como hermano aunque, a
la vez, pueda criticarlo. Pero no se olvida de la sociedad en la
cual vivimos y que produce esta clase de personas que asaltan
a la gente. El encuentro salió bien, pero los conocidos del
chofer lo criticaron cuando les platicó el evento. La sociedad
maneja criterios diferentes. Los asaltantes son peligrosos y el
joven chofer se expuso a un peligro sin darse cuenta.
El otro, sin embargo, puede ser un mandón, alguien que
nos odia, un asaltante asesino. Al escucharlo de verdad nos
desarmamos delante de él y así nos desnudamos y mostra¬
mos nuestra humanidad. A la vez, apelamos a la humanidad
de él. No sabemos si la acepta. Es el riesgo del escuchar que
se manifiesta en situaciones límite. Nos desarmamos por ser
humanos. Si el otro lo percibe, no lo sabemos. Desarmados
manifestamos que queremos escuchar sinceramente y no en¬
frentar al otro. El desarmamos, sin embargo, transforma la
visión del mundo que hemos construido: estamos rodeados
de enemigos, terroristas, narcos y gente peligrosa en general.
Debemos, pues, preparamos para defendemos y vencerlos. Es
la cosmovisión de la compctitividad, de vivir en un contexto
hostil. La guerra se nos impone y para evitarla iniciamos la
guerra preventiva con todas las consecuencias que vemos en
Irak.
Desarmados estamos ya en otra realidad. No nos rodean
enemigos sino hermanos potenciales. No buscamos enfrenta¬
mientos sino complcmentaricdad. Estamos en el contexto de
pueblos mayas originarios de tiempos prchispánicos, cuyas
53
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
lenguas hasta hoy no tienen el vocablo de enemigo . 27 La so¬
ciedad los hizo aprender la realidad de enemigo y por falta de
la palabra adoptaron un concepto del español. En tojolabal di¬
cen kronta, derivado de contra. Al desarmamos regresamos,
por decirlo así, a un mundo prehispánico o posclásico ,- 8 en el
contexto histórico maya que se vive hasta la fecha. Entramos,
pues, en una tierra prometedora que deja atrás la larga historia
occidental de vivir entre enemigos. No sabemos si nos espera
lo que dijo un responsable de la civilización el tlingil de Alas-
ka: “No importa lo que toque o lo que le dice la civilización,
lo hace morir ”. 29 Es decir, la civilización dominante puede
vengarse y eliminamos.
La ley y el riesgo de escuchar, 2
Hay otro riesgo del escuchar por la particularidad de éste. La
ley exige que los ciudadanos la cumplan, y no solamente los
ciudadanos sino todos y no importa su nacionalidad. Extranjeros
no se admiten en el territorio de otra nación si no tienen la na¬
cionalidad por naturalización ni una visa que les permita la
estancia en el país. En estos días se repite en muchos países
la inmigración de personas de naciones diferentes, a menudo
por la razón que en sus tierras ya no encuentran los medios
para poder sobrevivir y sostener a su familia. Es decir, no se
deciden a salir de sus lugares para un viaje turístico sino por
21 Véase el tojolabal y el kiclié.
28 Aproximadamente después del 900 d. C.
29 Presentamos una traducción libre del alemán que dice, “mis atich
imnier von der ZMlisation ungesprochen oder berflhrt wird. muss sterben
Klaus Bednarz (2003), p. 386. Véase también el comentario explicativo que
signe hasta la p. 387.
54
necesidades: ya no encuentran solución de sus problemas vi¬
tales en el sitio donde viven. El gobierno o el Estado no les
ayuda a encontrar medios de mantenimiento para sí mismos
y su familia. Es por pura necesidad que salen de sus lugares,
pero al hacerlo se vuelven trasgresores de la ley al entrar en
otro país, es decir, México para los centroamericanos y Esta¬
dos Unidos para los mexicanos y ciudadanos de otros países.
Al entrar como extranjeros en otro país sin documentos que
los autoricen se hacen personas “ilegales’' que se exponen a
que las fuerzas de seguridad los deporten y en muchos casos
los maltraten . 30 Repetimos y subrayamos, que no salen de sus
lugares para participar en el “sueño americano” (the american
dream) como se dice, sino que se encaminan por el hambre y
por solidaridad con su familia que ya no pueden mantener.
Ahora bien, sabemos lo que las leyes dicen, pero también
pensamos que sabemos escuchar. Y al hacerlo escuchamos
a hermanos hambrientos, deshidratados, perseguidos, mal¬
tratados, mutilados, porque cayeron del tren y perdieron una
pierna. Nuestro escuchar se complementa con el mirar. Nos
acercamos, pues, a los otros, nos hacemos hermanos y soli¬
darios. Conocemos las leyes, pero las leyes y sus defensores
no ven en los indocumentados a los necesitados sino sólo a
los ilegales. Las leyes, no son justas, no son humanas, por¬
que no reconocen las necesidades y problemas urgentes de
los hermanos que escuchamos y miramos. Ahora bien, si nos
comportamos como los que sepamos escuchar, nos hacemos
trasgresores de la ley que nos castigará. He aquí la alternativa,
30 Véase ciepac-e-bounces@lists.laneta.apc.org.. Boletín “Chiapas al
Día”, núm. 558, ciepac, Chiapas, México (13 de marzo de 2008). La ne¬
cesidad de acciones radicales para defender los derechos de los migrantes:
entrevista a Ray Ybarra Miguel Pickard, 13 de marzo de 2008, núm. 558,
ciepac, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
55
Carlos Lenkersdorf
si obedecemos la ley nos exponemos a su rigor, si no la respe¬
tamos, nos olvidamos de ser humanos. Dicho de otro modo, el
gobierno defiende la ley y así tiene todo el derecho de castigar
tanto a los extranjeros como a nosotros que ayudamos a éstos.
Si respetamos el comportamiento humano, si acatamos los de¬
rechos humanos, nos ubicamos fuera de la ley.
Id escuchar, pues, implica otro riesgo, no sólo nos pue¬
de exponer al asaltante sino también a leyes que defienden el
ego patriótico y chauvinista. La ley, por tanto, no puede ser
la última norma del comportamiento humano. Si respetamos la
justicia y los derechos humanos nos volvemos delincuentes
frente a la ley. Queremos ser ciudadanos respetuosos, pero
nos encontramos en situaciones donde los reglamentos oficia¬
les, es decir, las leyes, son tan “frágiles” como los principios
radicales de siempre decir la verdad. 31
El tojolabal
Ahora bien, enfoquemos nuevamente el tojolabal, una de las
lenguas mayenses que no pertenecen a las lenguas europeas.
Sus raíces son otras. Se derivan, según una especialista en la
materia, del llamado proto-maya que se hablaba antes del año
2000 a. C. 32 Tienen pues una historia muy larga. Se estableció
el contacto con el español en tiempos muy posteriores, es de¬
cir, con una de las lenguas europeas, al llegar los invasores y
conquistadores en el siglo xvi.
Amerindios y españoles no pudieron comunicarse por fal¬
ta de una lengua común. Se dice que se pudieron comuni-
31 Véase el capitulo final, “ Un ejemplo de escuchar en su contexto”.
32 J.K. Josserand (1975), pp. 501-510.
Aprender a escuchar
car en náhuatl, pero no es seguro. Les hicieron la guerra los
invasores y les leyeron en español el llamado requerimiento
que exige la sumisión de los pueblos originarios a los Reyes
Católicos de España que recibieron la autoridad por el Papa.
Si los indígenas no se sometían los iban a conquistar, quitarles
sus bienes y hacerlos esclavos. 33
La relación entre conquistadores y conquistados se carac¬
terizaba por los sucesos comunes en guerras de conquista en
aquel entonces y también en nuestros días, por ejemplo, en Irak.
Se propone destruir el arte, la cultura, la religión, las bibliote¬
cas y otros monumentos así como la estructura socio-política
del pueblo conquistado. Sabemos de la quema de libros por
el obispo Landa. Otros lo hicieron también y Fray Bartolomé
de Las Casas lo atestigua. 3 '* Se suele matar a mucha gente y,
además, mueren de modos diferentes muchas personas de los
conquistados. Sabios y maestros representan una de las metas
predilectas para las balas, espadas y perros de los invasores. 33
Pero, a pesar de todo esto, los tojolabales y numerosos pue¬
blos mayas siguen viviendo hasta la fecha. Han conservado su
lengua y mucho de su cultura y cosmovisión que se manifies¬
tan en sus lenguas.
Es muy instructivo estudiar su cosmovisión y cosmovi-
vencia, expresadas por la lengua y prácticas que, a pesar de la
destrucción generalizada, se han conservado y de esta manera
se hacen presentes y asequibles hasta los dias de hoy. Por su-
33 Silvio A., Zavala (1988), pp. 215-217.
,J Las Casas, Fray Bartolomé de (1967), Apologética historia sumaria,
tomo ii, edición preparada por Edmundo O’Gorman. México, Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, p. 24.
Véase también Femando Bácz (2004).
33 Véanse las fotografías de la cárcel de Abu Ghraib, publicadas por la
prensa.
56
57
Carlos Lenkersdorf
puesto, no siempre podemos afirmar con certeza cuáles son
los elementos prehispánicos, pero las diferencias fundamen¬
tales entre lenguas mayas y el español nos guían hasta cierto
grado para señalar las raíces antiguas que, a la vez, dan testi¬
monio de la vida de los tojolabales contemporáneos nuestros.
Nos referiremos con detalle a algunos ejemplos de la lengua
y vida más adelante.
Hay que agregar, además, que muchos documentos de es¬
critura glífica prehispánica se han destruido y hasta la fecha
los epigrafistas trabajan y avanzan en descifrarlos en los tes¬
timonios escritos que sobrevivieron la destrucción. Así tam¬
bién se descubren coincidencias sintácticas de nuestro tiempo
con aquél de entonces. Conociendo, pues, la lengua se abre la
posibilidad de investigar e interpretar la cultura actual junto
con la estructura socio-política. 36
Por ejemplo, como ya lo mencionamos, el tojolabal no
sólo emplea sino que enfatiza el escuchan lo que representa
una de las particularidades notables del idioma y de la reali¬
dad social de este pueblo originario. En su lengua, el escuchar
se expresa por el verbo ab *i\ una de las palabras frecuentes
de su léxico, con una paleta semántica muy amplia. 37 Es de la
raíz 'ab ' que encontramos constantemente en el vocabulario
y la sintaxis. En primer lugar, mencionaremos algunos fenó¬
menos del léxico.
Como ya dijimos en el inicio de este libro, en tojolabal
hay dos palabras para lengua o palabra. Por un lado está el
l ab < al , uno de los derivados de la raíz 'ab \ Se refiere a la len¬
gua o palabra escuchada. Por otro, está el k umal, la lengua
36 Véanse de Carlos Lenkersdorf los diccionarios (2008); la gra¬
mática Tojolabal para principiantes (2005); y Conceptos tojolabales de
jUosofia y del altermundo (2004).
37 Véase Carlos Lenkersdorf (2004), pp. 84-88.
58
Aprender a escuchar
o palabra hablada. Los tojolabales, obviamente, perciben la
necesidad de pensar en dos aspectos de palabras o lenguas.
Se manifiestan por el hablar y también al escuchar. Hay, pues,
particularidades entre las dos que exigen conceptos distintos
para diferenciar estas dos clases de lengua: la escuchada de
la hablada. Se refieren a acontecimientos no idénticos, son el
escuchar y el hablar o decir. No se dan simultáneamente en la
misma persona. Se presuponen a lo menos dos personas que
se comunican al referirse al hablar y escuchar. Ninguna de las
dos es más importante que la otra. Sin hablar no se escucha
nada, y sin escuchar se habla al vacío. Los dos términos, * ab ’al
y kumal , seguramente se justifican y, a la vez, nos preguntan,
¿por qué no tenemos términos correspondientes en español y
otras lenguas europeas? ¿No es un trato negligente que el es¬
cuchar recibe por nuestras lenguas? Así puede ser, pero no lo
sabemos. El hecho es que, hasta donde conocemos, la palabra
y la lengua escuchadas desempeñan un papel secundario en el
contexto de las lenguas dominantes de Occidente. Y nos cuesta
aceptar el carácter diádico de la lengua porque la lengua es la
hablada. Nos faltan el concepto y la presentación correspon¬
diente al ' ab al, digamos la “escuchada”.
Pero el verbo referido se caracteriza por otra particulari¬
dad. No sólo significa el escuchar sino también el 'ab'i yaj
“sentir dolor*\ 'ab'i jun may "fumar un cigarro ”, 'ab 7 ja
stsamalil ja k'ini, "sentir la belleza/alegría de la fiesta". El
<ab V, pues, es el ya mencionado recibir algo que nos viene de
fuera como el dolor, el humo del cigarro, etcétera. Podemos
traducirlo también por el sentir , pero nos parece que el recibir
lo aclara mejor. Así es que recibimos las palabras escucha¬
das, si y sólo si sabemos recibir, ser receptores y no actores
o actuantes. He aquí lo distintivo del escuchar, alguien nos
escoge, nos encuentra y habla con nosotros. Somos como cle-
59
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
gidos para escuchar. Somos obsequiados y nos convendría dar
las gracias, reconocer al que nos obsequia y que, a la vez, nos
regala lo que no tenemos, lo que nos hace falta y nos enrique¬
ce por las palabras que escuchamos, que nos dice y lo que no
escuchamos antes.
Observamos, además, que el pueblo tojolabal-mayense
emplea la palabra 'aba! al referirse tanto a sí mismo como
a su lengua. Al llamarse conforme a su lengua no se señala
nada particular. Franceses, alemanes, rusos y otros pueblos
lo hacen también. Los pueblos citados se refieren a la lengua
que hablan, no se refieren a la que escuchan. Por eso, en las
tiendas vemos el aviso english spoken y la referencia a otras
lenguas que se hablan.
El nombre de la lengua tojolabal, sin embargo, sirve de
nombre para el pueblo de un modo particular desde la pers¬
pectiva occidental. Implica algo fuera de lo común en com¬
paración con los nombres de otros pueblos. Porque se emplea
el concepto de ‘ab’al, es decir, la lengua escuchada, y se 1c
antepone el adjetivo tojo! que quiere decir recto y también
aquello que cumple con su vocación. Así es que una tortilla
tojol, es decir, el tojol waj, es aquélla que, al sacarla del comal,
es la tortilla como debe ser; sabrosa, cuyo perfume nos hace
agua la boca y con la cual no se puede igualar tortilla alguna de
una tortilleria. Ésta es la tortilla tojol, porque en este momento
cumple con su vocación. Al probarla lo confirmamos, mañana
ya no lo hará, ya es vieja y pasó el momento de la vocación
cumplida. Por tanto, el tojol es un concepto histórico.
Los tojolabales, pues, cumplen con su vocación cuando
saben escuchar. Cuando se olvidan del escuchar ya no son
cumplidores de su vocación. Ésta, pues, representa un reto
38 Por esta razón se traduce también por verdadero.
60
que interpela a la persona, porque la cuestiona, ¿ahora vas a
escuchar al otro que te habla? El ser tojolabal, por esta razón,
no es asunto biológico, de la raza, de la sangre, de haber naci¬
do en una comunidad tojolabal o de hablar el idioma de este
pueblo Maya desde la niñez, sino que significa un compromi¬
so. Por tanto, una persona puede tojolabalizarsc o destojola-
balizarse al no cumplir con su vocación.- 19
Los tojolabales, pues, son aquéllos que saben escuchar
puesto que ésta es su vocación. Dicho de otro modo, enfati¬
zan el escuchar y no el hablar. Porque al recibir las palabras de
otros se saben obsequiados. Así es que ponen su atención en
los otros para entenderlos bien. Y los entienden al respetar sus
palabras, respetar su manera de ser y de expresarse. Es decir,
esperan que los otros también sepan escuchar. Que cumplan
sus palabras. De este modo son, como se dice en tojolabal,
‘ermanos, es decir jmojtik.
A sus 'ermanos los encuentran también en la naturaleza de
plantas, animales, aguas y nubes. Todos ellos son hermanas y
hermanos. Por tanto, somos iguales, emparejados y no man¬
dones que podemos dominar la naturaleza arbitrariamente
como si fuéramos sus dueños. El escuchar, pues, nos empare¬
ja con los demás y de este modo se fundamenta una estructu¬
ra horizontal en los niveles de lo social, cultural, económico,
político y cósmico. De la misma manera actuaron los tzotzilcs
citados al principio. Corrieron a su autoridad porque no supo
escuchar al pueblo, es decir, el presidente municipal se ubicó
por encima del pueblo.
39 El tojolabalizarsc es el tojol'ah ’alaxi , el destojolabalizarse es el jna-
laxi, es decir, el hacerse explotador, rico, patrón, mandón o algo por el esti¬
lo. Dicho de otro modo, por su sordera no sabe escuchar.
61
Carlos Lenkersdorí
Dijimos que desde la perspectiva tojolabal se presupone
que las palabras que se escuchan se cumplen también. Si ha¬
blamos sin cumplir nuestras palabras nos manifestamos como
personas que no merecen confianza, somos inútiles."’ En Oc¬
cidente se tiene la facilidad de la palabra, pero la palabra vale
poco, es la palabra hablada que sale de la boca sin problema,
pero ¿se escucha? De ahí la importancia del escuchar, poco
respetado en la sociedad dominante.
He aquí la otra razón por la cual en español y otras lenguas
europeas no se investiga el aspecto del escuchar de las len¬
guas No se enfatiza como lo hacen los tojolabales. Se trata de
un modo negligente. Por eso, escasean buenos escuchadores,
pero hay muchos oradores muy desarrollados.
Frases correspondientes: tojolabal, 1
Se enfatiza el escuchar no sólo en el léxico y por el nombre
propio del pueblo, sino también en la sintaxis. Comparemos
oraciones correspondientes del español y tojolabal, que se
emplean constantemente en ambas lenguas.
español
tojolabal
yo les digo
yo digo; ustedes escuchan 41
una oración
s-o-v
dos oraciones o cláusulas
2SS, 2VV, ningún O 42
40 En tojolabal, mi lamahmitik.
41 La oración en tojolabal es xkala awab y ex.
42 S = sujeto, O = objeto, V = verbo.
62
Aprender a escuchar
Al explicar las oraciones notamos que en español domina
la acción del S único cuya acción verbal señala, mejor dicho,
manda el O. 43 En efecto, el S da una orden sin esperar respues¬
ta. Se presupone que el O obedezca. El dar órdenes indica que
el S si sabe, por eso manda. El S implica, pues, representar
al superior, capaz de imponerse. El O, en cambio, carece de
esta capacidad. Tiene que obedecer dentro de una estructura
sintáctica y también social que es vertical y autoritaria. Tiene
que ejecutar lo que se le manda. La relación S - O no sólo
refleja una estructura sintáctica, sino, a la vez, una relación
social tanto en el contexto militar como también en situacio¬
nes de superiores y subalternos. Este tipo de comunicación
se caracteriza por ser unidireccional y vertical por no decir
autoritario.
En tojolabal la estructura de la frase es muy distinta. No
sólo hay dos S con dos V correspondientes, sino que el decir
del primer S no es más que decir y no implica ningún mandar.
El segundo S, en cambio, no sólo reemplaza el O del español,
sino que hay que subrayar otra particularidad. Es un “recibi¬
dor activo” por ser también S al cual toca el escuchar. Ahora
sí, se dice a lo cual le corresponde escuchar. Ésta es la pala¬
bra extraordinaria desde la perspectiva del español. Para la
comunicación en palabras, el tojolabal requiere dos personas
con sus “comportamientos” verbales, el decir y el escuchar.
He aquí otra diferencia fundamental entre el tojolabal y el es¬
pañol, ya no sólo al nivel léxico sino sintáctico y social. El
O, en cambio, se excluye porque se “convierte” en S, desde
la perspectiva del español. Por eso, la comunicación se hace
43 De hecho, la frase no es un imperativo, pero, implícitamente, lo es. Lo
vemos por el derivado de la oración. ¿No les dije? La pregunta explica lo que
se esperaba con la primera frase, que el O obedezca al S. Véase también Wolf
Schneider (2000), p. 105 s.
63
Cari os Lenkersdorf
Aprender a escuchar
bidireccional. De esta manera se elimina también la posición
subalterna. La persona que dice y la que escucha se emparejan
en la comunicación desde la perspectiva tojolabal. La inexis¬
tencia del O no se da sólo en la frase del ejemplo, sino que
se generaliza en tojolabal. Es una lengua que se distingue por
la pluralidad de diferentes tipos de sujetos y por la exclusión
de objetos. Por tanto, siempre se encuentran sujetos, subrayo
que están en plural, que, como tales, están emparejados, uno
dice y el otro escucha. 44 Por la pluralidad de sujetos se explica
también que en tojolabal no hay objetos desde el punto de
vista sintáctico y social.
Ahora bien, se trata de comunicación, es decir, de dos o
más interlocutores que pueden ser personas u otros vivientes.
De ahí es lo más normal que el hacer o recibir de ambos se
mencionan. En español y otras lenguas europeas, en cambio,
no se hace. ¿No es muy sorprendente esta omisión ? El escu¬
char debe realizarse, pero brilla por la ausencia. Simplemente
se omite, no se reconoce y es por la ausencia de un término
correspondiente que notamos la omisión o la negligencia
por parte de la lengua europea. Este olvido no se explica por
la falta de la palabra escuchar. En efecto existe, pero no se
toma en consideración, no se emplea la palabra. ¿Cuál es la
razón de la omisión? La única respuesta que se nos ocurre,
seguramente algo hipotética, es que el escuchar no se consi¬
dera de importancia frente al valor predilecto que se concede
al hablar /decir. El decir, además, en cuanto da una orden, ya
no requiere necesariamente que se indique el escuchar.
En defensa del español y otras lenguas europeas se pue¬
de objetar que el escuchar se presupone, está implícito. Pero
« Aqui no podemos explicar esa pluralidad. Hay, por ejemplo, sujetos
actores, sujetos de vivencia, sujetos de origen, etcétera. Carlos I.enkersdorf
(2005), pp. 146-164
64
dada la superioridad del sujeto, Gadamer dice que el superior
sabe mejor y, por tanto, tiene autoridad y a los subalternos
conviene obedecerle. 45 El saber mejor se manifiesta por el de¬
cir o hablar del superior. El escuchador, en cambio, no sabe
bien, por eso, ni abre la boca. Con la afirmación del filósofo se
expresa una realidad cotidiana. Los superiores mandan, aun¬
que no sepan mejor, porque ésta es la estructura social que a
la vez es la acostumbrada y aceptada. Seguramente no es muy
democrática. Todos conocemos a superiores que, en efecto,
no saben mejor, pero sí mandan y no importa si su mando sig¬
nifica la muerte de miles de personas como en Irak. Por eso,
la objeción de Gadamer no nos parece válida. Pero tenemos
que entender que el filósofo concede la autoridad al gobierno que
representa la autoridad de todo el país. Pero precisamente por
esta argumentación, afirmamos que los gobiernos no siempre
saben mejor, y lo podemos saber sin conocer a los tojolabales.
Subrayamos, además, que la preferencia del hablar / decir
junto con la ausencia del escuchar produce el efecto o lo pre¬
supone que el decir, da órdenes. 46 Al “objeto” ni siquiera se le
da la posibilidad de responder, de decir una sola palabra. Con
el decir el sujeto manda y el objeto queda mudo. El sujeto es el
único que puede hablar y mandar. Subrayamos nuevamente que
la sintaxis señala una estructura social, política y cultural que es
vertical y, por eso, autoritaria.
Surge la pregunta, ¿cómo se llega a ser autoridad? Puede
ser por el nombramiento por una autoridad superior o, en el
contexto “democrático” por la mayoría en la elección que
45 Hans-Georg Gadamer (1990), p. 284.
46 En el contexto militar se espera del “objeto” que diga, “sí señor” o una
afirmación parecida que enfatiza la obediencia incondicional y no cambia la
relación en dirección del escuchar democrático. 1.a respuesta afirmativa sólo
confirma la obediencia del subalterno y la orden del superior.
65
Carlos Lenkersdorf
produce la autoridad. Pero, ¿son de confiar el nombramien¬
to o la elección? Sabemos de elecciones manipuladas por los
medios y la propaganda o por el conteo manejado. El nombra¬
miento, a su vez, se justifica por la autoridad superior. ¿Pero
cuáles son los motivos que le conducen a ésta u otra persona
para que sea autoridad? ¿No entran preferencias muy indi¬
viduales en la elección? A veces se pide por la autoridad su¬
perior que los demás presenten una terna de la cual se puede
escoger, pero la selección no es obligatoria. Triunfa a menu¬
do la inclinación personal. Presenta, pues, un procedimiento
poco imparcial la génesis de las autoridades. Poco o nada se
escucha el pensar del pueblo, considerado subalterno.
Dicho de otro modo, en español y otras lenguas europeas
se sabe filosofar, pero poco o nada se sabe escuchar. Se cono¬
ce también de politología que, sin embargo, se caracteriza por
mantener las estructuras piramidales y muestra poco o ningún
interés en formar bases sociales y escucharlas. Por eso no se
enfoca la base lingüística completa, es decir, un recurso fun¬
damental para el filosofar y las ciencias sociales. Sabemos ha¬
blar, sabemos presentar discursos, a veces muy eruditos, sabe¬
mos de retórica, de política, hay investigaciones del discurso,
del lenguaje de filósofos determinados, pero siempre o casi
siempre el énfasis está en lo hablado y su forma escrita. Ni
nos damos cuenta que excluimos la mitad, es decir, la mitad
de la lengua que es el escuchar. Y esta exclusión incluye las
bases y mayorías populares.
Enfatizamos y subrayamos que sabemos hablar, escribir,
elaborar discursos, admirar e investigar a los grandes orado¬
res desde la antigüedad y a lo largo de la historia occidental.
Pero, ¿sabemos escuchar? ¿Conocemos los requisitos para sa¬
ber escuchar? ¿Se dan clases del escuchar? ¿Conocemos los
obstáculos para poder escuchar? También hay que destacar
uno de los retos concretos de hoy día: la necesidad de aprender
66
Aprender a escuchar
a escuchar. ¿No es una tarea que hasta la fecha ignoramos
con un orgullo olímpico? Por eso preguntamos, ¿nuestros po¬
líticos saben escuchar? ¿Se supo y se sabe escuchar en Irak,
Afganistán, Kenia, San Salvador Ateneo, Oaxaca, Palestina
e Israel? ¿Nosotros, maestros y maestras, filósofos y filósofas
y también sociólogos sabemos escuchar a nuestros alumnos?
Dicho de otro modo, Occidente se luce al enseñar cómo nos
desarrollamos al ser activos, productivos, hacedores para
llegar a ser ganadores, campeones y premiados. Pero poco
o nada se nos enseña a recibir. Sabemos que las preguntas
hechas son incómodas. Podemos rechazarlas. Podemos insis¬
tir en que se aprenda a escuchar y a saber recibir en política,
educación y demás aspectos de la cultura occidental. ¿Pero la
insistencia resuelve el problema?
Podríamos seguir con estas preguntas que nos interpelan a
fondo, si las aceptamos. Las dejamos pendientes. Cada uno de
nosotros puede tratar de responder. También en grupos po¬
demos enfocarlas y tratar de llegar a las respuestas que nos
hacen mirar en un espejo. Se nos puede decir, que presentamos
preguntas superfluas. Se pretende que se sabe escuchar. Res¬
pondemos, ¿se sabe escuchar en Irak? Sugerimos que se pre¬
gunte a alumnos, empleados subalternos, obreros, soldados
rasos, pero no en presencia de sus superiores.
Antes de continuar, un breve resumen. La comunicación
en tojolabal se realiza de manera tal que los dos sujetos se
complementan, porque para los tojolabalcs no hay comuni¬
cación a no ser que dos o más interlocutores participen en el
evento. En efecto saben, si sólo uno habla y los otros no escu¬
chan, el hablante puede decir mil palabras y habla al viento.
El problema nos parece más grave. No es el caso que el otro
no escucha, sí escucha, pero no se espera que por escuchar
abrirá la boca. El hablar del que dice no sólo queda en el aire,
sino fuera del diálogo, falta la palabra del escuchador. Ahí
67
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
está el problema. No sólo se omite el escuchar, sino que,
con el escuchar ausente también se dcstierra la respuesta del
escuchador. El subalterno es el objeto que no sabe. En efecto
si sabe. Pero su saber no interesa. Por eso, el hablar del sujeto
único da a entender, “cállate, aquí hablo yo”. 47
La ausencia del escuchar con sus implicaciones en las ora¬
ciones de comunicación es más grave que al principio nos
pareció. Abre el camino a las relaciones sociales y políti¬
cas cuyas consecuencias se manifiestan en Guantánamo, en
la cárcel de Abu Ghraib en Irak de la cual las fotografías se
vieron en la prensa, y también en los campos nazis de concen¬
tración y en los gulag, para escoger unos contados ejemplos
Tenemos, pues, una estructura sintáctica y a la vez social,
cultural, económica y política que da órdenes, es vertical, im¬
positiva y autoritaria y no es horizontal y participativa como
nos lo enseñan los tojolabales que saben escuchar, pero no
son los únicos. Por lo general, también saben los subalternos,
pero no les preguntan qué opinan. Si ellos saben, tienen, pues,
una idea del procedimiento democrático, pero no se les reco¬
noce. Lo afirmamos, porque el proceder democráticamente no
es patrimonio exclusivo de los tojolabales.
Sin duda queremos escuchar y ser escuchados. En am¬
bos casos se trata de querer dialogar y para lograrlo tenemos
que respetarnos mutuamente. Si el que habla espera que se le
obedezca, no hay respeto mutuo ni tampoco diálogo. Obvia¬
mente existe una estructura socio-política que impide que se
establezca una relación dialógica. La enfatizamos para evitar
* 7 Acordémonos del diálogo entre el Presidente de Venezuela Hugo
Chávez y el Rey de España, Juan Carlos.
4. El problema del escuchar y no-escuchar lo explica también Hermana
Bellinghauscn en estos días en La Jornada , escribimos el 13 de noviembre
de 2007, al exponer la historia de la masacre de Acteal, Chiapas.
un malentendido. No se trata de acusar a aquéllos que no lo¬
gran que se les escuche. Todo lo contrario, es la estratificación
socio-política prevaleciente que es sistémica y que obstacu¬
liza la comunicación con respeto mutuo. Si las autoridades
insisten en su privilegio de mandar y de representar la ley, no
habrá comunicación con respeto mutuo. Pero la estructura de
las lenguas europeas parece determinamos. ¿Podemos practi¬
car el escuchar dentro de lenguas que lo excluyen? ¿Podemos
hacerlo mientras las autoridades no lo aceptan?
Antes de terminar este capítulo agregamos otro aspecto ya
mencionado pero no suficientemente enfatizado. Al referirnos
al giro, jo dije, tú escuchaste , no solamente se subraya el escu¬
char, sino que se espera que el escuchador responda. La frase
de comunicación en tojolabal representa el inicio del diálogo.
En el hablar diario, los hablantes esperan que se dialogue. Di¬
cho de otro modo, el hablar-escuchar es una relación diádica
de los que se complementan y esperan la complcmcntación.
Es decir, su lengua establece relaciones horizontales que son
bidircccionales y no verticales ni autoritarias. Donde preva¬
lecen éstas últimas, la invasión. Conquista y Colonia de los
europeos que significan hasta la fecha una irrupción violenta
y duradera. Por eso, es muy instructivo que entre tojolabales
se está manteniendo la estructura dialogal y horizontal hasta
la fecha, aunque no es así en todas las comunidades. 49
49 El informe del presidente de la Comisión Nacional de Derechos Hu¬
manos subraya que continúan la tortura, la trata de miles de personas en las
fronteras, la violación de derechos humanos en cárceles y otras iaslitucio-
nes oficiales, Im Jomada, 16 de febrero de 2008, p. 7. Quiere decir, que las
autoridades no escuchan a las victimas. I Juman Rights Watch y la Comisión
Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos, interpretan
que se protege a los victimarios. Ibideni. p. 8.
69
Carlos Lenkersdorf
Tojolabal, 2 y lo opuesto
Se puede explicar de otra manera la oración expuesta en el
capítulo anterior. No es necesario que sea una frase de comu¬
nicación, sino que también puede ser de información. Depen¬
de de cómo se sigue después de la cláusula inicial. Vamos a
contrastar las dos posibilidades.
1) Yo les dije, ustedes escucharon que el trabajo empieza a
las 6 de la mañana.
hala awab’yex 'oj k’e’ukja ‘a’iel ja b’a wake ‘oraja
b 'a sakb ’eli.
2) Yo les dije, ustedes escucharon que el granizo aplastó
el maíz.
hala awab ’yex señar) kanija ‘iximi yujja b ’ati.
Empiezan ambas oraciones con el mismo giro, pero se conti¬
núa de modos distintos en los dos ejemplos. En el primer caso el
dije es una orden que se da a los trabajadores; en el segundo se da
una información sobre el efecto de la granizada. Pero en tojolabal
al decir se agrega el escuchar, éste da la posibilidad de responder
si el acontecimiento se da en una comunidad. Si el contexto se
cambió a una finca, la situación es otra a pesar del idioma a no
ser que la orden se diera en español. Es, pues, una orden que
exige obediencia. El segundo ejemplo es informativo y se puede
agregar la pregunta jas ‘ojjk ’ultik, ¿qué vamos a hacer ?
Según los ejemplos parece que la información pertenece a
un contexto de conocimiento y no implica una jerarquía social
entre el que dijo y los que escuchan. De hecho, no se manda
a nadie. La información puede darse entre iguales, pero tam¬
bién puede hablar el que sí sabe frente a los que no saben. Por
ejemplo;
70
Aprender a escuchar
2a) Dijimos que podemos cambiar las costumbres de la
gente por lo que anunciamos por la radio.
kalatik wa xb ’ob ’kujíik ‘oj jtukb ’estik ja smodo ja 'ixuk
winikiyttj la jlo ’iltiki ja b ’a radyo 7.
La información señala la manera como se puede manipular
a la gente, sea para que compre, para que vote, para que haga
lo que queremos. El manipular equivale a lo que se llama de
modo coloquial, “lavar el coco”. 50 Ya no se da la relación je¬
rárquica entre el que habla y los que escuchan, sino que la
jerarquía se trasladó y se profundizó. Por un lado están los
que trabajan en la estación de la radio, por otro está el público
en general al cual se considera como objeto por manipular.
Edgard Schein escribe al respecto.
Quiero decirles que el “lavar el coco” no lo entiendan en tér¬
minos de política, ética y moral, sino en términos de cambiar
deliberadamente el comportamiento y la actitud por un grupo de
hombres que tienen, relativamente hablando, control completo
sobre el ambiente en el cual vive la población prisionera. 51
Ya no se trata del público en general, sino de cautivos que
son los objetos cuyo comportamiento y actitud se quiere cam¬
biar. No tienen la posibilidad de contradecir o de oponerse
a lo que les hacen porque están bajo el control “completo”
de los vigilantes. Son las situaciones donde ocurre la tortura
psíquica y física que sigue practicándose hoy en día. Sucede
en contextos donde no se quiere escuchar a no ser que las pa¬
labras manifiesten la actitud y conciencia “transformadas”.
50 Una expresión menos coloquial seria “lavar el cerebro”.
51 Lila Rajiva (2005), p. 90, cita de Bradley Graham & Josh Wliite en llíiv-
liington Post, 25 de agosto de 2(KM. Ls nuestra la traducción del inglés al español.
71
Carlos Lenkersdorf
Enfatizamos que este tipo de frases del ejemplo 2a y de
Edgar Schein no pertenecen al contexto tojolabal. No dispo¬
nen de estaciones de radio, excepto la radio de oposición de
los zapatistas; tampoco tienen cárceles del tipo referido por
Edgar Schein y que se están dando en Guantánamo y Abu
Ghraib. Pero en el país sí hay cárceles y tortura que presupo¬
nen la misma actitud que aquélla que enuncia Edgar Schein.
La referencia es a instancias de derechos humanos. 52
En resumen, se puede excluir el escuchar en los dos tipos
de la sintaxis, tanto de comunicación como de información.
Porque están abiertos al abuso de las dos actividades y subra¬
yan el significado fundamental de incluir el escuchar a quie¬
nes o de quienes se habla. Pero la exclusión de escuchar se da
exactamente en lenguas occidentales donde se excluye y don-
52 A ielel@laneta.apc.org (Síntesis de prensa del 30 de abnl de 2007.)
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas. Persisten
métodos de torturas en Chiapas. El Centro de Derechos Humanos -Fray
Bartolomé de Las Casas- dijo que la tortura sigue siendo en Chiapas una
práctica recurrente en las detenciones arbitrarias y que autoridades estatales
no reconocen actos de tortura al tipificar estos hechos bajo el tipo penal de
lesiones y abuso de autoridad. En el marco de la presentación del Balance
Anual 2006, sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chiapas, el
Centro señala que en el 2006, documentó 16 eventos en donde se identi¬
ficaron 37 actos de tortura, con 34 victimas en 11 municipios del estado
de Chiapas. En comparación con el año anterior, en el 2006 se registraron
nueve eventos más, lo cual representa un aumento de 60% en comparación
con los documentados en el 2005. En los cuatro operativos policiacos que
pudieron ser documentados por el cdhfbc en 2006, se observaron penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes, además del uso desproporcionado
e indebido de la fuerza pública, violando asi el Derecho a la Integridad Per¬
sonal. En su informe, el Centro de Derechos Humanos Eray Bartolomé de
Las Casas, menciona que ha denunciado de manera reiterada que la tortura
es una violación a los derechos humanos y crimen, la cual sigue siendo una
práctica sistemática en Chiapas.
Aprender a escuchar
de se dieron y dan los excesos mencionados. En el ejemplo
2a se excluye el escuchar conscientemente, porque presupone
una relación inexistente en el contexto tojolabal. Hablan los
manipuladores con sus agentes. Pero no excluimos la posibili¬
dad de que se siembra el divisionismo entre comunidades y en
comunidades tojolabales con el propósito de manipularlas.
Podemos agregar, además, que desde la perspectiva tojola¬
bal, siempre hay oídos que nos escuchan y ojos que nos ven,
porque todo vive y así tiene ojos y oídos. Por tanto, no sólo se
informa de lo que decimos y hacemos, sino que, a la vez, nos
conforma aunque no nos demos cuenta. Ocurre lo que hacen
las casas que habitamos, las formamos y nos conforman. 53 Es
decir, nos conforman y nos deforman, según lo que hacemos
y decimos, si nos olvidamos de ser humanos. Resultamos ser
humanos o deshumanos o monstruos. Nuestra conducta da la
explicación y Bcrtolt Brecht hace un comentario.
Asi vivimos
que tan a fondo
nos olvidamos
de ser humanos. 51
La asamblea de los escuchadores
Dicen algunos que son ilusorias las relaciones dialógicas entre
iguales que se respetan. Tienen razón si observamos muchas
sociedades dominantes de hoy en día, pero si nos fijamos en
los tojolabales, descubrimos otra realidad.
53 Carlos Lenkersdorf (2006), p. 13-19.
54 Bertholt Brecht (1967), p. 458. Traducción nuestra del alemán: h’ur
dadmvh lebl der Mensch, dass er so gn'indlich vergessen kemn. dass er ein
Mensch isl.
72
73
Carlos Lenkersdorf
Hay autoridades tanto en las sociedades dominantes como en
las tojolabales, pero se distinguen de un modo marcado.
En ambos tipos de sociedades se elige a las autoridades como
responsables de cuerpos político-sociales, sus funciones, sin
embargo, son muy diferentes.
En las sociedades democrático-capitalistas, las autoridades
se eligen a fin de que ejecuten las tareas de gobernar. Nom¬
bran a secretarios y otros funcionarios, es de ellas la toma
de decisiones, en sus manos está el empleo de la violencia
legal, 55 son los mandos superiores de las fuerzas armadas, et¬
cétera. Es decir, los votos populares, emitidos a su favor una
vez cada sexenio, les dan la autoridad de mandar, de emplear
las armas en casos que la autoridad lo decida. Se ubican en la
cúspide de la sociedad. Es decir, las autoridades representan
una organización socio-política vertical o piramidal que, en
última instancia es autoritaria. Se puede decir que los poderes
legislativos y judiciales se controlan defacto por la autoridad
ejecutiva de ios presidentes, pero en muchas ocasiones los
intereses de los tres poderes coinciden o la autoridad presi¬
dencial se impone a las demás autoridades.- 6
Los tojolabales también eligen a sus autoridades que, en
los ejidos, las llaman comisariados que se componen de va¬
rias personas según el tamaño del ejido, pero el responsable
principal es el presidente del comisariado. Se suelen elegir en
la asamblea de los ejidatarios por un acuerdo consensuado.
En los municipios autónomos se juntan más de un ejido, pero
el procedimiento de la elección es el mismo como lo veremos
enseguida. En las comunidades se dice y se trata de una ex¬
presión muy anterior al zapatismo: 57
55 Véase Max Weber (1965), p. 2.
54 Jean-Claude Paye (2006), “A pennanent State of F.mergency , en
Monthlv Review, pp. 29-37. . .
57 La recogimos en los años setenta del siglo pasado al convivir con los
Aprender a escuchar
“Las autoridades, elegidas por nosotros, son mandadas
por nosotros ’’. 58
Es decir, los electores, al elegir a la autoridad por consen¬
so, no le entregan el poder de la toma de decisiones. Las fun¬
ciones de la autoridad se caracterizan como sigue. En primer
lugar tiene el encargo de convocar a la comunidad si surge la
necesidad. Una vez reunida, le explica el problema por lo cual
la convocó. Al haberlo explicado la autoridad se calla, porque
ahora le toca actuar a la asamblea en la cual participa la auto¬
ridad como cualquiera de los asambleístas.
Es decir la asamblea se realiza en forma de diálogo. Habla la
autoridad para anunciar la razón de la reunión. Puede iniciar su
anuncio, ‘ oj kal awab ’yex chab ’ ‘oxe k ’umal, les voy a decir, us¬
tedes escucharán algunas palabras. Siguen las palabras que ex¬
plican la razón de la asamblea. Al haberlas escuchado responde
la comunidad. Es decir, los asambleístas tienen la palabra. Cada
uno de ellos propone lo que piensa sobre el asunto presentado. Se
desarrolla un diálogo grupal. Cada uno habla con sus vecinos y los
escucha. Cambian sus lugares para hablar y escuchar a otros y
así sigue. Se responde, pues, en forma de diálogo al anuncio de la
razón de la reunión. Este diálogo grupal parece caótico para la per¬
sona que lo observe por primera vez. Hay una multitud de opinio¬
nes que se intercambian y no coinciden. Hay un hablar y escuchar
entre todos los asambleístas. Cada uno quiere hacer su proposición
y escuchar cómo lo entienden los otros y qué dicen ellos.
Poco a poco, menos y menos personas hablan y escu¬
chan. Finalmente se da un gran silencio. Todos se callan. Ya
no hay aportaciones que hacer. Después de un rato uno de
tojolabales, trabajar con ellos y elaborar un diccionario tojolabal-español y
viceversa en dos tomos.
'* Carlos Lenkersdorf (2004). p. 498. La frase en tojolabal dice: ja nía'
‘ay ya iel kujtiki, mandar ‘aykujtik.
74
75
Carlos Lenkersdorf
los asambleístas levanta la voz y dice en tojolabal: “Nosotros
pensamos, nosotros decidimos y nosotros vamos a hacer
Para poder afirmarlo la persona debe tener una capacidad ex¬
traordinaria para que recoja y comprenda lo que se dijo y se
escuchó. Lo enunciado representa una decisión consensuada
que presupone que el que levantó la voz tiene que haber escu¬
chado y entendido el pensar de los asambleístas. Pero ahora
pueden hablar los disidentes si los hay. Son escuchados y no
se les dice: “Cállense, la mayoría ya decidió”. Todo lo con¬
trario, nuevamente empieza el diálogo grupal. Los disidentes
tratan de convencer a los demás y viceversa. El resultado debe
ser unánime. Si no se logra el consenso, la solución del pro¬
blema se pospone para la próxima asamblea. En resumen, las
comunidades tojolabales se caracterizan por la capacidad, la
obligación y el querer escuchar. Así se diferencian de la or¬
ganización política en la sociedad dominante donde domina la
mayoría (autentica o fabricada). Por supuesto, así no pasa en
todas las comunidades. Por influencia de la sociedad dominan¬
te, podemos encontrar comunidades que se rigen conforme a la
decisión de la mayoría. Pero estos casos no descalifican otras
comunidades que practican el consenso.
Lo que está sucediendo en este tipo de asambleas tojola¬
bales tiene un acontecimiento paralelo en las sociedades occi¬
dentales. Aprendimos de un coro que cada uno de los cantores
debe saber escuchar a los demás cantantes y al escucharlos se
integra en el cantar de todos los demás. Los coros no pueden
admitir al cantor individualista que quiere lucirse. Tampo¬
co se admiten mayoría y minoría. El coro debe saber cantar
como un solo nosotros, aunque sean 25, 50 o más cantores
que canten juntos. Los coros lo saben y así también lo saben
59 En tojolabal, waxkalalik, 'ojka'jb'ajtik, oj jk’ultik.
Aprender a escuchar
los tojolabales en sus asambleas. Se reúnen para encontrarse
en el consenso de todos para lograr el acuerdo unánime. En
ambas ocasiones, en el coro y en las asambleas tojolabales,
es el nosotros que nace y se produce conscientemente por los
participantes, asambleístas o cantantes del coro. 60
El nosotros, a su vez, se constituye por el escuchar. De
hecho, el escuchar precede las tres acciones que resumen el
consenso de la asamblea. Al explicarlas observamos que el ha¬
cer está en el último lugar; el escuchar, en cambio, que se pre¬
supone y está en primer lugar ni se menciona pero, si ocurrió
en el actuar de la asamblea en su camino hacia el acuerdo.
Es instructiva la secuencia de las acciones. Existen requisi¬
tos para llegar al hacer que no funcionan bien al precipitarse.
Deben escucharse primero las opiniones de los otros. Porque
no sirve el hacer de uno solo, porque le faltan las perspectivas
de los demás que amplían el horizonte de las acciones que
siguen. De las palabras escuchadas que sirven de complemen¬
to se puede producir un acuerdo de asamblea, un hacer bien
arraigado en el pensar, el decidir y hacer de todos. Así se evita
la parcialidad y el unilatcralismo del hacer de uno solo. El
escuchar en cuanto recibir no se opone, pues, al hacer, porque
lo funda de modo bien sólido.
El ejemplo del coro nos conduce al mismo resultado. No
se canta bien a no ser que todos los cantores escuchen a los
demás cantores, los reciban bien y así se integren en el con¬
junto de las otras voces para que su acción sea el cantar armoni¬
zado de todos los cantantes.
Esta integración de los que escuchan y hablan desempeña
también una función altamente política, porque los que escuchan
se emparejan con sus interlocutores. No es que se rijan por
60 La misma regla del “consenso” se da también en las orquestas y otros
conjuntos de música.
76
77
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
reglas de su tradición, sino que viven el escuchar que poco
cuenta en Occidente, que tiene otra forma para tomar decisio¬
nes, porque no importa el consenso de todos, sino las voces
de la mayoría. Existe la palabra escuchar, pero no se sabe desde
qué tiempo el escuchar recibe un trato negligente. De esto ve¬
remos más en el curso de nuestra exposición. Son, pues, dos
tradiciones o modos diferentes de enfatizar o no el escuchar y
de confiar en el consenso.
Pero, cada uno de los dos modos de tomar decisiones re¬
presenta otro tipo de democracia, una es la occidental, acos¬
tumbrada desde Aristóteles que se realiza en una sociedad
estratificada de acomodados y pobres. Dice el filósofo que
la democracia es el régimen de los pobres, pero se da la oli¬
garquía donde mandan los acomodados que siempre son mi¬
noría. 61 Los tojolabales representan otro tipo de democracia,
es la participativa en una sociedad poco o no estratificada en
la cual los “acomodados” no son muchos y su “riqueza” es
reducida. Es muy importante que no se olviden los dos tipos
de democracia que representan diferentes tipos de estructura
social. Es el tipo tojolabal de la democracia que enfatizamos y
explicaremos, porque poco se conoce y menos se practica en
el contexto de la sociedad dominante.
Antes de continuar nos parece importante una observa¬
ción de intermedio que aclara más el contexto occidental de
democracia al cual nos referimos. Hace algunos años estu¬
vimos por invitación en EU para una serie de conferencias.
Al explicar la cosmovisión tojolabal tocamos el asunto de las
asambleas. Se habían reunido unas 30 personas, todas con es¬
tudios universitarios. Hicimos un experimento. Se presentó
un problema y al explicar el asunto pedimos a los presentes,
«* Ya lo explicamos más arriba con referencia a la Política de Aristóteles.
78
exponer sus ideas al respecto. Quisimos saber si se lograba un
consenso. Se inició el intercambio sobre el tema entre todos
los presentes. Después de un largo rato, pedimos que nos pre¬
sentaran la opinión de la asamblea. De los 30 presentes hubo
30 opiniones. Nada de acuerdo. Llegamos a la conclusión de
que en Occidente cuesta llegar al consenso, por no decir que no
se puede. Parece que cada uno está muy convencido de su
opinión y poco o nada dispuesto a escuchar y ceder. No existe
la disposición previa de llegar a un acuerdo. Puede ser que la
educación individualista no prepara a los alumnos en la direc¬
ción del consenso, sino que los orienta a salir como primeros,
como ganadores. Así se puede explicar que se toma la decisión
de la mayoría, de la mitad más uno que, sin embargo, excluye
el 49 por ciento. Se llega de esta manera a una democracia del
51 por ciento. La excluyen los tojolabales con la insistencia
en el consenso. De la misma manera excluyen la decisión en
manos de un solo líder.
Regresemos a la asamblea tojolabal. Empiezan con la
elección de la autoridad como es de costumbre también en las
democracias occidentales. Pero a partir de la elección en el
inicio, los caminos se separan a partir del voto ya explicado.
Entre los tojolabales, además, el poder de gobernar no se en¬
trega a la o las autoridades, sino que se mantiene horizontal¬
mente, repartido entre todos los asambleístas que representan
la autoridad máxima. Es decir, el poder es el poder nosótrico.
Por tanto, el encargo de la autoridad es que ejecute el con¬
senso nosótrico de la asamblea. La autoridad también debe
haber escuchado cuidadosamente para que pueda cumplir con
su tarca y mantener el consenso.
En repetidas ocasiones observamos el escuchar. Los asam¬
bleístas deben escuchar atentamente a sus compañeros para po¬
der evaluar a la persona que enunció el acuerdo. Es esta persona
quien debe disponer de la capacidad de escuchar a los asarn-
79
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
bleístas, porque enuncia el consenso popular que representa el
acuerdo. Dicho de otro modo, el escuchar es fundamental y se
realiza en etapas para el funcionamiento de la democracia ho¬
rizontal, participad va y directa del pueblo tojolabal. Por eso, el
escuchar es el distintivo de las asambleas tojolabales y de otros
pueblos originarios. Si los asambleístas no saben escuchar, no
funciona la asamblea, tampoco se logra el consenso y se des¬
compone la comunidad o el cuerpo socio-político.
Hablamos antes del poder impositivo de la toma de decisio¬
nes por parte de las autoridades occidentales, ahora tenemos
que enfatizar el poder participante de todos los asambleístas,
es decir, de todo el pueblo. La autoridad del funcionario, pues,
está bajo la supervisión o el mando popular.
Se llaman democracia las dos formas de organización
socio-política, pero, entre los tojolabales, el poder queda en
manos del demos, es decir, del pueblo. Se manifiesta, además,
una diferencia fundamental entre los dos tipos de democracia.
Entre los tojolabales domina el escuchar en todo el proceso de¬
mocrático. En las democracias occidentales se “escucha 11 una
sola vez al pueblo por los votos emitidos. Una vez entregados,
es la autoridad en cuyas manos está el poder. Si el pueblo en
ocasiones determinadas no se sabe escuchado 6 - puede mani¬
festarse, puede hacer demostraciones, puede pedir el diálogo.
Si todo esto no funciona y molesta a la autoridad, ésta tiene el
poder de las armas que se imponen para restablecer la paz so¬
cial”, como se dice. Si lo logra es dudoso. Lo que establece es
que calla la disidencia hasta la próxima ocasión. Por supuesto,
puede referirse a la ley y la legalidad, pero se sabe que las
leyes las establecieron las autoridades y no son producto del
haber escuchado al pueblo.
62 F.n ocasiones muy raras puede darse un referéndum.
Dicho de otro modo, las dos clases de democracia y au¬
toridad señalan dos caminos opuestos de resolver problemas
socio-políticos: el poder del escuchar o la alternativa de la
legalidad y sumisión o de las armas. La misma alternativa se
da al nivel internacional. Irak, Afganistán y otros ejemplos
lo señalan. En Acteal, Ateneo y Oaxaca se manifestaron los
mismos problemas.
Hay que agregar que el camino de las armas suele escoger¬
se por los pudientes que tienen la convicción que su opinión
es la mejor solución del problema, tanto en general como para
los subalternos, los débiles y el pueblo en general. Además
se insiste en la legalidad de la autoridad. No le parece acep¬
table sentarse en la mesa redonda y escuchar a los otros para
llegar al consenso entre iguales. Efectivamente el camino del
consenso practicado entre amerindios como los tojolabales y
otros pueblos originarios no convence a los pudientes. Porque
el camino del escuchar es el del emparejamiento que contra¬
dice la estructura social estratificada.
Otra vez llegamos a la conclusión que el escuchar conduce
a acuerdos consensuados, logrados por aquéllos que supieron
emparejarse. Donde no se escucha domina la imposición del
poder que, en casos extremos, empica las armas que no apren¬
den a escuchar.
Escuchar, el oido de la democracia
La asamblea de los escuchadores representa una cjemplifica-
ción de la estructura socio-política como se vive y se practica
entre los tojolabales. 63 Es decir, es una democracia, porque
63 Así también se practica en las Juntas del Buen Gobierno de los zapatistas.
80
81
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
se mantiene el poder en manos del pueblo, es decir, del de¬
mos, y no se concentra en los pudientes. Por eso, las autori¬
dades están controladas por el pueblo cuyos consensos tienen
que ejecutar. También pueden ser revocadas por el pueblo.
Son consensuados los acuerdos por las asambleas populares.
Cuenta cada voz individual porque forma parte de los consen¬
sos logrados por la asamblea, que es la escuela del aprender
a escuchar y de ponerlo en práctica. En efecto, es la segunda
etapa de la educación; la primera se recibe por parte de las
madres en la casa y el ámbito comunitario. Están controlados
también los “acomodados” donde los hay.
Hay por supuesto comunidades tojolabales en las cuales
no funcionan las asambleas del consenso. La influencia de la
sociedad dominante se metió y sigue filtrándose en las comu¬
nidades. No lo negamos. Pero esta clase de comunidades no
son representativas del modo de los tojolabales. Porque sus
juntas son réplicas de las asambleas en la sociedad dominante.
La democracia tojolabal se funda, pues, en los consensos,
es decir, en el pensar del pueblo. Las élites de la sociedad
dominante no comparten la confianza en el pueblo, por eso
no escuchan lo que el pueblo dice. Establecen muchas reglas
para que el pueblo pueda ser escuchado. Insisten en el diálo¬
go, pero no dialogan. Insisten en mesas redondas y a la vez
preparan las fuerzas del orden que reprimen los movimientos
populares. Prefieren las voces de los que sí saben, los teenó-
cratas, como se dice. Pero éstos sólo saben lo que les con¬
viene para mantenerse en el poder. Porque son los pudientes,
los estudiados, los experimentados en empresas, partidos c
instituciones parecidas los que siempre manejan el poder y
Es decir, existe también en otros pueblos mayas que constituyen las comu¬
nidades que apoyan al ezln.
se les considera autoridades. Las democracias tojolabales, en
cambio, depositan el poder en manos de todos los que com¬
ponen el nosotros. Se pueden equivocar, pero serán equívocos
de todos y no representan los intereses de una clase política
limitada y privilegiada.
El poder repartido entre todos los componentes del noso¬
tros explica otros aspectos de la democracia participativa de
pueblos originarios. Por un lado, se excluye el favoritismo
que suele manifestarse por grupos reducidos y privilegiados.
No se pueden formar si la toma de decisiones está en manos
del nosotros. Por la misma razón no encuentran resonancia
los partidos porque sus intereses, por lo general, defienden
asuntos partidarios y no del nosotros. Lo muestran los parti¬
dos existentes en muchos países. Por otro lado, la democracia
del nosotros enfatiza los intereses sociales como distintivos de
la democracia participativa. Enfatiza el bienestar social como
distintivo del nosotros. Subrayamos nuevamente el nosotros,
que se caracteriza por la particularidad de siempre defender
los intereses de todos los componentes del nosotros en lugar
de mostrar una parcialidad por los intereses de los pocos. Di¬
cho de otro modo, el nosotros se hace presente en todos los
aspectos de su realidad ramificada por el cosmos. Por eso,
modificando el dicho referente a la justicia, el nosotros repre¬
senta la corresponsabilidad y, por eso, puede decir,
uno de nosotros tenemos hambre
uno de nosotros sufrimos injusticia
uno de nosotros estamos encarcelados injustamente
uno de nosotros morimos al cruzar la frontera
uno de nosotros nos torturan.
Por eso, pregunta el nosotros:
¿Por qué nos falta maíz, frijol y comida?
¿Por que comen los ricos y nosotros tenemos hambre?
82
83
Carlos Lenkersdorp
Aprender a escuchar
¿Por qué nos quitan la tierra donde los turistas se divierten?
¿Por qué no nos escuchan y sí nos hostigan y acosan ?
Son afirmaciones y preguntas que se escuchan de los pue¬
blos originarios del país y del continente. Vícam, Sonora y Chi-
moré de Bolivia lo articularon, ¿pero los están escuchando? 64
No sólo falta el escuchar, sino que en el Distrito Federal de
México se está practicando otra política. El gobierno del Dis¬
trito Federal prohibió a miles de vendedores ambulantes usar
el primer cuadro de la ciudad para abrir sus puestos. Miles
salieron, las calles están vacias. El anuncio en la prensa dice:
El 6 de marzo, el jefe de gobierno de la Ciudad, Marcelo Ebrard
Casaubon. anunció que las calles del Centro Histórico quedarían
liberadas de los vendedores ambulantes el 12 de octubre.
Hoy, 192 manzanas y 87 calles del perímetro 'A’ regresan a la
ciudadanía; 15 mil ambulantes fueron reubicados ... ,,í5
Queda la pregunta, ¿los vendedores ambulantes no son
ciudadanos? Si no lo son, ¿entonces qué son? Pocos días des¬
pués el mismo periódico señaló que el señor Ebrard, rodeado
de barrenderas, estuvo limpiando las calles de Xochimilco.
Limpiaron, pues, la basura de las calles. ¿Son basura los vende¬
dores ambulantes de los cuales hay que limpiar la ciudad? ¿Pero
a dónde, pues, rcubicaron a los “ciudadanos” ambulantes?
M llennann Bdlinghausen, La Jornada, 12 de octubre de 2007, p. 12.
“El encuentro indígena de América, en Vícam, Sonora; el último momento,
el hostigamiento militar y policiaco ha sido el mensaje distintivo del go¬
bierno federal contra los delegados indígenas de todo el país que asisten al
encuentro de los pueblos indígenas de América ...
65 La Jornada, 21 de octubre de 2007, p. 7, sección Política.
84
Pero se presentan otros comentarios que se escuchan. Las
calles vacías quedaron de puras piedras, el empedrado, las fa¬
chadas de las casas y no más. Estas piedras están tristes y llo¬
ran, porque quedaron abandonadas de la vida del pueblo, de la
alegría de vendedores y compradores, de niños y música, de
la alegría del pueblo al cual le gusta la muchedumbre, el trajín
de las gentes y el color de los vestidos. Porque grises son las
piedras, gris es el empedrado, la vida se ausentó. Los pueblos
saben escuchar las piedras y, por eso, pueden preguntar, ¿éste
es México? Ya no cuenta el bullicio del mercado, la alegría
de las fiestas populares. Ya no es la ciudad chilanga, sino que
son lápidas sepulcrales que ni hacen recordar la despedida de
la vida alegre. Se espera a los turistas que sólo miran y no
escuchan.
El nosotros, pues, fue ausentado. Ya no es el unísono mu¬
sical, de un coro alegre, sinfónico, de tantas voces participan¬
tes. Lo dijimos ya al referirnos a la música grupal de coros y
también de orquestas. Allí existen ejemplos del escuchar gru¬
pal, del formar conjuntos nosótríeos, de tantas voces presen¬
tes y alegres que cantan y llenan el aire. Así se representa un
ejemplo que explica la democracia tipo tojolabal en medio de
la sociedad dominante. Cada uno está cantando y escuchando
a los demás cantores del coro, porque no sirven los solistas
dentro del coro como lo explicamos ya. Pero en las tristes
calles vaciadas ya no está el México profundo, bullicioso y
alegre. Hay limpieza pero nada de vida.
Dicen algunos que la democracia tipo tojolabal sólo fun¬
ciona en sociedades o comunidades pequeñas. ¿Es una crítica
fundada o enuncia la bancarrota del escuchar en el contexto de
la sociedad dominante? ¿No se pueden encontrar modos para
poner en práctica el escuchar en las sociedades occidentales?
Los mercados sirven de ejemplos de la presencia del México
profundo. Pero en el centro de la ciudad, no se les quiere.
85
Carlos Lenkersdorf
¿Por que no se tiene confianza con la presencia de mexicanos
ambulantes o con la sociedad civil que todavía no se ha con¬
solidado? Además, muchos ambulantes son emprendedores,
porque no encuentran otros trabajos. Por eso, también limpian
parabrisas y zapatos, venden dulces y chicles, piden para su
calavera. Es la realidad mexicana que vivimos y muchos de
estos ambulantes son originarios de pueblos. Traen su cultura
y su nosotros al Distrito Federal. Pero la ciudad no está prepa¬
rada para recibirlos, ofrecerles casa y trabajo. Los considera
sobrantes, no representables.
Existen los partidos, pero no dicen nada al respecto. La
existencia de los partidos no es la última sabiduría, porque
no conocen alternativas fuera de sus oportunidades partida¬
rias. Cantores, atrileros de orquestas y también matemáticos
pueden ponerse de acuerdo, ¿por qué no lo pueden hacer los
ciudadanos civilizados? Por supuesto, no se logra nada, si esta
problemática se pone en manos de dirigentes. Los animales
políticos tienen que encontrar el caminar al caminar. Si los
indios pueden, ¿podrán los no indios? El escuchar empieza en
grupos pequeños, la familia, entre estudiantes, en lugares de
trabajo, en mercados, pero se logra a base de estas prácticas
que se pueden extender a conjuntos más amplios. Una condi¬
ción fundamental es que cada ego no piense que tiene la mejor
solución de los problemas, sino que formemos un nosotros.
Pero se añade otro problema. Si los de abajo se organizan y
señalan lo que hace falta, no se les quiere escuchar, sino que
se reprimen, desalojan, detienen y levantan.
La liberación del centro de los vendedores ambulantes
hace surgir otro comentario. No se quiso escuchar las pala¬
bras de los vendedores que seguramente hablaron como conjun¬
tos solidarios de su historia, de sus necesidades. Se dice que
se trató de 14 mil. Seguramente no se incluyeron los niños
que suelen acompañar a sus papás al mercado, al trabajo de
86
Aprender a escuchar
ambulantes vendedores. Fueron y son pues más de 15 mil los
que se ganaron la vida como ambulantes en el centro. A la gente
urbana, además, le gustó ir donde ellos para sus compras v
para divertirse de la alegría del ambiente mexicanísimo (’ree
mos que por ello se fueron muchos turistas. Lengua diferente
y costumbres distintas no los atrajeron, pero los ambulantes
se hicieron monumento vivo de México.
Las autoridades de la ciudad tuvieron y siguen teniendo
otra idea, otra visión de la ciudad, que no sea un monumento
de piedra así como Chichón Itzá, pirámide de piedra, atrac¬
ción turística, productor de dinero por el flujo de visitantes,
sobre todo los extranjeros. Por todo eso no se quiso escuchar
a los ambulantes, a representantes de una multitud muy mexi¬
cana por su vida, su trabajo, su alegría y su bullicio. Todo esto
no es monumental. Lo grandioso son los edificios, piedras,
torres, cuanto más altas tanto mejor. Son a la vez recordato¬
rios de los gobernantes tenidos que se pusieron sus memorias
convertidas en piedras.
En todo esto no hubo ni hay espacio para las voces de los
ambulantes, para escuchar lo que no parece impresionante. Es
popular y en el contexto de las políticas actuales, al pueblo se
despoja de sus agros y de sus calles para celebrar la vida. Por
eso México se está despoblando. Millones se fueron a EU a
pesar de los riesgos que se encuentran en el camino. Se repi¬
te, pues, el acontecimiento de Chamula, referido al principio,
la autoridad no escucha al pueblo y las autoridades no tienen la
obligación de escuchar al pueblo.
El escuchar al individuo y al nosotros
Explicamos el escuchar que se fija en los otros que forman
parte del nosotros. La orientación hacia el nosotros puede
87
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
producir la idea que se desprecia al individuo. Por eso, tene¬
mos que entender la relación del nosotros con el individuo y
viceversa. Las experiencias que siguen lo pueden aclarar.
Estuvimos en una pequeña reunión de unos 1 () o 15 parti¬
cipantes, tanto mujeres como hombres, tojolabales y no-indí-
genas. Surgió un problema que se enfocó de modo tojolabal.
Es decir, el grupo actuó como si fuésemos una pequeña asam¬
blea. Se eligió un coordinador y cada uno dijo su opinión. Al
tocarle el tumo a la hermana Paula, dijo ella: “Pienso igual
que la hermana Margarita”. El coordinador le respondió: “Oye
hermanita, ya escuchamos el pensar de la hermana Margarita.
Pero hace falta y nos importa escuchar lo que dice tu cora¬
zón”. Así se obligó a la hermana Paula que diga lo que piense.
Es decir, se puede lograr el consenso solamente si cada indivi¬
duo del grupo aporta su opinión. Se constituye el acuerdo del
grupo o de la asamblea por las opiniones de todos y cada uno
de los asistentes a la reunión. No se niega la opinión o el pen¬
sar de ningún individuo porque cuenta la aportación de cada
uno para el consenso. Si éste no se da, no se puede estar de
acuerdo. Éste se construye por la síntesis de las aportaciones
de todos y son todos quienes elaboran la síntesis.
Por eso, el acuerdo del grupo es el producto del pensar
enunciado por cada uno. El grupo tiene que encontrarlo en
el debate que sigue al enunciado de los pensamientos indivi¬
duales.
Del mismo modo se explica la constitución del nosotros.
No se excluye al individuo ni sé desprecia. Porque no se dice
como se dijo en el nazismo: “Tú no eres nada, tu pueblo es
todo”. 66
En otra ocasión nos encontramos en una reunión comuni¬
taria a la cual se explicó un problema que tuvo que solucio-
66 p.n alemán se dijo, ctu bist nichts, dein Volk ¡st alies.
narse. Para hacerlo se dividió la comunidad de dos modos.
Por un lado, todas las mujeres formaron un grupo. Los hom¬
bres, en cambio, se juntaron en grupos de 10a 15 personas
para hacer el debate más fácil y para encaminarse hacia el
consenso comunitario.
En esta ocasión me asignaron a un grupo dentro del cual
se eligió al coordinador que hizo esta explicación: “Hermano
Carlos, queremos escuchar tu opinión con respecto al proble¬
ma, pero que hables en el último lugar del grupo para que no
nos influencies”. Es decir, quisieron escuchar la opinión mía
como de un individuo y miembro del grupo, pero no quisieron
que ejerciera yo una influencia sobre los demás. Dicho de otro
modo, cuenta la voz del individuo, pero, por mi pasado fue¬
ra de las comunidades, pudiera enfocar el asunto de manera
distinta y por eso me pidieron que hablara en el último lugar.
Los demás miembros del grupo fueron miembros de la misma
comunidad cuyas historias personales no los diferenciaron. Al
haber escuchado el pensamiento de cada uno, se empezó el
debate para llegar al consenso y formularlo. Asi se realizó la
reunión del grupo. Al terminar cada grupo, toda la comunidad
se reunió de nuevo, cada coordinador informó sobre el consen¬
so de su grupo y de estos consensos se formó el consenso de la
comunidad por el trabajo de los asambleístas y coordinadores.
Se anunció el acuerdo tomado en el cual cada uno de los asam¬
bleístas se supo incluido.
Observamos en ambas ocasiones una reacción particular
de las mujeres. Se juntan en un grupo aparte o una mujer tiene
dificultad de decir lo que ella piensa. ¿Cómo se explica esta
particularidad? Al hablar aparte con algunas mujeres del gru¬
po, nos dieron la razón.
Nos juntamos solamente entre mujeres, porque entre nosotras nos es
más fácil hablar en público. Los hombres ya están acostumbrados a
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Carlos Lenkersdorf
hacerlo. Pero entre mujeres nos salen las palabras sin avergon¬
zamos.
Algo parecido parece explicar la respuesta que dio la her¬
mana Paula.
Hace poco que las mujeres no participaron en asambleas
y reuniones. Les faltaba la experiencia del hablar en público.
Pero en tiempos recientes, hace unos 30 años, más o menos,
las mujeres empezaron a participar en las reuniones comuni¬
tarias, sea entre sí mismas o junto con los hombres. De esta
manera se está superando un problema de tiempos pasados.
Todavía no es un hecho terminado, sino que se trata de un
proceso en marcha. Hay comunidades donde ya se practica
y hay otras donde todavía no es el caso. Según informan, en
años anteriores dieron su opinión en casa.
La democracia del escuchar
El escuchar es un distintivo de la democracia entre los tojo-
labales. Gracias al escuchar se respetan las voces de todos y
cada uno. Existe una confianza marcada en la voz del pue¬
blo, es decir, la voz de los hermanos y hermanas. La con¬
fianza no es de algunas autoridades en los subalternos, sino
que los constituyentes confían en los demás comunitarios. Así
se explica la ausencia de personas destacadas, merecedoras,
importantes, influyentes y pudientes en el contexto de la de¬
mocracia tojolabal que es participativa. No encontramos este
tipo de democracia en las sociedades dominantes, porque es¬
tán divididas en distintas clases sociales. Gracias a éstas y a
las instituciones vigentes, se observa una estructura vertical.
Lo observamos, por ejemplo, en el gobierno del estado y las
demás oficinas subordinadas, las instituciones militares, eco-
Aprender a escuchar
nómicas, educativas, políticas, familiares, etcétera. Se piensa
que todas éstas no pueden existir a no ser que tengan un jefe,
líder, presidente o patrón en cuyas manos se concentra la toma
de decisiones.
Se habla de democracia política por la práctica de elecciones
que se celebran periódicamente según tumos establecidos.
Fuera de estos votos, el pueblo tiene pocas posibilidades de
ser escuchado. El ejemplo de Chamula, a principios de este
trabajo, lo explica y subraya. Lo que tenemos en el contexto
político es la democracia electoral y representativa. En otros
contextos son los jefes quienes deciden. En muchos sindica¬
tos sigue siendo un problema, por eso se formaron los sindi¬
catos independientes que tienen o quieren tener una estructura
más participativa.
En todos estos casos la “amplitud” de las prácticas demo¬
cráticas depende de la concepción del escuchar. En especial
se trata de un elemento constitutivo, es decir, de abrirse a la
voz de aquéllos que se consideran subalternos o de aceptar el
emparejarse con los que quieren ser escuchados. Son requisi¬
tos para los pudientes que no se aceptan fácilmente, porque se
trata de acercarse de alguna manera a la voz de los de abajo.
Se teme la pérdida de autoridad o superioridad si el acercar¬
se, es decir, emparejarse, se practica en serio porque muchas
veces la autoridad tiene la convicción de saber mejor lo que
se debe hacer. Además teme perder los privilegios que perte¬
necen a su posición. Cuando surge la oposición, la seguridad
del Estado se ve en peligro y se movilizan más y más fuerzas de
seguridad, pero de hecho y a menudo se trata del manteni¬
miento del stalu quo.
En resumen, el escuchar no tiene mucha fuerza de conven¬
cer a los pudientes o de imponerse a ellos. Esto, por lo demás,
no es el modo de ser del escuchar. Por tanto, el escuchar está
muy débil, porque no se tiene confianza en la voz del pueblo
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Carlos Lenkersdort
y su capacidad de encontrar decisiones viables. Muy fuerte es
la idea de que el pueblo no sabe y, además, que las fuerzas del
orden tienen la tarea de mantener al pueblo a distancia de las
autoridades para protegerlas. Por lo dicho, la democracia del
escuchar no suele convertirse en un regalo al pueblo por parte
de las autoridades.
El escuchar democrático es, pues, la capacidad de fijarse en
los pensamientos, las voces y palabras que dicen los otros, los
que no reflejan los intereses de unos mandones sino del pueblo.
Hay también comunidades tojolabalcs en las cuales se metieron
las ideas de la sociedad dominante. Por ejemplo, se habló de
la escasez del forraje para el ganado en una comunidad deter¬
minada. El corral ya no alcanzó para alimentar el ganado de
todos los comuneros. Se pensó en la reducción del ganado, pero
un comunero se opuso. Dijo que los finqueros tienen mucho
más ganado. “¿Por qué no lo puedo tener yo?” Insistió en su
derecho individual que no respetó los limites de la pastura. Se
trató de hacerle ver los límites y que una comunidad es otra
cosa que un finquero, pero no lo reconoció. Quiso insistir en
su derecho de tener cuanto ganado como quisiera. Representó,
pues, la influencia de la sociedad dominante en la cual dominan
los fuertes, los pudientes. Según deciden ellos, se hace, si no
se quiere, se emplea la fuerza. Si los demás se resisten, habrá
enfrentamientos. Este enfoque no es representativo para los to-
jolabales.
En las comunidades que siguen el modo de su pueblo, ta¬
les ideas no encuentran resonancia, pero se trata que influyan
constantemente en las comunidades las instancias oficiales
con promesas, dinero, regalos, paramilitares y otros medios.
En las asambleas de las comunidades participativas, surgen
ideas por generaciones oprimidas y despreciadas, no presen¬
tadas en la sociedad dominante. Son las voces de la paz, de la
convivencia, del no a las armas, al armamento, a la guerra y
92
Aprender a escuchar
a la tortura. Son, pues, las voces de los pueblos originarios, de
los afro-mexicanos, de los migrantes que gritan su no al racis¬
mo, a la discriminación, a la desigualdad social, económica,
política y cultural. Por eso, el escuchar es de la democracia,
porque es el demos cuyas voces y pensares se pueden afirmar
y se escuchan, no importa a qué país nos referimos.
El escuchar y el hacer
El asambleísta que resume lo que se escuchó por los asam¬
bleístas subraya tres puntos: el pensar, el decidir y el hacer.
Son elementos constitutivos del escuchar que desemboca en
el hacer. Es decir, se pueden escuchar muchas aportaciones,
si no confluyen para poder sintetizarlas, no conducen al hacer,
no se llega a ningún consenso de la acción hacia la cual se
dirige el escuchar. El hacer no se logra. Lo consideran los
tojolabalcs una asamblea inútil, si no logra el consenso de lo
que se va a hacer.
Primera hipótesis del escuchar a! hacer
Se junta la gente para escuchar con el firme propósito de lo¬
grar el acuerdo para el actuar. La gente de fuera no lo sabe,
pero los tojolabalcs sí lo afirman y, por eso, ‘oj jlaj jb’ajtik.
Es la expresión típica e instructiva que quiere decir, vamos a
emparejarnos. Se puede referir a cualquier asamblea porque
su propósito es el igualarse al ponerse de acuerdo, al lograr
un consenso. Una vez logrado, se dice: ¡ajan tajan ‘aytik , que
quiere decir: estamos emparejados, estamos en paz, no hay
pleito porque estamos de acuerdo. Dicho de otro modo, el
emparejarse corresponde a la paz social fundada en el actuar o
93
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
hacer de todos los miembros de la comunidad o del cuerpo so¬
cio-político que hace dichas afirmaciones. El escuchar, pues,
implica el compromiso de todos y cada uno. Sin escuchar el
actuar carece de fundamento, se hace arbitrario. El escuchar
manifiesta que los tojolabales saben pensar, saben que se debe
pensar para entender lo que se escucha y tienen juicio para
llegar a acciones bien pensadas.
Desde la perspectiva tojolabal el escuchar y el hacer
forman una unidad que no se debe disolver. Por eso, con
la elección de la autoridad no se le entrega el poder de to¬
mar decisiones y determinar las acciones. La autoridad tie¬
ne la función de ejecutar los acuerdos de la comunidad, del
conjunto social y político. Para los tojolabales se realiza la
democracia al mantener la unidad del pueblo que escucha,
piensa, decide y actúa. La separación de estos elementos di¬
suelve la democracia o la construye de nombre pero no en
la realidad.
Enfatizamos el escuchar, porque representa un eslabón ne¬
cesario, olvidado o tal vez nunca existió en las sociedades do¬
minantes. Es decir, el actuar está en manos del pueblo tojolabal
y no de un individuo o de un grupo, por ejemplo un partido
con intereses partidarios. El actuar, fundado en el escuchar,
se deriva del dialogar del pueblo. Si pierde este fundamento, se
carece de democracia, lo que depende de uno o de los pocos
que manipulan al pueblo aunque se dice que se hable en nom¬
bre de la ley. Ésta defiende los intereses de aquellos que la
produjeron, y no refleja los intereses del pueblo. Sabemos que
el pueblo no es el legislador. Lo son los legisladores elegidos,
que son pocos y los tojolabales saben que los pocos se pueden
manipular, presionar y comprar. En efecto, los tojolabales no
suelen tener leyes escritas, ni siquiera existe el término co¬
rrespondiente a ley en su idioma. Podemos decir que lo que
tiene la función reguladora de la ley es el acuerdo consensúa-
do, en tojolabal, lajub ’alxa, ya está acordado , a saber, entre
los emparejados. 61
El escuchar, finalmente, tiene efectos que no solían con¬
siderarse antes, tanto a nivel individual como colectivo. Lo
que escuchamos nos dice lo que desconocemos, nos sorpren¬
de y así también nos motiva para opinar lo que no conside¬
ramos antes. A nivel colectivo la pluralidad de opiniones que
se escuchan transforman el pensar de cada uno y de todos.
Se inicia el proceso de llegar a un consenso. Menos y menos
opiniones se cristalizan hasta que finalmente se pueden enun¬
ciar las palabras del que sintetiza el escuchar y opinar de la
asamblea. Esta síntesis expresa el pensar de todos que está
dirigido al hacer.
Segunda hipótesis del escuchar al hacer
El escuchar tiene efectos inesperados en los escuchadores
Perciben ideas que no son suyas. Las cuestionan, interrogan,
contradicen e interpelan. Todos estos efectos sorprenden a los
escuchadores y les urgen a encontrar respuestas que se les
ofrecen en las demás contestaciones escuchadas. Dicho de otro
modo, lo que se escucha puede tener efectos, tanto inquietantes
como catárticos. Les causa inseguridad y rechazo por presentar
ideas no aceptables o les aclarará posibilidades no enfocadas.
Si se bloquea el escuchar, se excluyen las posibilidades y el
efecto catártico. Este bloqueo es producto del endurecimiento
6 ’ Se recomienda mencionar en este contexto a llenty David Thoreau
(1817-1862), quien dijo: “[Los] gobiernos son creaciones artificiales que
se establecen para servir a los intereses del pueblo”. Debo la referencia a
Hovvard Zinn (2007), p. 126. La traducción del inglés es nuestra.
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Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
de la oposición al escuchar ideas, consideradas inaceptables.
La oposición al escuchar produce la intolerancia que, a su vez,
conduce a la violencia, tanto a nivel social como individual.
La historia de Occidente, del cristianismo, del colonialismo y
de las guerras está llena de ejemplos. Por eso, han producido
invasiones, conquistas, colonialismo, persecuciones, la inqui¬
sición, presos políticos, desapariciones y asesinatos. Todo esto
es producto de la intolerancia, de la oposición al escuchar, al
acercarse a los que presentan ideas rechazadas, al tratar de en¬
tender voces diferentes a las “nuestras”.
El efecto catártico, en cambio, nos saca del egocentrismo
y nos abre perspectivas no enfocadas. Nos enriquece y no nos
empobrece aunque nos contradiga. Precisamente al hacerlo
amplia el horizonte nuestro y nos encamina y anima a realizar
proyectos antes desconocidos.
Las dos hipótesis no se excluyen, sino que coexisten. Múl¬
tiples son las alternativas de la oposición al escuchar y de la
aceptación del escuchar. Hoy día se da un florecimiento ex¬
traordinario de la oposición. La aceptación, en cambio, también
se está multiplicando, pero, al no disponer del poder impositivo,
sufre de marginación, desprecio y rechazo. Chomsky 6 * presenta
los ejemplos de Irak, otros son de Oaxaca y lugares parecidos.
Entre los tojolabales y en retrospectiva se ve un proceso
de transformación de cada uno de los asambleístas, expresada
en el consenso. Al estudiar el escuchar, lo veremos con más
detalle al pasar paso por paso los efectos del escuchar que
nos cuestionan, interpelan, critican y transforman. De todos
modos, el escuchar sólo se puede en la realidad, si los escu-
chadores están dispuestos a escuchar y así permiten que se les
critique, interpele, y transforme. Porque lleva a los escucha-
68 Noani Chonisky y Heinz Dieterich (2003).
dores por un camino no enfocado, de hecho, temido por los
opositores. Van por caminos no considerados. Pero son cami¬
nos por los escuchadores descubiertos y no impuestos. Dicho
de otro modo, el escuchar comunitario o colectivo funciona,
porque existe el nosotros que forma comunidad. Funciona el
escuchar porque a quienes se escucha son hermanos y herma¬
nas que pertenecen al nosotros. Por eso, se les tiene confian¬
za, se les escucha porque los respetan. Todos son nosótricos.
Pero exactamente por esta razón, los opositores que suelen ser
el grupo de los que dominan o los pudientes, se esfuerzan para
que los escuchadores que suelen ser los de abajo no tengan la
oportunidad de ser escuchados y de realizar proyectos fuera de
los intereses de los de arriba. Se está bombardeando constan¬
temente a los nosótricos con regalos, promesas y amenazas
para abstraerlos de los caminos del nosotros , de la comunidad
que siempre busca el emparejarse con todos los hermanos.
La perversión del escuchar
Se pervierte el escuchar por los escuchas que se multiplican
en el contexto socio-político que vivimos. Quieren oír las pa¬
labras que no se dirigieron a ellos. Pueden ser palabras ha¬
bladas, escritas en papel, en internet o correo electrónico. El
hablar puede haber ocurrido en las situaciones más variadas.
Puede haberse dirigido a personas particulares, en reuniones
o asambleas, en discursos y en otras ocasiones. La razón es
que los pudientes, gobernantes u otros, no tienen confianza
en los gobernados. Por eso, se organizaron centros de pre¬
paración de escuchas que se distribuyen dentro de la pobla¬
ción, en instituciones, cárceles y otros lugares. Su tarca es que
oyen lo que la gente dice y piensa, sobre que se comunica,
que está planeando. Siempre se escucha con la sospecha que
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97
Carlos Lenkersdorf
son narcos, terroristas, violentos o revolucionarios. Pueden
ser las palabras más “neutrales” que causan sospecha, por
ejemplo, el nombre de una comunidad en Chiapas, la defensa
de la paz o la oposición a la guerra. Durante el gobierno de
los nazis en Alemania, contar chistes políticos fiie razón sufi¬
ciente para meter a la persona en un campo de concentración.
Pero, ¿cómo se supo de tal persona’? Pudo ser que un vecino
lo escuchó y lo delató con la policía o con el partido nazi. En
efecto, se animó a la población que denunciara a los disidentes
porque se dijo que colaboraron con el enemigo. Carteles pú¬
blicos anunciaron “El enemigo escucha . 69 Se animó al pue¬
blo que denunciara a los “enemigos”, situación que se repite
actualmente en varios países. Víctor Klemperer, académico y
judío que sobrevivió el nazismo, hace referencia a tal situa¬
ción cuando inmediatamente en la posguerra habló con una
señora que estuvo en la cárcel durante el gobierno de los na¬
zis. Le preguntó: “¿Por qué estuvo en la cárcel? Y le contestó
en perfecto berlinés: “Pos, por las palabrotas . Klemperer lo
explica para el lector no informado: “Había insultado a Hitler
así como los símbolos y las instituciones del tercer imperio ,
es decir, del imperio nazi. 70
La perversión del escuchar se practica también por la tortura.
El torturador quiere averiguar el pensamiento del torturado.
Se suele justificar porque se dice que así se salva la vida de
mucha gente. No se considera que muchos torturados dicen
lo que el torturador quiere escuchar para que se termine el
procedimiento. 71 Pero no se considera que no sólo se denigra
69 En alemán, “Feind hórí mif\
70 Víctor Klemperer (1999), p. 364.
n La Jomada del 6 de octubre de 2007, p. 25, sección El mundo, dice:
“... el presidente de EU, George W. Bush, defendió el uso de prisiones
secretas de la cía en el extranjero para interrogar a presuntos terroristas.
Aprender a escuchar
al torturado, sino que el torturador también pierde su huma¬
nidad.
Vemos que el escuchar es un concepto multifacético. Vimos
a lo largo de este trabajo los aspectos variados del con¬
cepto. Nos parece importante referimos brevemente a lo ex¬
puesto para damos cuenta de la distinción fundamental entre
lo presentado y aquello que nos toca enfocar ahora.
El escuchar nos acerca al otro o a los otros no sólo para
comunicamos sino para establecer lazos de compañerismo y
amistad. Por eso el proverbio ya mencionado dice: escucha
a tu enemigo y ya no es tu enemigo. Quiere decir que, el es¬
cuchar borra la hostilidad y nos hermana y reconcilia en el
dialogar. Porque en el intercambio de ideas los participantes
son, simultáneamente, escuchadores e interlocutores. Esta re¬
lación doble se establece también en situaciones de peligro
como lo vimos en el ejemplo, cuando un asaltante amenaza
al joven en el carro. El miedo y susto iniciales ceden el lugar
cuando el atracado y el bandido se dan la mano y éste le regala
un dulce al joven.
Dicho de otro modo, el escuchar nos puede manifestar el
carácter humano de la persona que escuchamos. Al hacerlo nos
cambia. Hace desaparecer la imagen del enemigo en nosotros
y de esta manera nos acerca al otro. Ya no es el sospechoso,
sino un amigo, un compañero, una persona digna de respeto.
Experimentamos, pues, una transformación inesperada. Otro
es el mundo de lo que nos imaginamos. Ya no se justifica la
sospecha, tampoco la imagen de enemigo. El otro, en efecto.
afirmó que su país no utiliza la tortura y que el programa que él ‘puso en
práctica’ para detener e interrogar ha entregado información para proteger a
los estadounidenses [...] El periódico The New York Times inlónnó que las
técnicas utilizadas incluían golpes en la cabeza, exposición a bajas tempe¬
raturas y ahogos”.
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Carlos Lenkersdorf
es diferente de lo que pensamos. Se acaba el miedo, se va el
susto y nos podemos dar la mano o un abrazo. El escuchar
es un gran transformador, porque puede establecer el diálogo
que empareja a los interlocutores. Acaba con la enemistad,
con el odio, el deseo destructor y construye el respeto mutuo
y la paz que remplazan la hostilidad anterior.
Por estas razones el escuchar es una herramienta básica
que establece relaciones de amistad a los niveles personales,
familiares, políticos, profesionales, sociales, nacionales e in¬
ternacionales. Es mucho decir, pero la realidad que vivimos
nos urge enfatizarlo. Porque, por un lado, nos libera de prejui¬
cios que, a menudo, nos desorientan y nos alejan de los otros
en los contextos individuales, sociales e internacionales. Se
nos dice que vivimos rodeados por terroristas, narcos, ladrones,
asesinos y naciones hostiles. Se nos obliga a aceptar la mili¬
tarización de la sociedad y a tolerar a los paramilitares con
su comportamiento criminal. Se nos hace aceptar vivir en un
contexto de miedo ante ataques posibles de enemigos omni¬
presentes pero desconocidos Los indios son considerados obs¬
táculos, así también los afroamericanos, campesinos y pobres.
Se desalojan, se les quita la tierra, los desaparecen a pesar de
proclamar la interculturalidad que no se practica. Se nos dice
que no se puede dialogar con terroristas; pero si los invitan y
se acepta la invitación se los detiene en el camino al diálogo.
Vivimos, finalmente, la ausencia del escuchar que es el pro¬
ductor de un ambiente que a diario se convierte en pesadilla. El
escuchar, en cambio, es la herramienta por excelencia de acer¬
camos y hacernos vivir en paz y en comunidad. Pero existe un
escuchar que no produce la convivencia. Es el producto de la
sociedad dominante que piensa que está amenazada constan¬
temente por enemigos. Por tanto, se ve urgida de averiguar los
planes destructivos de los “enemigos”. Se exige escucharlos,
acercarse a ellos para espiarlos. Éste es el concepto clave, el
100
Aprender a escuchar
espionaje que se realiza de los modos más diversos y a los
“enemigos” más diferentes. Pueden ser naciones, clases so¬
ciales y razas diferentes, extranjeros, individuos considerados
sospechosos, jóvenes considerados desorientados y muchos
más. La multitud de éstos y otros enemigos explica y justifica
el escuchar de soplones y delatores.
También se busca el acercamiento a los otros, los sos¬
pechosos, pero no con el fin de emparejarse con ellos, sino
todo lo contrario. He aquí la perversión. El espía se presen¬
ta como amigo, persona de confianza, pero la intención es
que se averigüen los propósitos del presunto enemigo para
poder destruirlo antes de que nos destruya a nosotros. Esta
es la orientación del escuchar por y para los espías. No se
busca que se establezca la convivencia, la comunidad, sino
la destrucción de los otros. Las guerras lo muestran. Irak nos
puede servir de ejemplo. Acercarse al enemigo para conocer
que busca la destrucción. Es a menudo un trabajo que se realiza
por mercenarios, porque se necesita una mentalidad que no
respeta las reglas de la convivencia, sino que hace lo que se
paga bien, sin consideraciones morales porque se justifica el
odio, la desconfianza, la destrucción. Es, en este contexto, que
se producen los incidentes en Afganistán, Irak y también en
Actcal, Ateneo, Oaxaca y Chiapas por mencionar sólo algu¬
nos lugares escogidos. Son acontecimientos que se presentan
a diario a nivel mundial y también nacional. Tenemos que
aprender que son producto de un pensamiento que siempre
se ve rodeado de enemigos y, por eso, se promueve el uso y
la venta de armas, la militarización, la represión. Los actos de
violencia oficial se interpretan como legales por la presencia
de los “subversivos”.
Los detalles del desarrollo de esta clase del escuchar no es
productivo, porque sigue el camino de la destrucción que no
fortalece ninguna nación, sino que edifica un mundo de odio y
101
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
de no querer convivir con los otros. Fortalece el poder de los
pudientes y ricos que reprime a los pobres y desclasificados
por razones racistas y otras.
El poder y el gobierno
Llama la atención el poder repartido entre todos los compo¬
nentes del nosotros en el contexto tojolabal. Por tanto, la toma
de decisiones queda en manos del mismo nosotros. Se for¬
ma, pues, un tipo de “gobierno” no jerárquico, es decir, no hay
presidente tampoco rey o caudillo, ni líder. Tampoco hay un
partido que tiene el poder y persigue sus intereses partidarios.
Dicho de otro modo, se excluye la concentración del poder
en manos de uno solo o de los pocos, por ejemplo, un parla¬
mento. No hay ninguna forma de monoteísmo así como no
hay monarquía. Así se da en gobiernos nosótricos de pueblos
originarios. 72 Según conozcamos la historia occidental, esta
clase de gobierno no tiene igual. Por supuesto, hubo y hay
gobiernos de grupos, 75 como por ejemplo: oligarquías, par¬
tidos gobernantes, clases políticas que siempre representan
una minoría en cuyas manos está la toma de decisiones y, por
lo general, el capital. Pero, tal vez a excepción de la Comu¬
na de París que se destruyó rápidamente, gobiernos del pueblo
nosótrico que gobiernan por consenso no forman parte de la
historia política de Occidente. La referencia a Roma no nos
72 Tampoco hay monólogos de políticos o monocultivos, asi como no
hubo monoteísmo entre los mayas prehispánicos y, a veces, lo hay hoy en
día. El mono siempre se refiere a uno solo, uno solo que gobierna, mo¬
narquía, un solo cultivo, monocultivo, mono-partido o partido gobernante,
etcétera.
73 Véase, por ejemplo, Suiza y San Marino.
102
convence porque en su república también existieron escla¬
vos, por supuesto, excluidos del nosotros popular. Se puede
afirmar, finalmente, que el concepto de gobierno implica la
concentración del poder en manos de uno o de una minoría, o
tal vez un gobierno elegido por una mayoría, pero el poder se
reduce otra vez a las manos de los pocos por la presencia de
los representantes que no son la voz del nosotros. De una ma¬
nera u otra, gobiernos concentran el poder, son pues, un grupo
minoritario que dice representar a todo el pueblo, es decir, a
toda la nación, aunque sea elegida por 51% de los electores.
A la vez, constituye el poder de un Estado. Por eso, gobiernos
son de estados y éstos, a su vez, tienen su gobierno. Los dos
se complementan mutuamente.
La concepción tojolabal, en cambio, reparte el poder en¬
tre todos los constituyentes del cuerpo político, es decir, el
nosotros que, en términos occidentales, sería el conjunto del
electorado, mujeres y hombres, que en realidad son el con¬
junto de los adultos de todo el cuerpo político. En el contexto
de las sociedades dominantes, el electorado nunca representa
el gobierno que siempre es un grupo reducido que maneja el
poder y, a la vez, es la institución que administra el Estado y
defiende su soberanía. Si, en cambio, no hay ni gobierno ni
Estado en el sentido occidental, es decir, en el sentido seña¬
lado, encontramos entre los tojolabalcs una estructura socio-
política del Honestado , si nos permiten un neologismo. 74
74 Véase Mexicon, vol. xxi, núm. 3, p. 56 sobre la Conferencia Interna¬
cional, “Hierarchy and power in the history of civilization”. En el texto se
explica: “Un til recently it veos considerad setf-e\’ident that onty the forma-
don ofthe State marked the end of the primidve epoch and allernatives lo the
State did nal actually exist. Ir has incivasingly become evidenl that non-state
sociedes aiv not necessarily less complex and efficient. Alternativas of social
evoludon can he ohserved tluvughoiit the whole lenglh of human history
103
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
La toma de decisiones está, pues, en manos de todos los
que constituyen el cuerpo socio-político que “gobierna” por
decisiones de consenso. Dicho de otro modo, la pluralidad
del nosotros comunitario desempeña las funciones de un go¬
bierno que ya no está en manos de uno, de un grupo, partido
o clase política. Por eso, podemos decir que en lugar de go¬
bierno hablamos mejor de la “ institución decisoria", es decir,
el nosotros que tiene el poder de decidir por consensos. Tam¬
poco hay un centro del poder, por e jemplo, un presidente , 75 ni
tampoco del estado, es decir, una capital. Porque estos centros
no se han formado por la particularidad de la institución deci¬
soria. Por eso hablamos del conjunto nonestado que se realiza
y procede por estructuras que, hasta la fecha, no se están
dando en el contexto de las sociedades dominantes. De he¬
cho, con mucha probabilidad existía esta clase de estructuras
socio-políticas en tiempos prchispánicos del posclásico maya
tardío entre los mayas de la audiencia de los confines. 7<>
En los tiempos referidos, los territorios habitados por los
pueblos mayas, no tuvieron poblados centros o “capitales”,
sino que, geográficamente ya se distinguieron por ser regio¬
nes perpendiculares a los ríos o aguas y no por estar asentadas
fwm non-egalitarian and egalHarían early primitivo associations up to re¬
cent developments. The evolutionary direction which a societyfollows is to
a considerable extent a resalí of adaptation to lite environment. not onfy lite
natural bnt sociohistorial one as tve/l. The 'type of civilizational develop-
ment’seems to be one of the key notions, capable of helping to reveaI es-
sental stntctnres of societies and systems of civilations'.
75 Recordamos que el presidente del comisariado no toma las decisio¬
nes, sino que ejecuta los acuerdos consensuados del nosotros en asamblea.
Las decisiones, pues, están en manos del nosotros.
16 Los kichés representan una excepción cuando quisieron usurpar el
poder como lo testifican los anales de los kakchikeles. Por eso, fueron ase¬
sinados, porque no se admitió el gobierno de uno.
104
a lo largo de éstas. Es decir, cada territorio contenía diferentes
“nichos ecológicos ”, 77 porque subieron de las tierras bajas a
las altas y así existían subregiones en las cuales, conforme a
climas diferentes, crecían productos diferentes que se inter¬
cambiaban dentro de su territorio. De esta manera, naturaleza
y humanos se complementaban, así como lo hacen los huma¬
nos en la institución decisoria.
Para señalar brevemente la particularidad de la institución
decisoria dentro del nonestado, hay que subrayar que tanto en
su vida interna como en las relaciones con otros predomina la
convivencia, la complementariedad y no la competitividad.
Dicha complementariedad incluía tanto a humanos como a
la naturaleza cósmica, si nos permiten la expresión. Dicho de
otro modo, no hay un gobierno de pocos en cuyas manos está
la toma de decisiones o simplemente el poder. Se propone una
concepción novedosa que no tiene nada que ver con la pos-
modemidad, sino que señala un aspecto de la cosmovisión y
cosmovivcncia tojolabal desde la raíz, diferente de las socie¬
dades dominantes. Su realización presupone que el nosotros
se hizo realidad. Por eso instruyen los zapatistas a su gente
que no busquen el poder. Las juntas de buen gobierno traba¬
jan por turnos y se rigen por el diálogo entre sí. Por esta razón
hablamos de una organización socio-política, el nonestado , 78
Sus decisiones no son productos impositivos, tampoco nacen
de una jerarquía del poder sino del nosotros comunitario.
Suponemos la presencia de esta estructura socio-política
entre los mayas del posclásico tardío en los Altos de Chiapas
77 Elias Zamora Acosta (1985), p. 437.
7 * En cuanto al nonestado tocamos brevemente un lema que requiere
más explicación. Proponemos hacerlo en una publicación posterior. Ya lo
mencionamos aquí, porque es un elemento constitutivo de la institución
decisoria.
105
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
y Guatemala. Por eso, en las ordenanzas de los oidores se
insiste en la prohibición de las asambleas. No tiene derecho
el pueblo de tomar decisiones, porque éstas deben estar en
las manos de los cabildos, es decir, de las personas contadas
y elegidas . 79 En otras palabras, los mayas quisieron mantener
las estructuras prehispánicas, lo que los españoles no admi¬
tieron. También encontramos la misma estructura entre los
tojolabales de hoy en dia.
Obstáculos para escuchar
Sabemos que el escuchar nos humaniza a fin de que nos rela¬
cionemos con otros en paz y respeto mutuo. Pero es el escuchar
que difícilmente se hace realidad fuera de ambientes amerin¬
dios, porque hay muchos obstáculos que impiden que escuche¬
mos bien. ¿Por qué no sabemos escuchar o no podemos escu¬
char? Hay ocasiones que no queremos escuchar y, finalmente,
se nos impide que escuchemos. Son varios los obstáculos que
no nos dejan escuchar y queremos entenderlos bien para tener
la oportunidad de escuchar.
¿Por qué no sabemos escuchar bien?
No sabemos escuchar porque no lo aprendimos, tampoco nos
lo enseñaron. Estudiamos una multitud de materias desde la
niñez y no sobra repetirlo otra vez. Por ejemplo, nos cnsc
fiaron y aprendimos a caminar, a hablar la lengua, a escri¬
bir, y así también aprendimos los números y la aritmética, el
w Gudnm Lenkersdorf (2001 A), pp. 262-265.
106
jugar y muchos, muchos asuntos más. Aprendimos muchas
cosas donde podemos actuar , pero no el recibir las palabras
escuchadas. Se piensa que se sobreentiende el escuchar al
aprender a hablar. ¿Será por esta razón que no se enseña? De
todos modos no está en los planes de estudio de escuelas y
universidades. ¿Por qué esta ausencia? Los músicos y canto¬
res piensan de otra manera. El saber escuchar es una materia
fundamental para ellos.
Se agregan razones que nos dificultan aprender el escu¬
char. Vivimos en un mundo Heno de ruidos que nos ensorde¬
cen, sobre todo en las megalópolis. Si aprendemos a callarlos,
se nos da la posibilidad de escuchar, porque el escuchar exige
el silencio, que cerremos la boca y paremos el diálogo inte¬
rior. No podemos escuchar mientras nos rodea mucha bulla,
o hablamos con la voz en cuello o con la voz interior. El es¬
cuchar requiere que nos callemos. No se puede hablar y escu¬
char simultáneamente. Si no aprendemos a callarnos, somos
incapaces de escuchar. Para poder escuchar, el silencio es una
condición fundamental. Se exige de nosotros y también de
nuestro contexto. Los ruidos y estruendos tampoco nos dejan
escuchar.
Otra dificultad es el énfasis en lo que se ve, lo visual en la
publicidad, los medios, la televisión en general, los videos y
el cine. Todo esto prefiere el ver al escuchar.
Pero, además, se agrega otro problema que enfocamos al
explicar la sintaxis y el idioma tojolabal. Sabemos que existen
la lengua hablada y la escuchada, pero, a diferencia del tojo-
labal, no tenemos un término para esta última. El nombre del
habla es lengua que, en primer lugar, es el órgano del cuerpo
humano con el cual articulamos las palabras. Dicho de otro
modo, ya a partir del vocablo, nuestro idioma es lo que se
habla, lo que se dice, pero no se incluye lo que se oye o escu¬
cha. Lo notamos también en las oraciones de comunicación.
107
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
El decirle algo a alguien sólo emplea el decir y no menciona
el escuchar de la otra persona. Otra vez notamos la diferencia
del tojolabal. Siempre queremos ser actores, los que ejecuta¬
mos actividades. Siendo activos nos realizamos como se nos
ha enseñado. Al hablar podemos lucirnos, pero no se puede al
escuchar. Los ganadores saben hablar. ¿Saben escuchar tam¬
bién?
Ya lo dijimos, al escuchar no somos los que actúan en pri¬
mer lugar, sino los que recibimos. Por la importancia y parti¬
cularidad que tiene y por aspectos adicionales, nos referimos
nuevamente al recibir. Es un tipo de comportamiento en el
cual no actuamos, no producimos nada, ningún discurso, nin¬
gún producto que se podría mostrar, o exhibir. Sí se puede
grabar, pero la voz grabada no se puede igualar a la escuchada
frente a la persona que nos habla. El recibir de por sí es un
evento problemático. La recepción de palabras escuchadas
nos deja maravillados y endeudados con una deuda que nun¬
ca podemos pagar, tampoco sabemos cómo recompensarla.
Ni siquiera decimos gracias por las palabras escuchadas que
recibimos. A veces lo expresamos, por ejemplo, aplaudimos
al orador que presentó una conferencia, a la orquesta cuya
música escuchamos o besamos a la persona que nos ama y nos
habla. Por lo general recibimos las palabras sin expresiones
de gratitud. El recibir las palabras escuchadas corresponde, en
tojolabal, a recibir un regalo que los tojolabalcs entienden de
un modo muy particular.
Si recibo de alguien un regalo, no es su regalo, sino que es
mi regalo } 0 Quiere decir, el regalo no expresa la generosidad
de quien lo da, porque sólo ofrece lo que no le pertenece. El
que lo recibe, en cambio, no lo recibe como propietario, sino
80 Carlos Lenkersdorf (2004), p. 490, es la entrada de majtan.
108
para que siga pasándolo a otros. Por eso, lo que consideramos
cosas nuestras las tenemos como oportunidades para pasarlas
a los que lo necesiten, y así se sigue el dar y el recibir. Es un
pensamiento o una sabiduría profunda que afirma que lo que
tenemos no es lo nuestro, sino algo que podemos usar hasta
que venga otro que lo necesite y se lo ofrecemos. Empieza
con palabras que orientan a la persona que espera palabras, le
dan fuerza para superar los problemas que le acosan, porque
nos hacen falta personas en quienes apoyamos.
Al escuchar palabras recibimos, pues, lo que nos hace falta
para poder darlo a otros, a quienes hace falta. Así es que el es¬
cuchar abre una cadena de escuchadores que reciben y siguen
esta relación dialógica del recibir y del dar.
En el contexto tojolabal se manifiesta, según el ejemplo
dado, un aspecto del escuchar del cual sabemos menos que
del escuchar auditivo. Representan para los tojolabalcs los dos
modos del cscuchar-rccibir en una cosmovisión diádica que
es un aspecto del mundo nosótrico que es representativo de
ellos. Es una realidad desconocida o a menudo ignorada en las
sociedades dominantes. Por eso, no nos damos cuenta de la
problemática. Al hablar decimos al otro solamente yo te Jigo
y no mencionamos nada de lo que esperamos, es decir, que es¬
cuche. No iniciamos un diálogo. Enfatizamos la diferencia del
tojolabal. Sabemos que se dice,yo digo, tú escuchas. Para los
mayas-tojolabalcs el diálogo requiere la complcmcntaricdad
de los que participen: se habla y se escucha. Se presupone el
recibir de los dialogantes. Así se forma comunidad, se forma
el nosolms, concepto distintivo del tojolabal.
La falta de este evento diádico en español y otros idiomas
dominantes explica que poco o nada se sabe del escuchar en
estas lenguas. No es sólo que no lo usamos, sino que ni se
nos ocurre que nos hace falta algo. Las cosmovisioncs occi¬
dentales lo excluyen sin darse cuenta. En su lugar se enfatiza
109
Carlos Lenkersdorf
el desplegar las actividades destacadas de oradores, ganado¬
res, campeones, vencedores, primeros, premiados en todas las
ramas de la vida social, política, económica y cultural. Son
actividades que llenan la prensa, la radio y la televisión. Los
lunes se multiplican por las actividades dominicales, deporti¬
vas, culturales y políticas.
¿No será por este énfasis que se desprecia a los pequeños:
campesinos, indígenas, afro-mexicanos, vendedores ambulan¬
tes, pobres y demás? ¿Qué serían las actividades donde se lu¬
cieran campesinos, indígenas y vecinos de las barrancas? No
llaman la atención. Tampoco importa a los pudientes que las
regiones rurales se despueblen, que las ciudades se hacen mega-
lópolis con los tugurios en aumento, que millones migran a EU.
Todo esto no preocupa a los pudientes; la tierra se acapara en
manos de los pocos que están arriba y que esta política mata la
agricultura . 81 ¿No es esta negligencia una señal de no escuchar a
los de abajo y de no saber escucharlos?
El escuchar-recibir encuentra, finalmente, otro obstáculo
entre los pudientes. Como tales no les gusta recibir algo, por¬
que no quieren que se les obligue y no pueden recibir nada sin
la idea de que tienen que dar una recompensa por lo recibido.
Y si el recibir es el escuchar, se exige de ellos que se fijen en
los argumentos y pensamientos de lo que escuchen y a quie¬
nes escuchen. Es decir, tienen que aceptar ideas que no sean
suyas sino de otros, que no sean pudientes. Es el poder que
los impide hacerlo, porque requiere que se emparejen con los
otros o, por lo menos, darles las gracias. Es decir, reconocer
la generosidad de los dadivosos. Así es que el recibir de lo
que uno no tiene, reduce la importancia del pudiente, porque
piensa que no le falta nada de los de abajo a no ser que sea su
81 Véase Ojarasca , núm. 123, julio de 2007.
Aprender a escuchar
tierra. Y ésta no se les da sino que se les toma para lo cual no
se da gracias. De este modo el poder es otro obstáculo enorme
para poder escuchar. La historia de Occidente está llena de
ejemplos del no escuchar por parte de los pudientes. Pero está
llena de tomar aquello que no le pertenece. Se sabe escuchar,
finalmente, si y sólo si el poderoso se transforma y escucha al
pobre como ocurrió cuando, por ejemplo, EU tuvo que retirar¬
se de Vietnam. El pudiente reconoció, aunque de mala gana,
que no ganó la guerra contra el débil.
¿Por qué no queremos escuchar?
El no querer escuchar se da en sociedades divididas en clases
sociales, en razas inferiores y superiores, en los que mandan y
los que son mandados. Los pudientes no quieren escuchar por
varias razones. Ya saben lo que dicen los otros a quienes no
respetan, porque piensan que ellos no saben pensar, no tienen
los conocimientos suficientes y no defienden los intereses del
Estado según lo entienden los pudientes. Por eso, el escuchar
les parece inútil. El escuchar, además, es dialógico y, por eso,
se habla para recibir las palabras de los escuchadorcs, por su¬
puesto, diferentes de lo que dijeron los que hablaron primero.
Al escuchar a los otros, se hacen recibidores de ellos y así
dependientes de aquéllos a quienes vinieron a escuchar. Esto,
sin embargo, sólo funciona si entienden que el escuchar es
dialógico. Es, pues, diferente del hablar/dccir que no tiene in¬
terés en el diálogo. Los que sí saben, llegan, “echan su rollo”,
es decir, presentan su discurso, y se van.
Ahora bien, los mandados también ya saben lo que pudie¬
ran escuchar de los que mandan, pero, por eso, no se retiran
del escuchar. Parece que saben más del carácter dialógico del
escuchar. No se hacen “rolleros”, tampoco presentan discursos.
110
111
Carlos Lenkersdorf
Insisten en el escuchar y, a la vez, en el ser escuchados. 82 Por
lo expuesto, el no querer escuchar depende en gran parte del
poder del cual los unos o los otros disponen. También puede
intervenir la voluntad, pero ésta sólo puede actuar, si es capaz
de imponer el poder.
Al estudiar los dos lados en conflicto notamos una parti¬
cularidad. Un lado es muy numeroso, son los muchos. En el
otro están los pocos que, sin embargo, tienen el poder, la ley,
las armas, las palabras y el capital en sus manos. Van a las
reuniones de Davos, Suiza, para hablar entre sí. Allí no hay
ningún representante de los muchos porque no tienen voz. Se
juntan, pues, los que pretenden saber, tienen a su lado a los
tecnócratas y peritos que sí saben cómo continuar el cami¬
no que garantiza la estabilidad socio-económica y política,
las inversiones sustanciosas y cómo mantener los lazos con las
instancias internacionales como el Banco Mundial, el Fon¬
do Monetario Internacional y la Organización Mundial de
Comercio. Aunque son los pocos, son aquéllos que tienen
mucho peso, muchas reservas financieras y gente altamente
preparada en este contexto. El no querer escuchar, en fin, re¬
presenta una actitud que depende de la situación de la estruc¬
tura de la organización social. En cada lado hay perspectivas
que se quieren mantener. Los pocos defienden sus privilegios,
los muchos, a su vez, quieren establecer principios de demo¬
cracias participativas que emparejan a todos los integrantes.
Se buscan estos principios, porque no existen tampoco, se les
escucha a aquéllos que los quieren.
Agreguemos un ejemplo final. La Jomado del 18 de mar¬
zo de 2007 tiene el título en la primera plana “Alto a la guc-
,J La Jornada , 15 de julio de 2007, p. 5a. “Publican volumen sobre
el conflicto en Oaxaca”. El articulo señala el problema del no querer
escuchar.
112
Aprender a escuchar
rra, clamor mundial”. Se refiere a manifestaciones en muchas
ciudades del mundo contra la guerra en Irak. En la página 29
del mismo día un artículo dice: “Aprobar fondos para tropas,
exige Bush a demócratas”. No le importa escuchar el cla¬
mor mundial de millones de personas, porque tiene intereses
opuestos a los millones. La razón es que ese presidente, tiene
el poder y puede imponerse. No quiere escuchar a los que no
tienen el poder. Y los que no lo tienen se cansaron de escuchar
a los pudientes, porque están hartos de siempre escuchar los
mismos discursos sin diálogos. Pero, a veces sucede, que al¬
gunos de los muchos aceptan la invitación de asistir a la mesa
redonda y en el camino los desaparecen.
Se rechaza el escuchar
La historia del pueblo tojolabal y demás pueblos originarios
nos hace recordar nuevamente los tiempos de la invasión, Con¬
quista y colonialismo. Llegaron los europeos que no pudieron
escuchar a los originarios ni intercambiar palabras. Los unos
desconocieron las lenguas de los invadidos y viceversa. Tuvie¬
ron que “conversar” mediante señales, pero sí se trataba de que
los “nativos” tuvieran que obedecer a la violencia impuesta y
acompañar a los invasores en sus expediciones bélicas. Se usó
la fuerza y así Colón trajo a los primeros esclavos amerindios a
España. Le fue prohibido, pero pronto se desarrolló el negocio
de la esclavitud como castigo a los “indios” que no se some¬
tieran a los conquistadores. 8 ’ Al prohibirse la esclavitud de los
amerindios se siguió practicando de todos modos, pero a la vez
se inició la esclavitud de los negros africanos. Las relaciones
81 Hortensia, Requerimiento, final.
113
Carlos Lenkersdorf
entre conquistadores y conquistados, negreros y negros, son
ejemplos preclaros del rechazo a escuchar. Prevaleció la fuer¬
za bruta, porque no hubo lengua común, tampoco interés de
escuchar a los robados africanos, separados violentamente de su
familia, comunidad, pueblo, tierra y cultura. De esta manera
se desarrolló el capitalismo y las grandes riquezas iniciales de
Europa. 84
El no querer escuchar caracteriza la historia de la Conquis¬
ta y del colonialismo como lo documenta Las Casas en La
Brevísima relación de la destrucción de las Indias que no se
acabó con la Independencia y la Revolución. Los tres artícu¬
los de Blanche Petrich, publicados en los días del año 2007,
señalan una realidad que repite la triste historia del siglo xvi. 8 '
Es decir, hasta la fecha no hemos aprendido a aprender de
los indígenas y a respetarlos. Se sigue destruyendo a los pueblos
originarios como lo escribe José Alcina Franch, editor de la
Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
Impedir el escuchar
Se está preparando la guerra preventiva con el Irán. Se quie¬
re hacer con aviones y artillería para no repetir los “errores"
de la guerra con el Irak. Para no “asustar” a la población de
Estados Unidos, las armas atómicas que se proponen usar, se
llaman “ mininukes ”. Da a entender este nombre que se trata
de armas atómicas mínimas que son “inofensivas para la po-
M Véase Heinríeh Loth (1981), p. 9-20.
* 5 La Jornada. 28, 29 y 30 de octubre de 2007, p. 3 y p. 10, siempre en
la sección Política, los artículos de Blanche Petrich. Las Casas. Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, 1985.
114
Aprender a escuchar
blación civil”. 86 No se problematiza esta explicación. Armas
atómicas tienen efectos graves por la radiación que producen
y no importa el tamaño que tengan. Pero no se dice esto, sino
que se minimiza el efecto, porque dicen los medios y las au¬
toridades que las armas se llaman mini [...] y por eso, no son
dañinas para la población. ¿Quiere decir que la radiación hace
un desvío al acercarse a la población civil?
Esta clase de información desorienta a los lectores y oyen¬
tes, por no decir, al pueblo. Se publica para que no se escuche
cómo es la realidad o la verdad de estas armas. Un gran obs¬
táculo es que los pudientes y medios se esfuerzan en que el
pueblo no tenga la oportunidad de escuchar y de ser escucha¬
do si hace preguntas. Dicho de otro modo, hay un propósito
político en cuanto a asuntos que no se “deben” escuchar. Por
la misma razón la ley les prohíbe viajar a Cuba a los ciudada¬
nos de EU. No conviene que escuchen y vean lo que se hace
en la isla. Por la misma clase de razones, los nazis prohibieron
durante la Segunda Guerra Mundial que se escuchara la radio
de la bbc de Inglaterra.
Se trata de la desinformación a nivel mundial. Se promueve
con mucha propaganda el turismo y el ecoturismo. Para reali¬
zar estos propósitos se necesitan construir hoteles, carreteras,
presas y proyectos relacionados. Porque los turistas necesitan
alojamiento, transporte y agua para hoteles, albercas, campos
de golf y consumo. Se necesita mucho espacio para la cons¬
trucción de estos proyectos y se obtienen de las tierras habita¬
das y trabajadas por campesinos que producen alimentos para
sostenerse y para satisfacer las demandas de los mercados que
alimentan a la nación. Por esta clase de proyectos se les quita
84 Blanche Petrich, “En planes de EU, el ataque nuclear a Irán”, La
Jomada, 30 de abril de 2007, pp. 56 y 22.
115
Carlos Lenkersdorf
Aprender a escuchar
la tierra y se les desaloja, razón por la cual tienen que migrar
a las ciudades o a EU. Se invitan consorcios internacionales
para las construcciones, se importan alimentos puesto que ya
no se produce lo suficiente en el país. Todo esto representa
una cadena dentro de la cual los últimos son los campesinos
cuyas proposiciones no se escuchan. En efecto, se promueven
los proyectos turísticos como soluciones de problemas del país
sin mencionar que se pierde la autoalimentación de la Nación,
que se producen megalópolis, que crece el despoblamiento del
campo junto con la migración de millones y que se empeora
la contaminación. Implica la cadena no sólo el turismo y el
desarrollo sustentable del país, sino que se dcsinforma a la
población. Es decir, no se señalan los efectos dañinos de la ca¬
dena turística para el pueblo, el campesinado, la alimentación
nacional. La tierra ya no está para sostenemos sino para la
diversión de los acomodados y la ganancia de dinero. No se
escucha ni se respeta la concepción y la práctica de los cam¬
pesinos e indígenas para quienes la tierra es Nuestra Madre
Ticrra.ya jnantik lu ’um como dicen los tojolabalcs.
Esta clase de proyectos se logran al llenar los medios con
propaganda específica que no deja pasar alternativas de cono¬
cimientos e información. 87 De ahí la despolitización de sec¬
tores mayoritarios. Medios, deportes, comerciales, consumo,
etc., son una parte de los esfuerzos de no escuchar lo que se
considera inconveniente. A la vez, se distribuye dcsinforma-
ción que produce temor y angustia. Sadam Husscin pudiera
atacar a la nación, Al Qacda también lo pudiera hacer como
lo hicieran los comunistas. Es decir, siempre se buscan cne-
* 7 Cíerald Sussman (2006), p. 29. El autor muestra cómo se producen
noticias que se proponen convencer al pueblo de la necesidad de hacer la
guerra contra Irán.
116
migos: comunistas, terroristas, narcos o crimen organizado
que impiden al pueblo, perciba la manipulación a la cual está
expuesto. 88 Y simultáneamente se sostienen los gastos de mi¬
les de millones para la industria de armamento, los soldados
salen de sus cuarteles y se estacionan en regiones del país. Se
está produciendo un tipo de sicosis por la posibilidad de un
ataque y la omniprcsencia de los narcos.
Se trata de uno de los fenómenos más usados para que el
pueblo no escuche. Gobiernos, la clase política y los medios
trabajan de común acuerdo con la finalidad señalada. De ahí
no se admiten más canales de medios, sobre todo en manos
populares.
En síntesis se nos traslada al tiempo del mito de la caverna
de Platón. Todos están pegados a la pantalla que muestra pu¬
ras sombras, es decir, imágenes hechas para manipular. Atrae
la pantalla a todos y los fascina tanto que no se dan cuenta
de estar encadenados y como hechizados. Uno de estos te¬
levidentes se aleja de la pantalla y sale, ve otra realidad que
le enseña que fueron sombras lo que vio en la pantalla de la
caverna, hoy diríamos cuentos. Platón hace la pregunta si se
recomienda informar a los “encadenados”. Pero no se hace
porque se sabe que si viene alguien para informarles sobre la
realidad, lo consideran un subversivo que conviene desapa¬
recerlo, eliminarlo en cárceles o matarlo. Además están las
estrellas de la pantalla y del fui que fascinan a los televidentes
que no tolerarán que se les quiten. Platón ya conoció el truco
de manipular al pueblo para que no se escuchen alternativas
que contradicen los cuentos. Recordamos que ya hace más de
2 mil años que vivió Platón.
** Véase Gore Vidal (2004 ),passim.
117
Carlos Lenkersdore
Surge el obstáculo que impide escuchar por parte de aqué¬
llos que tengan el poder en sus manos. Asi se dificulta el des¬
pertar del pueblo, porque tiene que dirigirse contra los ma¬
nipuladores en cuyas manos está el poder legal y oficial del
Estado y, por esta razón, están protegidos por la Constitución.
De ahí que todo el despertar a escuchar se considera subversi¬
vo, anticonstitucional y antipatriótico. 89
,9 Véase Alejandro Nadal, “El sendero de la dictadura”, 1.a Jomada,
México, 9 de mayo de 2007.
118
SEGUNDA PARTE
El escuchar en el contexto tojolabal
Conceptos clave
E l escuchar es uno de cuatro conceptos clave del tojola¬
bal. 1 Los demás son el nosotros, todo vive, y la comple-
mentariedad o intersubjetividad. Los cuatro conceptos
tienen términos correspondientes en tojolabal y, además,
están interrelacionados. La comprensión del escuchar en su
contexto exige que se expliquen los demás conceptos clave.
El escuchar corresponde al ‘ah 7, el nosotros al ke ’ntik, todo
vive al ‘altsil y la complcmcntaricdad al / ajan lajan o ‘ojjlaj
jb ’ajtik. Expliquemos brevemente cada uno de los conceptos
y, además, referimos a los lectores respecto de nuestro libro de
Conceptos tojolabales de filosofía y del altermundo (2004 A).
1 Posiblemente existen más que, hasta la fecha, no investigamos a fon¬
do. Se hizo un inicio en nuestro libro 2004 A que explica una cantidad
considerable de conceptos representativos del tojolabal.
121
Carlos Lfnkersdorf
1. El escuchar
El ‘ab 7 no sólo corresponde al escuchar, sino que tiene una
paleta muy amplia de significados que se ramifica en muchos
derivados. Va del escuchar al oir, sentir, saborear, fumar, tener
compasión y otros. 2 Se explica el sentir por el hecho de que
el escuchar y oír corresponden a formas del sentir, a menudo
desde la perspectiva del otro. De este modo se explica el de¬
rivado 'ab'juia o ‘a’jula y ‘ a’julal2 Así es que al escuchar
nos fijamos en lo que el otro o los otros nos dicen. De esta
manera se enfatiza la relación de reciprocidad del nosotros.
Pero de hecho se enfatiza otra particularidad del verbo. Tanto
en el sentido de escuchar como de sentir, quiere decir, percibir
palabras y sentimientos desde la perspectiva del otro o de los
otros. Corresponde al término técnico de emic que se refiere
al entender otra cultura desde la perspectiva de ella. Significa
el escuchar y sentir desde la perspectiva tojolabal, una capa¬
cidad particular que corresponde a la empatia. Se profundiza
de este modo la comprensión del escuchar. Va más allá del
fijarse o concentrarse en otro y lo que dice, porque se exige
que se escuche desde la perspectiva de aquél que escuchamos.
De este modo, el tojolabal, la lengua de los que saben escu¬
char, muestra una capacidad que, según sabemos, no existe o
ya no existe en las lenguas dominantes hoy. Se profundiza el
conocimiento del otro al conocerlo desde la perspectiva de él y
no del conocedor.
Por lo dicho se abre otro aspecto del escuchar-sentir-rcci-
bir en el contexto tojolabal. Porque se recibe algo que no es de
nosotros sino del otro, ampliamos la idea de otra cultura. Se
manifiesta una capacidad importante al entender la altcridad,
■ Carlos Lenkersdorf (2004), p. 86 ss.
5 Carlos Lenkersdorf (2004), pp. 88 y 74-76.
El escuchar en el contexto tojolabal
lo extraño, lo no-nuestro, lo que en Occidente a menudo se
rechaza por prejuicios hacia lo distinto de nosotros. Existen
pues, particularidades del escuchar, según lo muestra tanto la
lengua como la realidad social de los tojolabales, que no en¬
contramos en las lenguas y comportamientos de los hablantes
de lenguas dominantes. Puede ser que por esta ausencia se
explican las dificultades de Occidente de convivir y respe¬
tar otras culturas. No tiene la capacidad de escuchar-sentir-
rccibirlas.
2. El nosotros
El ke ’ntik es una palabra compuesta de ke ’n = yo y de —tik =
nosotros. Por tanto, podemos decir que el ke ’ntik es la nosotri-
ficación del ke ’n, es decir, del yo, así como junatik es la noso-
trificación de las faldas.' 1 Con referencia al ke ’ntik vemos que
el yo no se niega, sino que está integrado en el nosotros que se
compone de los yo’s cuyos compromisos constituyen el noso¬
tros. 5 Se manifiesta un aspecto característico del término por
la expresión uno de nosotros cometimos un delito. 6 Señala la
frase la corresponsabilidad del nosotros que implica la acción
nosótrica de mantener la integridad del nosotros que, por su¬
puesto, incluye al delincuente. Dicho de otro modo, el nosotros
no excluye al delincuente, sino que mantiene el contacto con
él, porque sigue considerándolo como hermano. Por tanto, se
esfuerza en restituirlo a la comunidad nosótrica. 1 Es decir, el
* juna corresponde a falda.
5 Carlos Lenkersdorf (2004 A), p. 142 ss.
6 Ln tojolabal, june ja ke ’ntiki jta ’atikjnml.
7 Véase Luis Villoro (2007), p. 20 ss y passim. Véase también Carlos
Lenkersdorf (2004 A), pp. 116-120.
122
123
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
delito no corta el escuchar por parte del nosotros, sino todo lo
contrario. Por el hecho de que el delito no es un asunto indi¬
vidual, la comunidad del nosotros se moviliza, para reparar el
daño que el delito causó a la comunidad. El escuchar se inten¬
sifica al reunir a todos los miembros del nosotros', la comuni¬
dad, los familiares del delincuente y a éste mismo. Se realiza,
por decirlo así, una asamblea de escuchadores. Le piden cuen¬
tas al delincuente, es decir, lo escuchan, y se busca un acuerdo
que lo reintegre en la comunidad. Tiene que participar en el
reparo del daño y así reincorporarse en la comunidad. No se
le pone en la cárcel, donde no se repara nada, porque el delin¬
cuente no se mejora, su familia sufre por la ausencia del padre
y el daño a la comunidad no se remedia.
2A. Anatomía
Se llama anatomía el estudio de las partes del cuerpo. Los
tojolabalcs también estudian el cuerpo humano, sobre todo lo
hacen los curadores y curadoras. Pero no hablan de las partes
del cuerpo como se hace en anatomía. Hablan de ya sb'i’il ja
jb 'ak ’teltiki, quiere decir, los nombres de nuestro cuerpo. No
se refieren a partes para hablar del cuerpo, porque la palabra
parte corresponde a pedazo , xet ’an, es decir, el fragmento de
un todo que está hecho pedazos. Sabemos que en anatomía se
aprende cómo se construye el cuerpo humano mediante cadá¬
veres de hombres muertos. Desde la perspectiva tojolabal este
enfoque sería inimaginable. El cuerpo humano es del hombre
viviente. Para estudiarlo hay que hacer la investigación a par¬
tir de humanos vivos y no muertos. Por eso no se habla de
las partes sino de los nombres de nuestro cuerpo, ja sb 'i 77 ja
jb ’ak ’teltiki. Observamos no sólo la palabra de nombres, sino
también la referencia a nuestro cuerpo. La razón es que se ha-
124
bla del cuerpo de vivientes, entonces siempre son cuerpos de
humanos vivos. Es decir, el cuerpo nuestro incluye el cuerpo
mío, el tuyo, el suyo, etcétera. Por supuesto, no se despedaza
ni se corta al cuerpo humano que vive, sino que se aprende el
cuerpo humano a base de los humanos que viven. A partir de
esta concepción se entiende la práctica de la salud o medicina
entre los mayas de Chiapas como se realiza en el contexto de
los zapatistas. Llegan los vivos con cuerpos enfermos. Hay
que conocer y curar estos cuerpos de humanos vivos.
Ahora bien, al hablar de sus nombres no se dice cabeza,
mano, ojo, etcétera, sino que se dice kolomtik, nuestra cabe¬
za ; jkab ’tik , nuestra mano\ jsatik, nuestros ojos, etcétera. Así
como se dice nuestro cuerpo, se dice también nuestra cabeza.
En este contexto las formas del nosotros explican que lo no-
sotrificado vive y pertenece a un viviente. Pero dice más que
esto. También se habla de kalajtik, nuestra milpa que se visita
diariamente. Se habla y conversa con ella. Nuestra milpa se
pone triste si no la visitamos cada día. Pero se alegra cuando
la visitamos y hablamos con ella. De la misma manera se habla
de jnajtik, nuestra casa al referirse al lugar donde vive nues¬
tra familia (extensa). Lo nuestro, mejor dicho, lo nosotrifica-
do vive así como nosotros, nuestro cuerpo y sus órganos. Por
lo dicho, nuestra milpa, nuestra casa y lo demás de nosotros
vive y todos ellos representan hermanos y hermanas nuestras.
Dicho de otro modo, somos una especie entre muchas, mu¬
chas otras. No somos los que están en la cima de los vivientes,
sino hermanos de una familia muy extensa que nos influye
también. Así nuestras casas que habitamos y edificamos son
ellas que también nos forman en nuestro modo de ser. Nues¬
tra milpa nos sostiene. Nuestro perro nos cuida y nos acom¬
paña. Vivimos, pues, en medio de un todo viviente que nos
acompaña y nos formamos mutuamente. En cuanto viviente,
finalmente hay que escucharlo así como nos escucha. Por eso,
125
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
conversan los tojolabales con la milpa, es decir, la escuchan
así como los escucha. Se realiza el mismo intercambio con los
animales. El milpero habla con los bueyes y los escucha antes
de empezar a arar. El curador habla con las plantas y las escu¬
cha. Todo esto se explica porque vivimos en un cosmos que
vive, que tiene 'altsil. Por eso, nosotros los humanos somos
una especie entre muchas otras y, por consiguiente, nuestra
individualidad no tiene tanta importancia como pensamos en
Occidente. Nos gusta mucho sobreestimamos porque se nos
enseña a cultivar nuestra autoestima.
Así es que la nosotrificación es el camino de los vivientes,
de la educación, de la justicia, de la comunidad y del escu¬
char. De esta manera se explica otro concepto clave que sigue.
La anatomía, en cambio, nos puede enseñar lo que vemos y
miramos sin damos cuenta que esta clase de vista ve muertos
pero a nosotros nos toca entender y escuchar a los vivientes.
3. Todo vive - ja ‘allsili
El hecho de que todo vive es un aspecto muy particular de
la cosmovisión tojolabal. Porque en la sociedad dominante la
naturaleza se divide entre la viva y la muerta, cuesta a los
occidentales que reconozcan la concepción de los tojolabales
mientras se está ubicado en un contexto en el cual no todo
vive. Veremos lo que esto significa para los tojolabales. El
hecho se expresa por el termino del 'altsil, corazón que es el
vivificador de todos y de cada uno, por eso no hay nada que
no tenga 'altsil. Es decir, la vida no está solamente presente
entre los humanos, la fauna y la flora, sino también en nubes
y aguas, cuevas y cerros, tierra y astros, ollas y comales. Por
eso, desde la perspectiva tojolabal la tierra es Nuestra Ma¬
dre Tierra, ja jnantik lu ’um, y ninguna mercancía. La luna es
126
Nuestra Madre Luna, ja jnantik ‘ixawa y el sol es ja jwawtiki,
quiere decir. Nuestro Gran Padre. Los humanos, a su vez,
somos Hijos del Maíz. 8
El hecho de que todo vive borra la diferencia radical entre
vida y muerte. Por tanto, los muertos se llaman ‘altsilal. Quie¬
re decir, al ‘altsil se agrega el sufijo generalizador y desin-
dividualizador -al. Los muertos, pues, son los vivientes en
general y, a la vez, desindividualizados. 9 Ahora bien, si todo
vive porque tiene 'altsil, no entendemos cómo puede “existir”
lo inanimado si tiene 'altsil. Obviamente se puede decir, lo
inanimado es aquello que nunca vivía. Pero desde la pers¬
pectiva tojolabal no lo encontramos. Lo hay en otras culturas
como en Occidente, donde se hace la diferencia entre la na¬
turaleza viva y la muerta. Lo inanimado, desde la perspectiva
tojolabal, si la entendemos bien, puede ser lo despedazado.
Pero si sigue en el cuerpo, se habla, por ejemplo, de nuestro
brazo y no de brazo . 10
Los tojolabales, pues, saben escuchar y ver a los vivientes,
por eso tienen ojos, sal, y oídos, schikin. Nos ven y nos escu¬
chan, no importa si los vemos y escuchamos. Pero el hecho
de que ven y escuchan quiere decir que siempre estamos ob¬
servados y escuchados. Es ilusorio cuando nos decimos aquí
nadie nos ve y nadie nos escucha. Así es que pensamos que
podemos hacer lo que nos dé la gana. Pero estamos equivoca¬
dos. Hubo testigos de los secretos de Estado. Las barbaridades
de Abu Ghraib, de Auschwitz y de otros lugares dantescos,
productos de la cultura occidental, no se pueden esconder
para siempre.
8 Carlos Lenkersdorf (2004 A), p. 142 ss.
9 Así se habla de vce.v, calzón, jwextik nuestro calzón, wexal, calzón en
general y desindividualizado. no se sabe de quién es.
10 Ln tojolabal jk ’ab iik y no k ’ab'.
127
Carlos Lenkersdorf
El hecho tojolabal que vivimos en un mundo viviente hace
exigencias que en el contexto de la sociedad dominante no se
conocen. Todo viviente es pues, hermano o hermana de los
humanos. Esperan que nos comuniquemos con ellos, que los tra¬
temos como hermanos y los visitemos. Hablemos con ellos,
cuidémoslos y saludémoslos. Es decir, que estemos conscien¬
tes de estar entre vivientes y que los tratemos como tales. Por
eso, un tojolabal se confesó con el sacerdote porque chingó
la lumbre, maltrató la olla porque la tiró y se quebró, pegó
al perro y no lo respetó [...] Todos sus delitos no fueron los
pecados de algún catecismo o los que le enseñó un sacerdote
o una religiosa. Los consideró pecados o deliíos, porque todo
vive y no lo respetó y fue esto que lo inquietó y le hizo con¬
fesarse. De este modo manifestó otra cosmovisión, lejana de
la occidental.
Todo esto considera la sociedad dominante una concepción
primitiva o atrasada, pero ¿lo es? La confesión del tojolabal
es una manifestación de que todo vive, así como en términos
actuales lo expresan, James Lovelock y Rupcrt Sheldrake al
hablar de la tierra como un organismo viviente." Son concep¬
ciones actuales de la ecología, de ninguna manera atrasadas.
Si las encontramos entre los tojolabalcs, aunque en términos
diferentes, representan una concepción que en Occidente se
perdió porque hasta la fecha se piensa dominar la naturaleza
en lugar de convivir con ella. Es esta dominación cuyo pro¬
ducto es la crisis climatológica. Ésta, por eso, nos advierte y
exige que la escuchemos antes de que nos sacuda y asuste.
Nuestra Madre Tierra, finalmente, está en peligro, porque la
sociedad vigente quiere dominarla y está destruyéndola. Son
11 James Lovelock (2006), Rupert Sheldrake (1994), particulannente
p. 149 ss.
128
El escuchar en el contexto tojolabal
pueblos originarios del continente que se están dando cuen¬
ta de la política devastadora de las naciones que se conside¬
ran modernas y desarrolladas. De ahí el consenso de muchos
pueblos originarios de defender la tierra, la casa de todas las
naciones.
4. La coniplementariedad
Enfoquemos el último de los conceptos clave. En tojolabal es el
/ajan Iajan ‘aytik o el ’ojjlajjb 'cijtik quiere decir que estamos
parejos o nos emparejaremos. A veces se dice simplemen¬
te, tajan tajan para afirmar que no hay problema ni pleitos.
De esta manera se explica que todos los constituyentes del no¬
sotros forman un conjunto que parece un anillo. Es decir, to¬
dos somos iguales, no hay los de arriba ni los de abajo, todos
nos complementamos y mantenemos Ja estructura cósmica
del anillo nosótrico. Dentro de éste nos toca escuchar a nues¬
tros hermanos y hermanas. Todos nos encontramos en la mis¬
ma posición social dentro del anillo del nosotros , pero cada
uno tiene funciones diferentes. Unos son campesinos, otros
maestros, otras educadoras, otros alimentos, otros animales,
ollas, rocas, etcétera. No se borra la individualidad, tampoco
la diversidad de opiniones e ideas. En el diálogo grupal se
manifiestan y se esperan, porque de estas diferencias se cons¬
truirá el consenso. En el contexto occidental, los individuos
se preocupan que se pierdan sus ideas, que no se respeten y,
por eso, hay que insistir en los pensamientos de cada uno.
No nos damos cuenta que es esta insistencia que obstaculi¬
za el acuerdo, que nos deja solos, sin compañeros, incapaces
de escuchar atentamente a las hermanas y los hermanos. No
podemos escuchar las ideas no pensadas por nosotros, que am¬
pliarían nuestro horizonte. Porque nos portamos y concebimos
129
Carlos Lenkersdorf
como obsesionados por nuestras ideas y opiniones, dicho de
otro modo, obsesionados de nuestra autoestima.
Las ideas no pensadas por nosotros nos muestran los ejem¬
plos que formamos de una estructura viviente, cósmica y no-
sótrica. De ahí se explica que la justicia es restitutoria para con
los delincuentes y que todos somos corresponsables al ejecutar
la justicia. Por eso, no se excluye a los delincuentes sino que
se busca reintegrarlos en la comunidad. Es, pues, una justicia
no individualista. Porque como corresponsables, todos tene¬
mos que participar para restablecer el equilibrio social. Por la
misma razón del nosotros , la educación es la nosotrificación
de los educandos. Es decir, aprenden todos y no se prepara
una élite de ganadores, primeros, campeones y mandones. La
organización socio-política también es nosotrica. Es decir, es
de una democracia participativa dentro de las comunidades y
en los conjuntos más amplios. Las autoridades sí son elegidas,
pero no está en sus manos el poder, porque éste queda en ma¬
nos del nosotros popular cuyos consensos tienen que ejecutar
las autoridades. Si no lo hacen, pueden ser revocadas.
La interrelación de los conceptos claves aclara que el escu¬
char no es un aspecto aislado y específico de la cosmovisión-
audición tojolabal, sino que está integrado en un todo orgánico
social y cósmico. Por eso, no se puede ni se debe explicar de
modo aislado, porque por su contexto hay que verlo en su in-
tcrrelación que tiene dentro de la perspectiva tojolabal. 12
Estos conceptos clave se están usando por los tojolabalcs en
su habla diaria y contemporánea. Al convivir con ellos los apren¬
dimos. Suenan utópicos desde la perspectiva de la sociedad do¬
minante en la cual no existen. Entre los tojolabalcs, en cambio,
se da la utopía vivida y presente que se practica. Por estar tan
12 Carlos Lenkersdorf (2004 A), p. 19 s.
130
El escuchar en el contexto tojolabal
opuesto a lo que se vive en la sociedad dominante, ésta se esfuer¬
za en minarla y destruirla. Por eso hay paramilitares, desaparicio¬
nes, encarcelados que no saben porqué están en las cárceles, hay
violaciones, torturas y asesinatos.
Pero hay que agregar una observación. Existen los con¬
ceptos clave del tojolabal como palabras del español y otros
idiomas europeos. Se emplean las palabras del escuchar, del
nosotros, de parejo, etcétera. Pero son palabras y no concep¬
tos. La justicia es otra, la educación es otra y así lo es la demo¬
cracia y naturaleza. Para los tojolabales, en cambio, se trata de
nociones que caracterizan su vida y que se viven cada día. Por
supuesto, hay ocasiones y poblados tojolabales, donde no se
practican, donde se hacen excepciones. Porque la coexisten¬
cia de medio milenio ha producido sus efectos y la represión
es una experiencia diaria que ni se menciona en la mayoría de
los medios.
Subrayamos y enfatizamos que, sobre todo a partir de
1994, se trata de infiltrar en las comunidades y de cooptar tan¬
to a los indígenas tojolabalcs como a otros pueblos vecinos.
Se hace evidente la razón de estos esfuerzos. Se caracteriza
la vida tojolabal, mejor dicho, su cosmovivcncia por diferen¬
ciarse y oponerse radicalmente a lo que se vive en el contexto
de las sociedades dominantes. Por esta razón se multiplican
los esfuerzos de minar el mundo de los pueblos originarios,
o, si se vive más lejos de ellos, de ignorarlos. Los conceptos
clave suenan utópicos y subversivos. Por eso la oposición o la
falta de interés. Finalmente cuando no funcionan todos los es¬
fuerzos de cooptación se aplica otro “remedio”: el desalojo.
Pero dada la crisis en la cual vive Occidente, es decir, eco¬
lógica, política, económica y cultural, nos parece recomenda¬
ble desplegar la cosmovisión tojolabal porque representa la
alternativa al camino occidental. No es arrogancia ni soberbia
que nos hace decirlo, sino que la situación que vivimos nos
131
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
llama a aprender de otras culturas, lo que nos pueden enseñar,
lo que no sabemos o lo que se nos olvidó.
La realidad, sin embargo, es otra según afirmaciones de Ro¬
dolfo Stavenhagen, “relator especial de la Organización de Na¬
ciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos y las
libertades fundamentales de los indígenas”. 15 Di jo en la onu
creo que también hay una regresión en materia de derechos hu¬
manos, porque hay estados miembros que preguntan por qué
tanto énfasis en ese tema cuando los problemas son otros, como
el libre comercio, el combate al terrorismo y a las drogas, y hasta
dicen que los derechos humanos están costando mucho dinero.
El Consejo de los Derechos Humanos de la onu aprobó el
año pasado la Declaración Universal de los Derechos de los
Pueblos Indígenas que, finalmente se aprobó en 2007, porque
estuvo atorado en el mismo Consejo. Falta que los gobiernos
la reconozcan y la apliquen en sus países.
En términos generales, se repite la historia de hace 500
años. Poco o no se le conceden los derechos a los pueblos
originarios, sino que estos mismos tuvieron y tienen que ver
cómo se apropian de sus derechos. Las movilizaciones ac¬
tuales de los pueblos señalan que se encuentran exactamen¬
te en este camino. No son escuchados, por eso comienzan a
construir su autonomía y en el camino se hacen escuchados
y respetados en medio de desprecio y represión. La complc-
mentariedad es una realidad entre muchos pueblos origina¬
rios, pero las sociedades y estados dominantes están lejos de
reconocerla a pesar de la crisis global que estamos viviendo.
Dicho de otro modo, la realidad es que no existe una sola
concepción de derechos humanos, de cosmovisión y cosmo-
i3 La Jornada, 17 de agosto de 2007, p. 10, sección Política.
vivencia de la realidad en la cual vivimos social y físicamente.
Hay diversidad por todos lados, y es tan difícil de reconocer
por parte de la sociedad dominante. Siempre quiere imponer
la concepción suya como universal. Es un error. No se debe
imponer por los que mandan, sino por la percepción según la
cual enfocamos el mundo, la sociedad y la realidad física y
natural. Hay y habrá más y más caos hasta que se reconozca
la diversidad. Gobiernos que se imponen en su país, en Irak u
otros lugares producen desorden o la paz de cementerios que
no duran porque la sociedad y la realidad son vivas.
Escuchar a los tojolabales
Regresemos a la asamblea de los cscuchadores. Representa
una realidad que con variantes encontramos, entre otros, pue¬
blos originarios que viven una democracia participativa que,
en teoría, se conoce en las sociedades dominantes, pero exis¬
ten problemas de reconocerla, porque predomina la concep¬
ción tradicional de la democracia representativa en sociedades
estratificadas.
Enfatizamos nuevamente los aspectos sobresalientes de
una asamblea tojolabal. Se reúne el pueblo al nivel de una
comunidad o de una región, puede ser una cañada o un mu¬
nicipio autónomo. No hay presidente, tampoco coordinador o
moderador y ningún ponente. Se presenta y se explica la ra¬
zón de la asamblea. Lo puede hacer el comisariado del ejido u
otra persona. Una vez hecha ya no habrá persona o personaje
central. No habla individuo alguno que presenta un discurso
o “echa su rollo”. Porque tiene la palabra la asamblea como
ya lo explicamos anteriormente, pero subrayamos que hablan
y escuchan todos y cada uno de los asambleístas, mujeres y
hombres. La presencia de mujeres todavía se encuentra en
133
Carlos Lenkersdorf
Ei. escuchar en el contexto tojolabal
proceso de crecimiento. Se inicia un diálogo grupal, quiere
decir, que cada uno busca dialogar con otro. Se habla con el
vecino a la derecha, a la izquierda, de enfrente y por atrás. Se
cambia de lugar para dialogar con otros. Nadie habla a gritos
para callar con su voz a los demás. Porque se realizan diálo¬
gos de dos en dos. Se está dialogando y nadie se esfuerza para
que sea escuchado por todos. Enfatizamos la forma dialogal
de los asambleistas para diferenciarlo de reuniones en la so¬
ciedad dominante donde no se dialoga, sino que cada uno se
esfuerza para que los demás le escuchen y asi domina a los
demás con su voz. La asamblea se vuelve gritería y ya no se
escucha nada.
Antes de continuar surge la pregunta de dónde viene o dón¬
de se originó esta forma de asambleas tojolabalcs y de pue¬
blos originarios. Se puede decir que viene de tiempos atrás y
representa una tradición antigua. Existió antes de la llegada
de los europeos. Los oidores de la Audiencia de los Confines,
representantes del gobierno colonial, es decir, de la Corona Es
pañola, critican y prohíben las asambleas de los pueblos o co¬
munidades en los altos de lo que es hoy Chiapas y de la región
de la Audiencia. 14 Quieren que las autoridades de los cabildos
reunidos sean las contadas personas elegidas que determinan
el quehacer de la comunidad. Se prohíbe que los demás del
pueblo asistan a las reuniones de los cabildos. La crítica de las
autoridades españolas muestra que las asambleas son una cos¬
tumbre prehispánica que se mantiene hasta la fecha, aunque
no se practica ya en todas las comunidades. Porque se hace
presente la coexistencia de 500 años.
i< Gudrun Lenkersdorf (2001), p. 188. I.a referencia es al oidor Ax-
eoeta, autor de esta ordenaba que enfatiza el asunto enfocado por otros
oidores también.
Luis Villoro ubica esta clase de asambleas dentro de “so¬
ciedades premodemas”. 15 Nos parece dudosa esta explicación
porque se señala un decurso unidireccional de la historia.
Nuestro tiempo actual quiere decir que estamos en la época
moderna o posmodema, los indígenas, en cambio, mayas u
otros, son premodemos. El decurso de la historia está indi¬
cado por el modelo occidental que los indígenas mayas no
alcanzaron aún. Dicho de otro modo, la historia se mueve de
una manera unidireccional. Pero nosotros pensamos que la
historia se mueve de modo multidireccional. Las asambleas
tojolabales muestran, por tanto, un momento histórico dife¬
rente y típico de las historias amerindias, de ninguna manera
premodemas sino distintas del decurso histórico occidental.
De hecho su particularidad se distingue por ser más democráti¬
co que lo que encontramos en Occidente. Es una democracia
participativa y no representativa y jerárquica que se practica
en las sociedades dominantes contemporáneas.
Villoro sostiene que esta clase de sociedad con asambleas
comunitarias se da en sociedades agrarias, con comunidades pe¬
queñas, que se refieren a mitos. 16 En esta referencia vemos un
problema. Explicamos que las asambleas comunitarias de los
tojolabalcs se distinguen por la particularidad de saber escuchar,
característica de la cosmovisión tojolabal que poco se considera
y estudia en el contexto occidental. Y así es no sólo en la actua¬
lidad, sino que ya fue así desde las sociedades antiguas de Gre¬
cia y Roma. Subrayamos el escuchar que representa un aspecto
extraordinario y sorprendente de los tojolabales y, seguramente,
de otros pueblos originarios. Sólo explicamos el nombre tojola¬
bal, palabra compuesta. El nombre tojolabal tiene por segundo
15 Luis Villoro (2007), p. 122.
16 Ibidem.
135
Carlos Lenkersdorf
componente 'ab 'al, es la lengua escuchada. Por eso, los tojo-
labales cumplen con su vocación al saber escuchar. Son, pues,
los buenos escuchadores. Lo practican en sus asambleas, mo¬
delos de la democracia directa y participativa.
Desde la Invasión hasta estos días, las autoridades oficiales
no supieron ni saben escuchar a los indígenas. Ellos, en cam¬
bio, en lengua y sociedad son aquéllos que saben escuchar lo
que significa apreciar y respetar lo que oyen de los demás y de
la naturaleza. Nuestra Madre Tierra.
Para reforzar su argumento, Villoro se refiere a la Roma
republicana y otros lugares también donde se practicaba la
democracia directa. 17 Puede ser, aunque nos parece dudoso,
que se haya dado en una sociedad esclavista como existía en
Roma. Pero nuestra duda fundamental, como ya lo dijimos, es
respecto a las sociedades premodernas. Al asignar las asam¬
bleas mencionadas, a estas sociedades parece señalarse un de¬
curso histórico que nos parece poco probable y cuyo modelo
es la interpretación de la historia occidental. Las asambleas
descritas, según sepamos, no tienen raíces europeas u occi¬
dentales. Afirmamos que tienen raíces indígenas que se man¬
tienen hasta la fecha y manifiestan un decurso de la historia
diferente. Se oponen a la costumbre occidental de las asambleas,
porque representan una democracia participativa y democrá¬
tica que, hasta la fecha, tiene poca o ninguna resonancia en
Occidente. La appo 18 parece practicarlo, pero se conoce la
reacción de las instancias oficiales de los gobiernos munici¬
pales, estatales y federales. Si se tratase de una forma premo-
dema, la appo hubiera dado un paso atrás en la historia. No
nos parece así, sino todo lo contrario. Dicho de otro modo.
El escuchar en el contexto tojolabal
pensamos que el decurso de la historia es multidireccional y,
por eso, no nos parece acertado hablar de una forma premo-
dema de las asambleas entre los tojolabales y otros pueblos
originarios.
Además, las sociedades aborígenes de Australia 19 tuvieron
una historia de unos 40 mil años al llegar los europeos en
1788 y no habían seguido el desarrollo de la historia europea.
No tuvieron guerras ni estados. ¿La ausencia de guerras por
milenios es primitivo? Algunos dicen que frieron atrasados,
nosotros pensamos que ejemplifican otra concepción del mo¬
vimiento histórico y dudamos considerar la historia occidental
como modelo. Lo muestra la crisis climática que vivimos, de
ninguna manera alentadora, pero se ha producido, sobre todo,
por la sociedad dominante, considerada altamente desarrolla¬
da en su tecnología. Pero es destructora en última instancia.
Escuchar a la tierra
Para los tojolabales y otros pueblos originarios y campesinos,
la tierra es nuestra madre, /¿r jnantik lu’tim, como ya lo dijimos.
Por eso, es diferente la relación entre tojolabales y tierra en
comparación con la sociedad dominante. El considerarla ma¬
dre nuestra no es una expresión bucólica, sino que señala la
realidad que vivimos gracias a la tierra, nos da vida porque
nos alimenta, así nos sostiene y espera que la respetemos.
Pero estorba esta relación a la clase política, a los gobiernos,
a las transnacionalcs, a la promoción del turismo y la llamada
modernización. Así fue el testimonio de campesinos en el Se¬
gundo Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del
17 Ihidem, p. 124.
“ Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca 19 1°hn J. Bodley (2000), p. 25 ss.
136
137
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
Mundo. A nivel mundial no se respeta a los campesinos por
las razones señaladas. Ya se han organizado en Asia y America
como lo atestiguaron representantes de varios países. El campe¬
sino de nombre Singh de la India afirma:
El agrobusiness en India es una realidad, y el campo está en
crisis. De 1992 a la fecha se han suicidado 150 mil campesinos
desesperados. Los créditos del gobierno acabaron de arruinar a
las familias rurales. En nombre del ‘bien público , el Estado en¬
trega sus tierras a las empresas. Para los campesinos la tierra es
su única garantía, a pesar de la pobreza. El gobierno destruyó la
capacidad alimentaria del país. Pero cada día hay más levanta¬
mientos campesinos, como los recientes en Bengal. 20
Esta clase de testimonios se escucharon de campesinos de
muchas partes del mundo. Saben escuchar a la tierra los tojo-
labales, porque es su madre como es el sostén de campesinos
a nivel mundial. Por supuesto vive la tierra, nos habla y nos
toca escucharla. James Lovelock lo ha dicho y publicado por
muchos años. 21 Se nos olvidó a nosotros escuchar a la tierra,
a la milpa, al bosque, a los animales. Porque ya no tenemos
tierra, ni milpa, tampoco el bosque y animales, sólo de vez en
cuando, unas mascotas. Vivimos rodeados de asfalto, piedras,
carros, rascacielos. Hacen mucho ruido, ¿pero los escucha¬
mos?, ¿escuchamos sus gemidos? Nos hablan todos ellos y ya
no sabemos escucharlos, así como las autoridades que no nos
escuchan porque no es su obligación. La tierra es una mcrcan-
:o La Jornada. 26 de julio de 2007, articulo de Hemiann Bellinghausen,
“Los zapatistas, ejemplo constante de que es posible construir una vida di¬
ferente”, sección Política.
21 Véase James Lovelock (2004). The Revenge of Guia, Oxford: Oxford
Universily Press.
138
cía que lcgalmcnte se puede vender y comprar. Corresponde
a los acomodados la autoría de esta clase de ley, porque sólo
ellos tienen la capacidad de comprar tierra. Pero la legalidad
de la compraventa descapacita a tojolabales y campesinos,
por dos razones, les faltan los recursos para comprar tierra
y, si la tierra es su madre, jamás será una mercancía. El he¬
cho de ser su madre los hace comunicarse con su mamá. La
compra-venta, en cambio, la denigra y prostituye. Se trata,
pues, de una diferencia de fondo que la sociedad dominante
no reconoce porque exige el cambio de leyes de una larga
historia. Porque o bien la tierra es nuestra madre y hay que
escucharla, o bien es una mercancía de la cual disponemos.
Desde la perspectiva tojolabal, pues, la sociedad dominante
está sorda porque no escucha ni percibe las señales que la
tierra nos manda en la época de crisis. Juzgan a Occidente
los tojolabales de un modo muy duro que nos cuesta aceptar.
Por eso vamos a aducir un ejemplo del escuchar múltiple que
puede ayudamos a entender la postura tojolabal.
Un ejemplo del escuchar en su contexto
Queremos presentar un ejemplo que nos parece instructivo
para explicar el escuchar en un contexto polifacético a partir
de los evangelios. A mediados de los años ochenta del siglo
pasado, los tojolabales me pidieron que coordinara la traduc¬
ción del Nuevo Testamento al tojolabal. El trabajo se hizo
con 70 traductores durante cinco años. Aprendimos mucho
durante el proceso de traducción, porque se hizo manifiesto
el carácter particular de las lenguas: el griego del texto de
salida, el español como texto de en medio y el tojolabal como
texto de llegada. Tanto el griego como el español representan
lenguas indoeuropeas o simplemente acusativas; el tojolabal, en
139
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
cambio es una legua maya que se caracteriza por el nosotros,
ke 'ntik en tojolabal, es decir, énfasis en la cohesión del grupo.
Es esta particularidad que modifica lo específico de las len¬
guas indoeuropeas, es decir, el individualismo a diferencia del
nosotros o del grupo en tojolabal. No se menciona en estudios
lingüísticos esta diferencia de grupo versus individua que se
manifestó por las traducciones producidas por los traductores
tojolabales. En efecto, resalta la particularidad del nosotros ,
respectivamente la cohesión del grupo. Éste, a su vez, implica
la capacidad del escuchar que atrae a los escuchadores para
formar y pertenecer a un grupo o al nosotros.
Empecemos la explicación de cómo los tojolabales tradu¬
jeron un texto bíblico. Para ellos lo tradujimos del griego al
español, pero en forma del “comiteco”, el español como se
habla en la región, bastante diferente del español universita¬
rio, ajeno y extraño para los tojolabales. Los textos referidos
y ya traducidos se encuentran en el Nuevo Testamento en to¬
jolabal. 22 Empecemos con un texto y la traducción distintix a
por parte de los tojolabales. Al final agregamos la lectura y
discusión del mismo texto por un grupo de centroamericanos
y un representante de EU.
Jesús dijo a sus discípulos durante la celebración de la Pas
cua: “Uno de ustedes me entregará (traicionará) . Escucharon
y entendieron el texto los tojolabales y lo tradujeron: “Uno de
ustedes me traicionará”. 23 No mal interpretaron la frase, tam¬
poco la malentcndieron. Jesús habla de un traidor individual,
y los tojolabales lo comprenden así también, pero modifican
la frase de una manera típica para ellos. Dicho de otro modo.
a Carlos Lenkersdorf (1991 )Ja yajk ’achil sju ‘unilja dyosi, tomo 1.
25 luán 13, 21. Literalmente corresponde el giro tojolabal a 7 ajjpatik,
es decir, llevarme por la espalda que, a su vez, corresponde al traicionar.
140
escuchan a la manera tojolabal. Es decir, el traidor no es el
responsable individual único de la traición, porque pertene¬
ce a un conjunto social en el cual todos son corresponsables.
Desde la perspectiva tojolabal no se disculpa al traidor, pero
sí se impone la pertenencia social que forma una comunidad
que es un atractor para todos y cada uno del conjunto. La traición
se hace realidad por un solo actor, pero su hacer involucra y
daña no solamente a sí mismo, sino a toda la comunidad de
discípulos. Por eso, se requiere, si se puede, que se componga
a todos los dañados y no sólo al traidor individual. Dicho de
otro modo, hay que “limpiar” a todos. Es decir, la injusticia
mancha a todo el grupo. Si se quiere recuperar la justicia, hay
que “limpiar” a todos. En un conjunto social están involu¬
crados todos los miembros del grupo en lo que hace uno de
ellos. Nadie puede decir que es neutral y no tiene nada que
ver con el hacer de uno de ellos. Si pues la Nación representa
tal conjunto, lo que pasó en Actcal, la matanza de más de 40 in¬
dígenas, mujeres y niños, se hace corresponsable a la Nación
y no sólo a los asesinos. En este todo, por supuesto, también está
involucrado el gobierno para que se “limpie” a todos los in¬
volucrados. No es suficiente que se castigue a los culpables,
lo que no se ha hecho, sino que se arregle el problema entre
la sociedad civil, los culpables y las autoridades. No se puede
responsabilizar a un juez para que se haga “limpieza”. Por la
misma razón no se puede castigar a los que hagan protestas
por la falta de resolución del problema por parte de las auto¬
ridades. No son delincuentes, sino que luchan por restablecer
la paz social en serio.
Esta concepción tojolabal de la justicia representa un as
pccto muy particular. La justicia no está en manos de las nu
toridades, tampoco la ejecuta el técnico especialista, es da n
el juez. Prevalece, desde la perspectiva tojolabal, una conccp
ción social y no individualista. Lo que ocurre en la sociedad
141
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
no excluye a nadie, no hay neutrales, porque por el hecho de
que todos son corresponsables, todos tienen que participar en
el restablecimiento de la paz social, para que se arregle el pro¬
blema. Dicho de otro modo, se declara la socialización tanto
del delito como de la justicia y que no hay que sobrecargar a
los individuos con responsabilidades. Los individuos son li¬
mitados, fácilmente corrompibles y poco capaces de restable¬
cer la convivencia de la sociedad. Tampoco hay que exceptuar
a las autoridades que evalúan y castigan al delincuente. Son
también corresponsables y les toca restablecer la convivencia
social que, por supuesto, involucra a la autoridad misma. Tie¬
nen que escuchar a las víctimas.
Ahora bien, al escuchar las palabras de Jesús, los discípu¬
los le preguntan uno tras otro: “¿No lo soy yo?”, 24 es decir,
¿no soy yo el traidor? La pregunta señala que no saben quien
lo traicionará, ni siquiera se conocen a sí mismos si son capa¬
ces de hacerlo. El escuchar las palabras de Jesús indican que
al escuchar podemos percibir realidades desconocidas. Nos
pueden sacudir profundamente. Según el texto del evangelio,
Jesús habla según las reglas del griego, lengua de una cosmo-
visión no nosótrica. El traidor es uno del grupo quien es el
responsable. Los tojolabales, en cambio, entienden las pala¬
bras conforme a su cosmovisión. Uno hace la traición que, sin
embargo, hace al guipo corresponsablc.
Al terminar la celebración salen de la comida y Jesús les
dice: “Todos van a tropezar (desertar)”, pero Pedro y los de¬
más discípulos lo niegan con palabras fuertes. Jesús le res¬
ponde a Pedro que lo negará la misma noche antes de que
cante el gallo. 25
El diálogo entre Jesús y los discípulos señala con clari¬
dad la reacción de los escuchadores. Se escucha lo que no se
sabe, ni se imagina, lo que el escuchador ignora en cuanto a
sí mismo. El escuchar es revelador respecto a la realidad y al
escuchador mismo. Se oye lo que no se sabe, ni de sí mismo.
Por eso, provoca, desconcierta, irrita e indigna al escuchador.
Se pueden producir todas estas reacciones. Por tanto, el escu¬
char es inquietante y se entiende la razón porqué a menudo
no se quiere escuchar, porque nos hace inseguros y nos hace
dudar de nosotros mismos. Tenemos que agregar lo que el
diálogo implica. Si también la autoridad es corresponsablc,
no sólo va a negarlo, sino que se defenderá con fuerza para
castigar a quién lo declara responsable. Lo va a declarar como
responsable estorbador de la paz social. Todas estas formas de
disidencia social son modificaciones de la respuesta de Pedro:
la pregunta de los ignorantes, ¿no lo soy yo? Pedro lo niega
rotundamente y, más tarde niega a conocer Jesús. 26 Judas se
retira a escondidas para cometer la traición. Posteriormente,
los sacerdotes y autoridades condenan a Jesús y motivan al
pueblo al gritar, crucifícalo} 1
El hecho que Pedro negó conocer a Jesús produjo una dis¬
cusión muy animada en una reunión en Centroamérica en los
años ochenta, del siglo pasado. Fueron los años de la insurrec¬
ción en Guatemala y El Salvador. Creemos que fue en Costa
Rica donde estuvimos por invitación de pastores luteranos,
uno de EU y los demás de Guatemala. 28 Surgió la pregunta si
Pedro respondió bien o mal cuando negó que conociera a Je¬
sús. Los centroamericanos respondieron de manera unánime
36 Marcos 14, 66-72.
34 Marcos 14,19. I 37 Marcos 15, 14.
35 Marcos 14 27-31 ■ 38 No nos acordamos bien si también participaron unos salvadoreños
142
143
Carlos Lenkersdorf
El escuchar en el contexto tojolabal
que respondió bien, porque en una situación de guerra civil
entre defensores de las autoridades y disidentes, se cambian
las reglas comúnmente reconocidas, de decir la verdad o de
no mentir. A los disidentes el pueblo reconoce como los de¬
fensores de la patria en una situación de crisis nacional. Por
eso, si se dice la verdad a las autoridades y sus representantes,
no sólo se expone uno a los castigos, posiblemente a torturas y
la muerte, sino también se expone a peligros parecidos a nues¬
tros compañeros y hermanos, tanto mujeres como hombres.
Son personas de cuya vida somos corresponsables.
Al escuchar las palabras de los centroamericanos, se enojó
profundamente el pastor de EU. Enfatizó que, como cristianos,
tenemos que decir la verdad sin considerar las consecuencias
posibles. No convenció a los centroamericanos. Cada uno de¬
fendió y explicó su respuesta y los guatemaltecos dijeron que la
defensa de la vida de los hermanos es más importante que
la verdad que no defiende la vida sino un principio. Pero el
estadounidense defendió el valor de la verdad como norma
cristiana por encima de las demás normas. No se produjo nin¬
gún acuerdo.
El evangelio mismo, según nos pareció, opta por la posi¬
ción de la verdad como norma, por eso dice que Pedro lloró al
acordarse de las palabras de Jesús que lo iba a negar. Los cen¬
troamericanos, en cambio, conocedores de la situación en sus
países, habían experimentado las desapariciones y asesinatos
de familiares, no pudieron aceptar la defensa de la norma de
la verdad a como dé lugar.
A nadie 1c causó problemas el comportamiento de Judas.
Se arrepintió y su cambio tardío no lo absolvió y se suicidó.
No se hizo corresponsable de Jesús y su vida, sino que lo trai¬
cionó.
Aquí terminamos la explicación del texto del escuchar de
un texto de los evangelios según lo entendieron los tojolabalcs.
algunos centroamericanos, un hermano de Estados Unidos y
los mismos evangelios. Enfatizamos los modos distintos de
entender los textos. Una de las diferencias más notables es
el énfasis en el nosotros comunitario por los tojolabalcs y cen¬
troamericanos. Porque tradujeron: uno de ustedes me trai¬
cionará. Y resultó que Pedro no se hizo traidor al mentir.
Es decir, se solidarizaron con el comportamiento de Pedro.
Contrasta su posición con la concepción individualista tanto
en los evangelios como por la voz del estadounidense. Esta
diferencia se observa, pues, en la misma religión cristiana o
entre cristianos. Pero notamos que los evangelios también
optan por la posición individualista y no por la comunitaria
o nosótrica.
En primer lugar nos llama la atención la traducción dife¬
rente de la parte inicial de los textos referidos. Los tojolabalcs
oyeron el texto en un español, muy apegado al original griego y
al modo tojolabal de hablar el español. Es decir, que uno
solo será el traidor. Pero lo escucharon de modo distinto de
lo que dice Jesús en los evangelios. Lo tradujeron conforme a
su concepción comunitaria, típica de su cosmovisión y cos-
movivencia, es decir, del modo de vivir conforme a su cosmo¬
visión que es “nosótrica” y no individualista. Ya lo señalamos
anteriormente. Surge, sin embargo, la pregunta, cómo se ex¬
plica la particularidad tanto de esta cosmovisión como de la
cosmovivencia correspondiente. Parece que se enfrentan dos
cosmovisioncs, cada una de tradición muy larga, la maya-to-
jolabal y la occidental. Lo sorprendente es que los centroame¬
ricanos optaron por el camino maya-tojolabal. Dentro de un
grupo, cada uno es corresponsablc de sus compañeros y com¬
pañeras. Se puede explicar por la experiencia de la situación
en sus países. La respuesta tojolabal, sin embargo, no tiene tal
explicación. Se explica y entiende conforme a su cosmovisión
y no sabemos avanzar más allá de ésta. El nosotros hermana a
144
145
Carlos Lenkersdorf
todos los miembros del nosotros. Todos son corresponsables
mutuamente. En la situación actual en Chiapas, sin embargo,
la respuesta tojolabal se acerca si no se identifica con aquélla
que dieron los centroamericanos en los años de 1980.
Tenemos, pues, dos cosmovisiones, la individualista y la
comunitaria, que son incompatibles. Ya lo vimos respecto a
las concepciones de la tierra. Ambas concepciones pueden
existir, la una al lado la otra. Posiblemente se puede explicar
por la coexistencia de cierto tipo de tolerancia aunque parezca
dudosa. Ambas se manifiestan de modos diferentes. La tole¬
rancia sabe de la presencia de la otra cosmovisión pero no la
reconoce como válida. Así se vivía durante la Guerra Fría en¬
tre el capitalismo y el comunismo. Otra cosa es la convivencia
que, sin embargo, se realiza de otra manera.
La vemos en el relato del joven chofer y el ladrón. Este
tomó el dinero y le regaló al chofer un dulce. Al terminar el
breve diálogo se dieron la mano. Este encuentro manifiesta
más que tolerancia. Es señal del respeto mutuo. No se justifica
el comportamiento del ladrón, pero se reconoce que represen¬
ta, a lo menos en parte, un producto de la estructura social. El
joven no está dispuesto a denunciar al asaltante para que lo
pongan en la cárcel. Ésto no le ayuda a nadie, porque es un
tipo de campo de concentración. Al darse la mano se están
encaminando a ser hermanos, lo que los amigos del chofer
critican. No aceptan el rito que hermana al joven con el mal¬
hechor. Además, los dos están dialogando, otra señal de her¬
manarse, de respetarse y de reconocerse.
El joven, pues, experimentó una transformación del miedo
y susto al llamar al asaltante después de haberle entregado el
dinero. Regresó el pobre que se había ido y se inicia el diá¬
logo, el regalo del dulce y el darse la mano al despedirse. El
joven se pregunta a sí mismo sobre lo que experimentó, no
lo ve con claridad y se sorprende de sí mismo. No justificó
146
El escuchar en el contexto tojolabal
el actuar del asaltante, pero en este encuentro se le presentó
un tipo de catarsis, producto del escuchar y dialogar. Dicho
de otro modo, negó las reglas de la legalidad que condena al
asaltante y lo mete en la cárcel.
He aquí una coincidencia de los comportamientos de Pe¬
dro y del joven. El primero niega la regla moral de siempre
decir la verdad. El joven, a su vez, niega la regla de la lega¬
lidad de denunciar al asaltante y va más allá de ésta regla.
Dialoga y da la mano.
Cada uno actúa conforme a su convicción momentánea sin
respetar las reglas morales de la sociedad dominante. Pedro
pudo salvar la vida de sus hermanos y hermanas y, además,
se salvó a sí mismo. Es posible, que Pedro, de modo incons¬
ciente, sólo pensara en sí mismo, pero en realidad, la mentira
salvó a sus hermanos y hermanas. El joven chofer no respe¬
tó la moral vigente de la legalidad, porque, como más tarde
reflexionó, esta clase de moral no es lo que pretende ser. El
asaltante también es un humano que hay que respetar y acep¬
tarlo.
Los dos, Pedro y el joven, actuaron de modo impulsivo
que los sorprendió. Hicieron lo que no supieron de sí mismos.
Ambos mostraron una solidaridad humana y social más allá
de las reglas de la moral individualista que prevalece en Oc¬
cidente.
En lo que sigue presentaremos ejemplos del escuchar a to-
jolabales o de tojolabalcs que señalan aspectos del escuchar y
aclaran o especifican la serie de textos anteriores.
147
Conclusión
L a conclusión será un bosquejo que señala a dónde lle¬
va el camino expuesto en este trabajo. Se trata del fe¬
nómeno del escuchar a pueblos originarios de muchas
partes del mundo. Escogimos a los tojolabalcs, porque los co¬
nocemos mejor y, además, hay un despertar a nivel mundial
de pueblos pobres y despreciados, considerados estorbos, que
están moviéndose y levantándose en vista de la discriminación
y represión a nivel global. Dicho de otro modo, el propósito
del libro no se agota en una exposición del escucharen el con¬
texto tojolabal, sino que también señala la importancia y el
significado del tenia para la sociedad dominante. Al hacerlo,
se indica que la exposición del escuchar desde la perspecti¬
va tojolabal interpela a la sociedad occidental, porque llegó
el tiempo de aprender de los indígenas. No escribimos para
presentar una gimnasia intelectual, sino que se nos enseñan
realidades que nos hacen falta. Occidente sabe poco o nada
del escuchar, por eso está en crisis por la climatología, políti¬
ca, economía y cultura.
El escuchar a diferencia del oír nos acerca al otro y los
otros. Así es, nos está hermanando, esto quiere decir que nos
hace formar el nosotros, una realidad casi desconocida en la
149
Carlos Lenkersdorf
Conclusión
sociedad dominante. Subrayamos nuevamente que los otros
no son solamente otras personas, sino que también son los
componentes de la naturaleza, de Nuestra Madre Tierra, y del
cosmos. Occidente se olvidó o nunca supo cómo escuchar a
plantas, animales, las aguas, el suelo y tantos hermanos y her¬
manas más. La situación actual, además, manifiesta que hay
que aprender a escuchar a los disidentes que defienden otra
estructura socio-política, representativa de los muchos y no
de las autoridades, representativas de los pocos que hacen las
leyes. El escuchar, finalmente, rechaza el racismo y la patrio¬
tería porque nos hace hermanos y hermanas de los otros y
extranjeros, tanto paisanos como ilegales.
La exposición presentada quiere, pues, aclarar a fondo el
significado del concepto de escuchar, muy ramificado al nivel
social y cósmico. Al hacerlo no sólo nos proponemos señalar
los caminos por dónde los tojolabales, otros pueblos origina¬
rios, campesinos y muchos pobres urbanizados se están mo¬
viendo y se orientan. Porque al mismo tiempo nos muestran
alternativas de cómo estructurar nuestra vida. El problema es
que en las sociedades dominantes poco estamos acostumbra¬
dos a escuchar y así nos falta también la experiencia del noso¬
tros. Por eso, vamos a subrayar brevemente algunos aspectos
destacados del escuchar que nos hace practicar el nosotros.
Dicho de otro modo, estamos avanzando más allá de lo que
pensamos inicialmente. Porque al hacerlo se presentó más y
más el propósito principal del libro. No es el desarrollo de un
tema teórico: el papel y significado del escuchar, sino que nos
interesa señalar un camino que nos hace falta si nos damos
cuenta de la carencia que padecemos en la actualidad. El escu¬
char nos acercó más y más a un problema de fondo de la socie¬
dad occidental que, por supuesto, incluye a México.
Sabemos que el mundo está en crisis. El problema climatoló¬
gico sigue agravándose constantemente y lo hace en consonan¬
cia con el problema político. Cada uno vivimos aisladamente
y no sabemos qué hacer. Si se tratase de un problema de los
gobiernos nacionales, éstos pudieran encontrar la solución.
Pero no lo hacen y se ponen sordos. Por eso, estamos vivien¬
do como si estuviéramos en tiempos normales, pero la crisis
toca la casa terrestre que habitamos todos nosotros. Si empie¬
za a derrumbarse esta casa no podemos mudamos a otra en
Marte o en el Himalaya. Nos toca, pues, a todos nosotros, y si
no empezamos a comunicamos, a escuchamos mutuamente y
apoyamos, vivimos fuera de la realidad.
El primer punto será aprender a escuchar y transformamos
a ser nosótricos, incluye a los muchos como a los pocos, a
las autoridades y a los subalternos, a los que mandan y a los
mandados. Porque al escuchar sembramos el nosotros entre
escuchadores e interlocutores. Dicho de otro modo, hay que
desaprender el énfasis en el yo. Que ya no se diga, soy total¬
mente yo sino que aprendamos a decir juntos somos totalmen¬
te nosotros.' No somos los que saben y los demás no saben,
por eso decidimos. Pero este escuchar no es fácil de ponerlo
en práctica. Porque sabemos muy bien escuchar a nuestro yo
individual, las ideas de nuestro yo que pretenden ser buenas
y que representan la solución de los problemas existentes. Al
reflexionarlas se olvida escuchar a los otros. El diálogo inte¬
rior nos ensordece, así lo hace la educación elitista que se ha
dado a cada uno de nosotros. Y a la vez contribuye la compc-
titividad, propagada a diario por todos los medios c institucio¬
nes públicas y privadas.
El escuchar, en cambio, transforma la política y la educa¬
ción, porque la elitista se nosotrificará. Por eso, dijeron los
1 En su lugar los tojolabales suelen decir, nos emparejamos, jtaja
jb ’ajtik.
150
151
Carlos Lenkersdorf
Conclusión
alumnos tojolabales, todos aportamos, todos entendimos y
todos resolvimos la tarea. Y nos preguntaron: ¿quién piensa
mejor, una cabeza o veinticinco?, ¿por qué, pues, nunca nos
hicimos esta clase de preguntas? La educación transforma¬
dora ya no se concentra en formar élites, líderes y ganadores,
sino que prepara a los educandos para que todos aporten, to¬
dos entiendan y todos resuelvan. Educación, pues, es a la vez
política, porque es para todos nosotros y no para los mejores
pocos. Por eso, la educación será pública de verdad.
Dicho de otro modo, si la solución no se da a nivel de esta¬
dos y gobiernos, sino a nivel de instituciones decisorias, quiere
decir que las respuestas auténticas ya no la darán los gobiernos,
menos los partidos, porque todos éstos persiguen intereses par¬
ticulares. Las respuestas tienen que ser nonestatales y en este
sentido también, los tojolabales y muchos pueblos originarios
saben, practican y viven esta clase de respuestas. Pero se han
dado cuenta que los pudientes actuales no quieren escucharlos.
La experiencia de los vendedores ambulantes es un caso ejem¬
plar. La ciudadanía son otros, los miles de ambulantes popula¬
res no cuentan.
En este punto final del libro se enfatiza, después de un
largo camino, el regreso al inicio: queremos entender otra
cultura. Para conocerla en serio, tenemos que interpretarla
desde la perspectiva de ella. Las respuestas a la problemáti¬
ca no las encontramos en las sociedades altamente tccnolo-
gizadas, sino en las sociedades originarias que se nutren de
raíces que se perdieron o se secaron en Occidente. No nos
amenazan enemigos extemos que, como se dice, se controlan
con más fuerzas de seguridad, más tecnología, más dólares o
más euros. Todo lo contrario, el enemigo está en nosotros, en
nuestra clase de sociedad, individualista y sorda. La pregunta
es, si y cuándo despertaremos. La respuesta no depende de
los pueblos originarios, sino de nosotros que nos formemos
como un nosotros orgánico. Ya no seremos una multitud mal
organizada y encadenada porque, como dijo Platón: “Ya no
creemos en los manipuladores que nos manipulan, porque re¬
presentaremos una sociedad cuyo gobierno es nosótrico en
un contexto nonestataF . Éste no se puede si no aprendemos
a escuchar.
152
153
1
Apéndices
A gregamos los textos siguientes, porque ejemplifican
nuestra afirmación de que se continúa lo que afirma Las
Casas en el libro, Brevísima relación de la Destrucción
de las Indias. Desgraciadamente no es difícil multiplicar tales
adiciones de testimonios y relatos actuales. El relato del autor,
Pablo Romo Cedano ejemplifica el no querer escuchar al pue¬
blo y lo que se está viviendo en ésta y otras regiones del país. El
breve artículo de Aída Hernández a su vez enseña la dificultad
que tienen las autoridades para que aprendan a escuchar.
Negar la guerra
Pablo Romo Cedano'
El día 27 de diciembre de 1997, horas antes del amanecer, en
una operación sorpresa, miembros de organizaciones de derechos
1 Ex director del Centro de Derechos I húrtanos Fray Bartolomé de I as Ca¬
sas, actualmente coordinador del Observatorio de la Conflictividad Social.
155
Carlos Lenkersdorf
Apéndices
humanos y de la Cruz Roja, acompañados por elementos de
la Procuraduría General de la República fuimos a rescatar a
varias familias secuestradas por paramilitares en las comuni¬
dades Los Chorros y Pechiquil en Chenalhó, Chiapas. Estas
familias estaban amenazadas de muerte si no cooperaban con
las bandas armadas que tenían control total en varias comuni¬
dades de la región.
Dos padres de familia, que prefiero omitir sus nombres,
aterrados por las noticias que les llegaron de la masacre en
Acteal, nos enviaron un mensaje de auxilio, a pesar del riesgo
que eso les hubiera podido acarrear. Nos urgían que les ayu¬
dáramos a sacar a sus familias. La operación era difícil por el
clima de tensión y violencia que se vivía en esos momentos en
Chiapas y particularmente en ese municipio. Por ello pedimos
a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (cndh) y al
licenciado Jorge Madrazo que nos ayudaran.
La madrugada era muy fría y llovía insistentemente. Al llegar
a la comunidad de Los Chorros, los vecinos se percataron que
dos familias escapaban. Algunos señores se acercaron al convoy
pidiendo también que les ayudáramos a sacar a sus familias y
sus pertenencias. Imposible transportar cosas, no había tiempo:
los papeles más importantes y la familia. Uno tras otro llegaba
con la misma súplica. Habíamos pensado salir antes del amanecer,
pero fue imposible. Aquello se convirtió en una procesión lenta y
empapada por la inclemente llovizna. Un contingente de militares
de la cercanía de la comunidad se unió al de los 400 refugiados que
salieron de Los Chorros y de Pechiquil aquella mañana.
Atrás dejamos el poblado y al menos unas 70 casas que¬
madas. Esas casas arrasadas y saqueadas habían pertenecido
a pobladores que se negaron a cooperar económicamente con
los paramilitares, a encubrirlos y a colaborar en sus acciones.
Esas 70 familias habían huido en las últimas semanas para
buscar refugio donde fuera. A las familias de refugiados que
156
en las semanas y meses anteriores habían acudido a las ofi¬
cinas del Fray Bartolomé, les acompañamos a presentar su
denuncia ante la Subprocuraduría de Asuntos Indígenas, donde,
con invariable amabilidad, nos recibía el licenciado David
Gómez Hernández. Las denuncias se acumularon una tras de
otra, muertas de la risa. Nunca se movió un dedo para in¬
vestigar los hechos. Las denuncias ante la cndh también se
fueron acumulando y las medidas precautorias que solicitó el
organismo (3 de diciembre 1997) al gobierno de Chiapas para
proteger a los habitantes de Chenalhó sirvieron para engrosar
expedientes inútiles.
Salvador Ruiz Hernández (de 17 años en ese entonces)
nos narró, cuando salimos de Los Chorros, que la gente era
obligada a robar y quemar las casas de los que huían, de lo
contrario los paramilitares violaban a sus esposas o madres.
Cuando Salvador se negó a acompañar a los armados en sus
“rondines” con la policía de seguridad pública, fue amarrado
a un árbol, le pegaron y lo patearon durante varios días.
Al llegar a la carretera que une Pantelhó con San Pedro
Chenalhó otro río de refugiados caminaba con paso lento,
cansado. Este enorme grupo había partido de X’Cumumal a
siete horas montaña arriba. Eran más de 3 mil, nosotros unos
400. De otras muchas comunidades también se fueron unien¬
do a esc triste éxodo. Esc día llegaron a Polhó cerca de 6 mil
refugiados. Eran de todas las organizaciones y de todas las
religiones. Llegaron ahí porque ahí les dieron refugio. Otros
se fueron a Xoyep y los menos a San Cristóbal.
El 27 de diciembre los aterrados pobladores de Chenalhó
fueron visibles ante las cámaras de reporteros nacionales y del
mundo. Antes, esos desplazados de guerra no eran visibles,
eran negados, como la propia guerra. El gobierno de Chiapas gas¬
tó miles de pesos en desplegados c inserciones pagadas para
negar el dolor y terror que causaban los paramilitares y la
157
Carlos Lenkersdorf
Apéndices
propia guerra. Por ejemplo, cuando Ricardo Rocha presen¬
tó su impresionante reportaje en televisión nacional, develando
la vida del campamento de refugiados de Xoyep, le ameritó
desplegados pagados como costos de contrapropaganda del
erario nacional, acusándolo de farsante, de haber hecho mon¬
tajes. No faltó el editorialista enchayotado que lo calificara de
insidioso, de enemigo de la paz y de Chiapas.
La destrucción del tejido social, “acabar con el agua al
pez”, es uno de los frentes de guerra que siempre se encubrió
con nombres como “apoyo a la comunidad o servicio co¬
munitario”. Negar la guerra es parte del arte de la guerra. Para
construir la paz se precisa la verdad, aunque sea dolorosa.
La Otra Palabra y las tergiversaciones
sobre Acteal
R. Aída Hernández Castillo'
“A casi diez años de haberse cometido una de las masacres
más sangrientas en la historia reciente de Chiapas, los in¬
tentos por re-escribir los acontecimientos para negar la res¬
ponsabilidad gubernamental han causado la indignación de
los sobrevivientes y familiares de los 45 hombres, mujeres y
niños, asesinados brutalmente por grupos paramilitares en la
comunidad tzotzil de Actcal, municipio de San Pedro Che-
nalhó, el 28 de diciembre de 1997.
El artículo de Héctor Aguilar Camín en la revista Nexos,
el anunciado libro de Eric Hugo Flores y el intercambio de
cartas entre Gustavo Hiralcs y Luis Hernández Navarro en el
1 Articulo publicado en La Jomada, la versión presente es el texto de La
Jomada, aquí lo debemos a la autora.
Correo Ilustrado de La Jornada, han puesto en el centro del
debate viejos argumentos que pretenden presentar la masacre
como el producto de pugnas intra-comunitarias.
A pocas semanas de acontecida la masacre, representan¬
tes de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chiapas,
visitaron las oficinas del Centro de Investigaciones y Estu¬
dios Superiores en Antropología Social, Unidad Sureste en
San Cristóbal de Las Casas, en aquel entonces bajo mi di¬
rección, para solicitamos un estudio en el que explicáramos
“la manera en que las prácticas culturales de los tzotzilcs de
San Pedro Chcnalhó permitían entender los rituales de guerra
utilizados en la masacre de Acteal”. La manera en que se planteó
la “pregunta de investigación” provocó el rechazo de todos
los investigadores de mi centro de trabajo que se rehusaron a
colaborar con un estudio de este tipo.
Preocupadas por la manera en que los argumentos cultu¬
rales podrían ser utilizados para justificar la masacre o al menos
para deslindar a los poderes locales de sus responsabilida¬
des políticas, un grupo interdisciplinario de investigadoras
que veníamos trabajando en la región nos dimos a la tarca de
preparar un trabajo académico de divulgación, que permitiera
contextualizar la masacre en el marco de procesos políticos y
sociales más amplios. El libro La otra palabra: mujeres y vio¬
lencia en Chiapas, antes y después de Acteal publicado dentro
de la serie Textos Urgentes de tiesas (1998), a sólo cuatro
meses de acontecida la masacre, reconstruye con base en una
investigación histórica los vínculos entre los grupos de poder
locales y los cacicazgos indígenas y nos pcmiitc entender las
condiciones sociales que posibilitaron la creación de grupos
paramilitares en la región de San Pedro Chcnalhó.
El tipo de violencia utilizada en la masacre, las armas de
alto poder y las botas militares que portaban los perpetradores,
rompian con las características de los conflictos intracomuni-
158
159
Carlos Lenkersdorf
tarios descritos por investigadoras como Ana María Garza y
Graciela Freyermuth, quienes durante años habían analizado la
violencia de género en ese municipio. Sus trabajos en este libro
nos muestran que hasta antes de la masacre de Acteal la violen¬
cia nunca se había manifestado de manera masiva contra grupos
de niños y mujeres y las mutilaciones corporales habían estado
ausentes de los conflictos comunitarios. Los “rituales de gue¬
rra” que la Comisión de Derechos Humanos pretendía “contex-
tualizar culturalmente”, eran muy similares a los descritos por
el antropólogo Ricardo Falla en su libro Masacres de la Selva,
y apuntan más bien a una cultura de la contrainsurgencia que
tiene sus raíces sobre todo en los centros de adiestramiento de
tropas especiales en Centroamérica y Estados Unidos.
Durante ese mismo año la revista Proceso publicó un arti¬
culo negando el alto nivel de violencia utilizado en la masacre,
la existencia de mutilaciones corporales y el asesinato de mu¬
jeres embarazadas, poniendo en tela de juicio las denuncias
de los sobrevivientes. La abogada Martha Figueroa, represen¬
tante legal de las viudas y huérfanos de Acteal y también co¬
laboradora de nuestro libro, tuvo acceso a las autopsias de los
masacrados que corroboran las historias de terror narradas por
los sobrevivientes. La duda sin embargo, había sido sembrada
en la opinión pública y por lo visto nuestro trabajo no logró
contrarrestar a los ideólogos del Estado, que diez años más
tarde regresan a la hipótesis de las “pugnas intracomunitarias
para justificar la impunidad y “evitar que se castigue a los ver¬
daderos responsables al más alto nivel estatal y federal .
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